El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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y cada aderezo infinitamente superior a los otros aderezos.

      Y

      mientras avanzaba lentamente la novia, las tañedoras hacían maravillas, y las cantoras decían las canciones más apasionadamente amorosas y excitantes, y las danzarinas, acompañándose con las panderetas, saltaban como pájaros. Y Hassan Badreddin ElBassrauí no dejaba de lanzar puñados de oro, esparciéndolo por todo el salón, y las mujeres se precipitaban a recogerlo para tocar algo que hubiera pasado por la mano del Joven Y hasta hubo algunas que, aprovechándose de la hilaridad y la excitación generales, del sonar de los instrumentos y de la embriaguez de las canciones, se tumbaron en tierra, una encima de otra, para simular una copulación, contemplando a Hassan, que desde su asiento sonreía. Y el jorobado presenciaba todo esto muy desolado. Y su desolación aumentaba cada vez que veía a una de las mujeres volverse hacia Hassan, y con la mano tendida y bajada bruscamente, ofrecerle, por señas, la vulva; o a otra agitar el dedo del corazón, guiñando el ojo; o a otra menear las caderas retorciéndose, y dando con la mano derecha abierta en la izquierda cerrada; o a otra, con ademán más lúbrico,golpearse las nalgas, y decirle al jorobado: "¡Lo catarás en tiempo de los albaricoques!"

      Y todo el mundo se reía.

      Terminada la séptima vuelta, se acabó la boda, que había durado gran parte de la noche. Y las tañedoras dejaron de pulsar los instrumentos, la danzarinas y las cantoras se detuvieron, pasando con todas las damas por delante de Hassan, besándole la mano o tocándole la orla del traje. Y todo el mundo le miraba al salir, haciéndole entender que no se moviera de aquel sitio. Y en efecto, sólo quedaron en el salón el joven Hassan, el jorobado y la novia con su servidumbre.

      Entonces las doncellas se llevaron a Sett El Hosn a la estancia destinada a desnudarse, quitándole uno por uno los vestidos, diciendo al caer cada prenda: "¡En nombre de Alah!" para librarla del mal de ojo. Y después se fueron, dejándola sola con su vieja nodriza, que antes de conducirla a la cámara nupcial tenía que aguardar que entrase primero el novio jorobado.

      Y el jorobado se levantó entonces de la tarima, y advirtiendo que Hassan no se movía de su asiento, le dijo secamente: "En verdad, señor, que nos honraste mucho con tu presencia, colmándonos de beneficios esta noche. Peró ahora, para salir, no esperarás que te echen". Entonces el joven, que ignoraba lo que tenía que hacer, contestó:

      "¡En nombre de Alah!" Y levantándose, salió.

      Pero apenas había franqueado los umbrales de la sala, se le apareció el efrit, y le dijo:

      "¿Adónde vas, Badreddin? Detente, y oye mis instrucciones. El jorobado acaba de marchar al retrete. Allí se las entenderá conmigo. Tú encamínate a la cámara nupcial, y cuando veas entrar a la novia, le dices: "Tu verdadero marido soy yo. El sultán, de acuerdo con tu padre, ha empleado esta estratagema por temor al mal de ojo. Y en cuanto al palafrenero, que es el más miserable de los palafreneros, para indemnizarle le están preparando en la caballeriza un buen jarro de leche cuajada para que refresque a tu salud". Luego te acercarás a ella, y quitándole el velo, harás con su persona lo que debes hacer". Y dicho esto, desapareció el efrit.

      El jorobado había ido efectivamente al retrete para descargarse antes de entrar en la cámara dé la novia. Y poniéndose de cuclillas sobre el mármol, comenzó su obra.

      Pero súbitamente el efrit tomó la forma de una rata y salió del agujero del retrete, dando gritos de rata: "¡Sik! ¡sik!" Y el jorobado dió una palmada para que huyese, v le chilló:

      "¡Hesch! ¡hesch!" Pero la rata empezó a crecer v se convirtió en un enorme gato de ojos feroces y brillantes. que rompió a maullar muy enfurecido. Después, como el jorobado prosiguiese en su operación, el gato fué creciendo, y se convirtió en un perro enorme, que se puso a ladrar: "¡Guau! ¡guau!" Entonces el jorobado comenzó a asustarse, y le dijo: "¡Marcha de ahí, monstruo!" Pero el perro, creciendo siempre, se convirtió en un borrico, que se puso a rebuznar en la misma cara del jorobado y a ventosear con un estrépito terrible.

      Y el jorobado, lleno de terror, sintió que todo su vientre se deshacía en diarrea, y apenas si pudo gritar: "¡Socorro! ¡socorro!" Y en seguida el borrico creció aún más y se transformó en un búfalo monstruoso, que obstruyó por completo la puerta del retrete para que no se le escapase, y el búfalo, esta vez, habló con voz de hombre, y dijo: "¡Caiga la desgracia sobre ti, jorobeta de mi trasero! ¡Eres el palafrenero más inmundo!"

      Al oír estas palabras, sintió el jorobado que le invadía el frío de la muerte, y resbaló a medio vestir hasta el pavimento, y las mandíbulas se le entrechocaron, acabando el espanto por soldárselas. Entonces el búfalo gritó: "¡Jorobado de betún! ¿No has podido buscar otra mujer más que a mi querida para atacarla con tu innoble herramienta?" Y el palafrenero, lleno de terror, no pudo articular palabra. Y el efrit le dijo: "¡Responde, o te haré morder tus excrementos!" Entonces el jorobado, todo tembloroso por esta terrible amenaza, pudo decir: "¡Por Alah! ¡Yo no tengo la culpa, pues sabe que me han obligado! Y además, ¡oh poderoso soberano de los búfalos! yo no iba a adivinar que la joven tuviese un búfalo por amante. Pero juro que me arrepiento y que pido perdón a Alah y a ti".

      Entonces el efrit le dijo: "Vas a jurar por Allah que obedecerás mis órdenes". Y el jorobado se apresuró a jurar, y el efrit le dijo:

      "Pasarás aquí la noche, hasta que salga el sol, y no te marcharás hasta esa hora. Pero sobre todo, no digas una palabra de esto, si no quieres que te rompa la cabeza en mil pedazos. Y no vuelvas a poner los pies en esta parte del palacio, ni a acercarte al harén, porque te repito que he de aplastarte la cabeza y hundirte en el pozo negro". Y luego añadió: "Ahora voy a ponerte en una postura, y no te moverás hasta el amanecer".

      Entonces el búfalo agarró con los dientes al palafrenero y lo metió de cabeza en el agujero del retrete, sin dejarle fuera más que los pies. Y le repitió: "¡Mucho cuidado con hacer ni un movimiento!" Y desapareció en seguida.

      Y esto es todo lo que le acaeció al jorobado.

      Por su parte, Hassan Badreddin El Bassrauí, dejando que se las entendiesen el efrit y el jorobado, atravesó los aposentos particulares y entró en la cámara nupcial, yendo a sentarse en el testero. Y apenas había llegado, apareció la recién casada apoyada en su nodriza, que se detuvo a la puerta, dejando entrar sólo a Sett ElHosn. Y sin ver bien al que estaba en el testero, y creyendo hablar con el jorobado, le dijo:

      "¡Levántate, héroe valiente, coge a tu esposa y pórtate de una manera brillante! ¡Y ahora, hijos míos, Alah sea con vosotros!" Y la vieja se retiró.

      Entonces entró muy desesperada Sett El Hosn, y se decía: "¡Es preferible la muerte, antes que este jorobado inmundo!"

      Pero apenas hubo reconocido al maravilloso Badreddin, dió un grito de felicidad, y dijo: "¡Oh querido mío! ¡Qué amable fuiste aguardándome tanto tiempo!

      Pero ¿estás solo? ¡Oh, qué dicha tan grande!

      Te confieso que al verte en la sala junto a ese odioso jorobado, creí que os habíais asociado los dos para poseerme".

      Y Badreddin contestó: "¡Oh mi señora! ¡qué pensaste! ¿Es posible que te toque ese maldito jorobado? Y ¿cómo íbamos a asociarnos para tal cosa?"

      Entonces Sett ElHosn preguntó: "Pero en fin, ¿quién de los dos es mi marido: él o tú?"

      Y Badreddin repuso: "¡Soy yo, querida mía! Se ha inventado esta farsa del jorobado para hacernos reír, y también para librarnos del mal de ojo; pues todas las damas han oído hablar de tu hermosura sin igual, y tu padre alquiló a ese palafrenero para qué conjurase el mal de ojo, gratificándole con diez dinares. Y ahora está en la caballeriza a punto de tragarse a nuestra salud un jarro de leche fresca bien cuajada".

      Al oír a Badreddin, Sétt ElHosn llegó al colmo de la alegría, y sonrió gentilmente, y rompió a reír más gentilmente aún.

      Y luego, sin poder contenerse más, exclamó: "¡Por Alah, querido mío! ¡Poséeme! ¡Apriétame bien! ¡Ven en seguida a mi regazo!" Y como Sett El Hosn se había despojado de las ropas interiores y estaba toda desnuda, sólo cubierta


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