El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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de hurí, Badreddin sintió que el deseo recorría todo su cuerpo y despertaba al niño dormido, y levantándose presuradamente se desnudó, despojándose del calzón de innumerables pliegues y de la bolsa que contenía los mil dinares que le había dado el judío de Bassra, y la colocó en el diván, junto a los calzones, y luego se quitó el hermoso turbante y lo puso en una silla, cubriéndose con otro ligero de dormir que habían dejado allí para el jorobado y sólo se quedó con la fina camisa de muselina de seda bordada de oro, y con el ancho calzoncillo de seda azul, sujeto a la cintura por un cordones con borlas de oro.

      Y soltando estos cordones, abrazó a Sett ElHosn, que le ofrecía todo su cuerpo. La levantó en alto, la tendió en la cama, y se echó sobre ella. Y agachado, abiertas las piernas, cogió los muslos de Sett ElHosn, los atrajo hacia él y los separó. En seguida apuntó contra la ciudadela su ariete, que estaba ya dispuesto. Empujó este ariete poderoso, hundiéndolo en la brecha, y la brecha cedió.

      Y

      Badreddin pudo entusiasmarse al comprobar que la perla no estaba perforada y no había penetrado en ella más ariete que el suyo, ni la habían tocado siquiera con la punta de la nariz. Y comprobó también que aquel trasero bendito nunca había resistido el peso de un cabalgador.

      Y en el colmo de la dicha, le arrebató la virginidad y se deleitó a su gusto con el sabor de aquella juventud. Y ataque tras ataque, el ariete funcionó quince veces seguidas, entrando y saliendo sin interrumpirse. Y todas ellas le parecieron deliciosas.

      Y desde aquel instante, sin género de duda, quedó preñada Sett ElHosn, según verás en lo que sigue, ¡oh Emir de los Creyentes!

      Y cuando Badreddin acabó de hincar los quince clavos, dijo para sí: "¡Me parece que es bastante por ahora!" Y se tendió al lado de Sett ElHosn, pasándole con suavidad la mano por debajo de la cabeza, y ella le rodeó también con su brazo, enlazándose ambos estrechamente, y antes de dormirse se recitaron estas estrofas admirables: ¡No temas nada! ¡Penetra tu lanza en el objeto de tu amor! ¡Y no hagas caso de los consejos del envidioso, pues no será el envidioso quien sirva a tus amores! ¡Piensa que el Clemente no creó más hermoso espectáculo que el de dos amantes entrelazados en la cama! ¡Míralos! ¡Ahí están, pegados uno a otro, cubiertos de bendiciones! ¡Sus manos y sus brazos les sirven de almohadas! ¡Cuando el mundo ve a dos corazones unidos por ardiente pasión, trata de herirlos con el acero frío! ¡Pero tú no hagas caso! ¡Cuando el Destino pone una beldad a tu paso, es para que la ames y para que con ella únicamente vivas!

      Y esto es todo lo que acaeció a Hassan Badreddin y a Sett ElHosn, la hija de su tío.

      El efrit, por su parte, se apresuró a ir en busca de su compañera la efrita, y uno y otra admiraron a los dos jóvenes dormidos, asistiendo antes a sus juegos y contando los ataques del ariete. Luego el efrit dijo a la efrita: "Habrás visto, hermana, que tenía yo razón. Ahora debes cargar con el joven y llevarlo al mismo sitio de donde lo cogí, al cementerio de Bassra, en la turbeh de su padre Nureddin. Y hazlo pronto, que yo te ayudaré, pues ya apunta el día y no es posible que dejemos así las cosas".

      Entonces la efrita levantó al joven Hassan dormido, se lo echó a cuestas, sin más ropa que la camisa, porque el calzoncillo se le había caído en uno de sus embates, y voló con él, seguida de cerca por el efrit. De improviso, durante esta carrera por el aire, al efrit le asaltaron ideas lúbricas respecto a la efrita,. y quiso violarla yendo cargada con el hermoso Hassan. Y la efrita no se hubiese opuesto en otra ocasión, pero ahora temía por el joven.

      Además, intervino, afortunadamente, Alah, enviando contra el efrit a unos ángeles, que le echaron encima una columna de fuego y lo abrasaron. Y la efrita y Hassan se vieron libres del terrible efrit, que acaso los hubiese desplomado desde aquella altura. ¡Porque el efrit es terrible en su copulación! Entonces la efrita descendió al suelo, hacia el mismo sitio donde había caído el efrit, con el cual habría copulado de no llevar a Hassan, por el que temía mucho la efrita.

      Pero había escrito el Destino que el lugar donde la efrita depositara a Hassan Badreddin (por no atreverse a transportarlo ella sola más lejos) estaría muy próximo a la ciudad de Damasco, en el país de Scham (Siria o la ciudad de Damasco).

      Y entonces la efrita llevó a Hassan muy cerca de una de las puertas de la ciudad, lo dejó suavemente en tierra y echó a volar otra vez.

      Cuando llegó la aurora abriéronse las puertas de la ciudad, y los que salieron de ella se asombraron ante aquel maravilloso joven dormido, sin más ropa que la camisa y con un gorro de dormir en la cabeza en vez de turbante.

      Y se decían unos a otros: "¡Es asombroso! ¡Mucho habrá tenido que velar para estar ahora dormido tan profundamente!" Y otros dijeron: "¡Alah, Alah! ¡Hermoso joven! ¡Dichosa y afortunada la mujer que con él se ha acostado!

      Pero ¿por qué estará completamente desnudo?"

      Otros contestaron: "Probablemente, este pobre joven habrá pasado en la taberna más tiempo del preciso, y habrá bebido más de lo que pueda resistir. Y al regresar de noche, habrá encontrado cerradas las puertas, decidiéndose a dormir en el suelo".

      Pero mientras conversaban de este modo, se levantó la brisa matinal, y acariciando al hermoso joven, le alzó la camisa. ¡Y entonces se vió aparecer un vientre, un ombligo, unas piernas y unos muslos como de cristal! Y un zib y unos compañones muy bien proporcionados. Y este espectáculo maravilló a las gentes, que admiraban todo aquello.

      Despertó entonces Badreddin, y hallándose tumbado cerca de aquella puerta desconocida y rodeado por tantas personas, se sorprendió mucho, y exclamó: "¿Dónde estoy buena gente? Os ruego que lo digáis. ¿Y por qué me rodeáis así? ¿Qué es lo que ocurre?" Y le contestaron: "Nos hemos detenido por el gusto de verte. Pero ¿no sabes que te hallas a las puertas de Damasco? ¿En dónde has pasado la noche para estar completamente en cueros?"

      Y Hassan replicó: "¡Por Alah, buena gente! ¿qué me decís? He pasado la noche en El Cairo. ¿Y me decís que estoy en Damasco?"

      Entonces se echaron a reír todos, y uno de ellos dijo: "¡Ah, gran tragador de haschich!"

      Y dijeron otros: "Está loco, sin remedio. ¡Lástima que esté demente un joven tan hermoso!" Y otros añadieron: "Pero en fin, ¿qué historia es esa con que has querido engañarnos?" Entonces Hassan Badreddin contestó: "¡Por Alah! ¡buena gente, yo no miento nunca! Os afirmo y repito que esta noche la he pasado en El Cairo, y la anterior en mi pueblo, que es Bassra". Al oírle, uno gritó: "¡Qué cosa más sorprendente!" 0tro dijo: "¡Está loco!" Y algunos se desternillaban de risa, dando palmadas. Y otros dijeron:

      "¿No es una verdadera lástima que un joven tan admirable haya perdido la razón? ¡Qué loco tan singular!" Y otro, más prudente, le dijo: "Hijo mío, vuelve en ti y no digas semejantes extravagancias".

      Entonces Hassan contestó: "Sé muy bien lo que digo.

      Además, habéis de saber que anoche, en El Cairo, pasé una noche muy agradable como recién casado".

      Entonces todos se convencieron de su locura. Y uno de ellos exclamó riéndose: "Ya veis que este pobre joven se ha casado en sueños. ¿Y qué tal es ese matrimonio? ¿Cuántos cayeron? ¿Era una hurí o una ramera?"

      Pero Badreddin empezaba a enfadarse, y les dijo: "Pues sí que era una hurí, y no he copulado en sueños, sino quince veces entre sus muslos, y he ocupado el lugar de un asqueroso jorobado, y me he puesto su gorro de dormir, que es éste".

      Luego recapacitó un momento y dijo:

      "Pero ¡por Alah! buena gente, ¿en donde está mi turbante, y miscalzoncillos, y mi ropón, y mis calzones? Y sobre todo, ¿en dónde está mi bolsillo?".

      Y Hassan se levantó, y buscó su traje a su alrededor. Y entonces id,, empezaron a guiñarse el ojo y hacerse señas de que el joven estaba loco de remate.

      Entonces el pobre Hassan se decidió a entrar en la ciudad tal como estaba, y tuvo que atravesar las calles y los zocos en medio de un gran cortejo de niños y de mayores, que gritaban: "¡Es un loco! ¡un loco!" Y el pobre Hassan ya no sabía qué hacer, cuando


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