El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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puso la cabeza del jorobado en sus rodillas v le miró atentamente a la cara. Y de pronto soltó tal carcajada, que la fuerza de la risa le hizo caer de trasero. Y exclamó: "En verdad, toda muerte tiene una causa entre las causas. Y la causa de la muerte de este jorobado es la cosa más sorprendente de las cosas sorprendentes. Porque merece ser escrita con hermosas letras de oro en los registros del reino, para enseñanza de los hombres futuros".

      Y el rey, pasmado al oír las palabras del barbero, le dijo: "¡Oh barbero, oh Silencioso! explícanos el sentido de tus palabras". Y el barbero replicó: "¡Oh rey! te juro por tu gracia y tus beneficios que tu jorobeta tiene el alma en el cuerpo. Y lo vas a ver". Y en seguida sacó de su cinturón un frasquito con un ungüento, empapó con él el pescuezo del jorobado y le vendó el cuello con un paño de lana, Después aguardó que transcurriese una hora. Sacó entonces del mismo cinturón unas largas tenazas de hierro, las introdujo en el garguero del jorobado, manipuló en varios sentidos y las sacó al fin, llevando en ellas el pedazo de pescado y la espina, causa de lo ocurrido al jorobeta.

      Y éste estornudó estrepitosamente, abrió los ojos, volvió en sí, se palpó la cara con las manos, dió un brinco, se puso de pie y exclamó: "¡La ilah ile Alah! Y Mohamed es el Enviado de Alah! ¡Sean con él la plegaria y la salvación de Alah!"

      Y

      todos los circunstantes quedaron estupefactos y llenos de admiración hacia el barbero. Y después, al reponerse de su emoción, el rey y todos los presentes empezaron a reír a carcajadas al ver la cara del jorobeta. Y el rey dijo: "¡Por Alah! ¡Qué aventura tan prodigiosa! ¡En mi vida he visto nada más sorprendente y extraordinario!" Y añadió: "¡Oh vosotros aquí presentes! ¿Ha visto alguno que así se muera un hombre para resucitar después? Si, gracias a Alah, no hubiese estado aquí este barbero, nuestro jeique Samet, el día de hoy habría sido el último de la vida del jorobado. Y sólo por la ciencia y el mérito de este barbero admirable y lleno de capacidad hemos podido salvar su vida". `Y todos los presentes dijeron:

      "Verdad es, ¡oh rey! Pues esta aventura es el prodigio de los prodigios y el milagro de los milagros".

      Entonces el rey de la China, lleno de júbilo, mandó que inmediatamente se escribieran con letras de oro la historia del jorobado y del barbero, y que se conservasen en los archivos del reino. Y así se ejecutó puntualmente.

      En seguida regaló un magnífico traje de honor a cada uno de los acusados, al médico judío, al corredor nazareno, al intendente y al sastre, y los agregó al servicio de su persona y del palacio, y les mandó hacer las paces con el jorobeta. Y a éste le hizo maravillosos regalos, le colmó de riquezas, le nombró para altos cargos y lo eligió como compañero de mesa y bebida.

      Pero aun tuvo más extraordinarias atenciones con el barbero; le hizo vestir un suntuoso traje de honor, mandó que le construyesen un astrolabio todo de oro, otros instrumentos de oro, tijeras y navajas con perlas y pedrería; le nombró barbero y peluquero de su persona y del reino, y también le tomó por compañero íntimo.

      Y siguieron viviendo la vida más próspera y más dichosa, hasta que puso término a su felicidad la Arrebatadora de todo goce, la Dislocadora de toda intimidad, la Separadora de los amigos, la Sepultadora, la Invencible, la Inevitable.

      Y Schehrazada dijo al rey Schariar, sultán de las islas de la India y de la China: "No creas que esta historia sea más admirable que la de la hermosa DulceAmiga". Y el sultán Schahriar preguntó: "¿Qué Dulce Amiga?"

      Entonces Schehrazada dijo:

       HISTORIA DE DULCE AMIGA

      He llegado a saber,!oh rey afortunado! que el trono de Bassra fué ocupado por un sultán tributario de su soberano el califa Harún AlRaschid, que le llamaba el rey Mohammad benSoleimán ElZeiní.

      Amparaba a los pobres y a los necesitados, se compadecía de sus súbditos desgraciados y repartía su fortuna entre los que creían en nuestro Profeta Mohamed (¡con él sean la plegaria y la paz de Alah!) Era, pues, verdaderamente digno de este elogio del poeta: ¡Transformó en su pluma la punta de la lanza, el corazón de los enemigos en una hoja donde escribir, y en tinta su sangre!

      Tenía dos visires llamados respectivamente ElMohín ben Sauí y ElFaldl benKhacán. Pero hay que saber que ElFaldl era el hombre más generoso de su tiempo, dotado de buen carácter, admirables costumbres y excelentes cualidades, que le granjearon el cariño de todos los corazones y la estimación de los hombres prudentes y sabios, quienes le consultaban y pedían su parecer en los asuntos más difíciles. Y todos los habitantes del reino, sin ninguna excepción, le deseaban larga vida y muchas prosperidades, porque hacía todo el bien posible y odiaba la injusticia.

      En cuanto al otro visir, llamado ElMohín, era muy diferente: tenía horror al bien y cultivaba el mal, hasta tal punto, que un poeta dijo: ¡Le vi! Y en seguida me dispuse a huir ante la mancilla de su aproximación, y me levanté la orla del ropón para evitar su torpe contacto! ¡Y confié mi salvación a la ligereza de mi corcel para que me llevase lejos de aquel elemento tan impuro!

      De modo que a cada uno de estos dos visires, tan distintos entre sí, se les puede aplicar cada uno de estos versos de otro poeta: ;Goza la deliciosa compañía del hombre noble, de alma noble, hijo de noble, pues siempre observarás que el hombre noble ha nacido noble y de padre noble! ¡Pero aléjate del contacto del hombre vil, de alma vil, de extracción vil, porque siempre verás que el hombre vil ha nacido de padre vil!

      La gente sentía, pues, tanto odio y repulsión hacia el visir ElMohín, como amor le inspiraba el visir ElFaldl. Así es que ElMohín tenía una gran enemistad hacia su compañero, y no desperdiciaba ninguna ocasión de perjudicarle ante el sultán.

      Un día entre los días, Mohammad ben Soleimán ElZeiní, estaba sentado en el trono de su reino, en la sala de justicia, rodeado de todos los emires y de todos los notables y grandes de su corte. Y este día había llegado al mercado un lote de esclavas de todos los países. El rey se dirigió a su visir ElFaldl, y le dijo: "Quiero que me busques una esclava que no tenga igual en el mundo. Que además de su perfección y su belleza, tenga una admirable dulzura de carácter".

      Al oír estas palabras del rey dirigidas a su visir ElFaldl Fadleddín, el visir ElMohín, lleno de envidia porque el rey depositaba toda su confianza en su rival, quiso desalentar al soberano, y exclamó: "¡Pero si se pudiese encontrar a esa mujer, habría que pagarla lo menos en diez mil dinares de oro!"

      Entonces el rey, más obstinado por tal dificultad, llamó inmediatamente a su tesorero, y le dijo: "Toma en seguida diez mil dinares de oro y llévalos a casa de mi visir ElFaldl". Y el tesorero se apresuró a ejecutar la orden.

      El visir se dirigió en seguida al zoco de los esclavos, pero nada encontró que ni de cerca ni de lejos se ajustase a las condiciones requeridas para la compra. Reunió entonces a todos los corredores que se ocupaban de la compra y de la venta de esclavas blancas y negras, y les encargó que buscasen una esclava como la quería el rey. Y les dijo:

      "Cuando una esclava alcance el precio de mil dinares de oro avisadme en seguida, y ya veré si conviene".

      Y desde entonces no pasaba día sin que dos o tres corredores propusiesen una linda esclava al visir, que siempre despedía al corredor y a la esclava sin ultimar la compra.

      Y vió durante un mes más de mil muchachas, a cual más hermosas y capaces de infundir virilidad a mil viejos impotentes. Pero no podía decidirse por ninguna de ellas. Un día entre los días iba a montar a caballo para visitar al rey y rogarle que aguardara algún tiempo, cuando se le acercó un corredor a quien conocía, y que, teniéndole el estribo, lo saludó respetuosamente y recitó en honor suyo estas dos estancias: ¡Oh tú, que das mayor realce a la gloria del reinado y restauras el añoso edificio de los antepasados! ¡Oh tú, siempre victorioso gran visir! ¡Das nueva vida a los míseros y a los moribundos con tu generosidad y tus beneficios! ¡Y todas tus acciones son siempre gratas al Recompensador y las ponemos sobre nuestra frente!

      Y recitados los versos, dijo el corredor al visir: "¡Oh noble ElFaldl! te anuncio que ha aparecido la esclava que tuviste


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