El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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visir replicó: "¡Oh madre de AlíNur! Te olvidas del enemigo que queda detrás de nosotros, del segundo visir, llamado ElMohín benSauí, que acabará por enterarse de todo alguna vez.

      Aquel día avanzará entre las manos del rey y le dirá…"

      Al llegar a este momento de su narración, vió Schehrazada que iba a nacer el día, e interrumpió discretamente su relato.

       PERO CUANDO LLEGO LA 33ª NOCHE

      Schehrazada prosiguió:

      He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el visir Fadleddin dijo a su mujer: "Aquel día mi enemigo el visir Sauí se presentará entre las manos del sultán y le dirá "¡Oh rey!

      He aquí que el visir a quien tanto ponderas y de cuya adhesión pretendes estar seguro te sacó diez mil dinares para comprarte una esclava, y efectivamente, compró una esclava sin igual en el mundo.

      Y como la encontraba maravillosa, le dijo a su hijo AlíNur, mozalbete corrompido:

      "Tómala, hijo mío; más vale que la goces tú que ese sultán viejo, que tiene no sé cuántas concubinas, cuya virginidad no puede disfrutar". Y el joven AlíNur, que es una especialidad en lo de robar virginidades, se apoderó de la hermosa esclava, y en un abrir y cerrar de ojos la perforó de parte a parte.

      Pero he aquí que sigue pasando agradablemente el tiempo con ella en el palacio de su padre, y el joven perforador, disoluto y holgazán, no sale de las habitaciones de las mujeres".

      "Al oír estas palabras de mi enemigo siguió diciendo el visir Fadleddin el sultán, que me estima, se negará a creerlo, y dirá:

      "Mientes, ¡oh Mohín benSauí!"

      Pero Sauí le contestará: "Permíteme cercar con soldados la casa de Fadleddin, y te traeré inmediatamente la esclava, y con tus propios ojos comprobarás la cosa". Y el sultán, que es mudable, le dará permiso, y Sauí vendrá aquí con los soldados, apoderándose de Dulce Amiga, que arrebatará de vosotras y la llevará entre las manos del sultán. Y el sultán interrogará a DulceAmiga, que tendrá que confesarlo todo.

      Entonces mi enemigo Sauí, afirmando su triunfo, dirá "¡Oh mi señor! ¿Ves cómo soy para ti un buen consejero? Pero ¿qué le vamos a hacer? Está escrito que me has de despreciar, mientras que el traidor Fadleddin será tu preferido". Y el sultán, rectificando su opinión con respecto a mí, me castigará severamente. Y seré la irrisión de cuantos hoy me estiman, y perderé mi vida y con ella toda la casa".

      Al oír esto la madre de AlíNur, respondió a su esposo: "Créeme; no hables a nadie de este asunto, y nadie se enterará. Confía tu suerte a la voluntad de Alah, el muy poderoso. Sólo ocurrirá lo que haya de ocurrir".

      Entonces el visir se sintió tranquilizado con estas palabras, calmándose su inquietud en cuanto a las consecuencias futuras, pero no por ello se aplacó su cólera contra AlíNur.

      Por lo que se refiere al joven AlíNur, había salido apresuradamente del aposento de DulceAmiga al oír los gritos de las dos esclavas, y se pasó el día dando vueltas por aquellos alrededores. No volvió al palacio hasta que fué de noche, y se apresuró a deslizarse junto a su madre, en el departamento de las mujeres, para evitar la cólera del visir. Y su madre, a pesar de todo lo ocurrido, acabó por abrazarle y perdonarle, y lo ocultó cuidadosamente, ayudada por todas sus doncellas, que envidiaban secretamente a DulceAmiga por haber tenido entre sus brazos a aquel ciervo incomparable.

      Además, todas estaban de acuerdo para prevenirle contra la ira del visir. De modo que AlíNur, durante un mes entero, fué amparado por aquellas mujeres, que por la noche le abrían la puerta de las habitaciones de su madre. Y allí se deslizaba AlíNur sigilosamente, y allí, con connivencia de su madre, le iba a buscar en secreto Dulce Amiga.

      Por último, un día la madre de AlíNur, viendo al visir menos indignado que de costumbre, le preguntó: "¿Hasta cuándo va a durar ese persistente enojo contra nuestro hijo AlíNur? ¡Oh mi señor! realmente hemos perdido una esclava del rey, pero ¿quieres que perdamos también a nuestro hijo? Pues sabe que si continúa esta situación, nuestro hijo AlíNur huirá para siempre de la casa paterna, y entonces lloraremos a este hijo, único fruto de mis entrañas".

      Conmovido el visir, preguntó: "¿Y qué medio emplearemos para impedirlo?" Y la mujer respondió: "Ven a pasar esta noche con nosotros, y cuando llegue AlíNur yo os pondré en paz. Por lo pronto finge quererlo castigar, pero acaba por casarlo con Dulce Amiga. Porque DulceAmiga, según lo que en ella he podido ver, es admirable en todo y quiere a AlíNur que está enamoradísimo de ella. Además, ya te he dicho que te daré de mi peculio el dinero que gastaste en comprarla".

      El visir se conformó con lo que proponía su esposa, y apenas entró AlíNur en las habitaciones de su madre, se arrojó sobre él, lo tiró al suelo y levantó un puñal como para matarle. Pero entonces la madre de AlíNur se precipitó entre el puñal y su hijo, y dirigiéndose al visir, exclamó: "¿Qué intentas hacer?"

      Y el visir repuso: "Lo voy a matar para castigarle". Y la madre replicó: "¿Pero no sabes que está arrepentido?"

      AlíNur dijo: "¡Oh padre! ¿tendrás valor para sacrificarme de esta suerte?" Entonces el visir, sintiendo que los ojos se le arrasaban en lágrimas, dijo: "¡Oh desventurado! ¿no tuviste tú valor para arrebatarme la tranquilidad y acaso la vida?" Y AlíNur respondió: "Oye ¡oh padre mío! lo que dice el poeta:

      Supón por un momento que haya obrado muy mal y cometido todos los delitos; ¿No sabes que los seres nobles gozan con perdonar, concediendo un indulto completo? ¿No sabes también que al proceder así te realzas, singularmente si el enemigo está entre tus manos, o te implora desde el fondo de una sima abierta al pie de la montaña desde cuya cumbre tú le dominas?"

      Al oír estos versos, el visir soltó a su hijo, a quien tenía sujeto con las rodillas; entró en su alma la compasión y le perdonó. Entonces AlíNur se incorporó, besó la mano a sus padres, y quedó en una actitud sumisa. Y su padre le dijo: "¡Oh hijo mío! ¿por qué no me advertiste que querías de veras a Dulce Amiga, y que no se trataba de uno más de tus caprichos? Si yo hubiese sabido que ibas a conducirte con ella como es debido, no habría vacilado en otorgártela".

      Y AlíNur contestó: "Efectivamente, ¡oh padre mío! estoy dispuesto a cumplir con DulceAmiga como se merece".

      Y el visir dijo: "En ese caso, ¡oh mi querido hijo! el único ruego que he de hacerte, y que no debes olvidar nunca, para que siempre te acompañe mi bendición; consiste en que me prometas no contraer legítimas nupcias con otra mujer que no sea DulceAmiga, ni maltratarla jamás, ni venderla". Y AlíNur contestó: "Juro por la vida de nuestro Profeta y por el Korán sagrado no tomar otra esposa legítima mientras viva DulceAmiga, no maltratarla nunca y no venderla jamás!"

      Después de esto toda la casa se llenó de Júbilo. AlíNur pudo poseer libremente a DulceAmiga, y siguió viviendo con ella durante un año, siendo muy felices. En cuanto al rey, Alah quiso que olvidase completamente los diez mil dinares que le había entregado al visir Fadleddin para la compra de la esclava. Y por lo que se refiere al malvado BenSauí, no tardó en descubrir todo lo ocurrido, pero no se atrevió a decir todavía nada al rey, porque el padre de Alí Nur era estimadísimo, no sólo del sultán, sino de todo el pueblo de Bassra.

      Y he aquí que un día el visir Fadleddin fué al hammam, salió apresuradamente todo sudoroso del baño, y cogió un enfriamiento, que le obligó a meterse en la cama. Después se agravó, y ya no pudo dormir ni de noche ni de día, y fué tal su consunción. que parecía la sombra de lo que había sido. Entonces no quiso demorar el cumplimiento de sus últimos deberes, y mandó que compareciese su hijo AlíNur, el cual se presentó en seguida con los ojos llenos de lágrimas.

      Y el visir le dijo: "¡Oh hijo mío! no hay felicidad que no tenga su término; ni bien su límite, ni plazo sin vencimiento, ni copa sin brebaje amargo. Hoy me toca a mí gustar la copa de la muerte".

      Y el visir recitó estas estrofas: ¡Podrá hoy olvidarte


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