El libro de las mil noches y una noche. Anonimo
y muy pálido, confirmando con su gesto la exactitud de la mala nueva.
Al verle, uno de los convidados se levantó, y le dijo: "¡Oh mi señor! con tu venia me voy a retirar, porque mi mujer está de parto y no puedo abandonarla, de modo que he de marchar a su lado". AlíNur se lo permitió; y entonces se levantó otro amigo y le dijo: "¡Oh mi dueño AlíNur! necesariamente he de ir ahora mismo a casa de mi hermano, que celebra las ceremonias de la circuncisión de su hijo". Y AlíNur se lo permitió.
Así todos los demás amigos fueron alegando pretextos para marcharse, desde el primero hasta el último, y AlíNur acabó por verse solo en medio de la gran sala de reuniones. Entonces mandó llamar a Dulce Amiga, y le dijo: "¡Oh DulceAmiga! aun ignoras la desgracia que se me ha venido encima". Y le refirió cuanto le acababa de ocurrir. Y ella contestó: "¡Oh dueño mío! ya hace tiempo que te lo anunciaba, y tú, en vez de hacerme caso, hasta me recitaste un día estos versos: ¡Si la Fortuna pasara un día por delante de tu puerta, acógela enseguida, y disfruta de ella a gusto, y que la gocen también todos tus amigos, pues podría escabullirse de entre tus manos! ¡Pero si se detuviese para siempre en tu casa, usa ampliamente de ella, pués la generosidad no ha de agotarla, ni tiene porqué sujetarla la avaricia!
De modo que cuando oí estos versos me callé y no quise contrariarte". Y AlíNur le dijo: "¡Oh DulceAmiga! Bien sabes que nada he escatimado a mis amigos, pues con ellos he derrochado todos mis bienes. Y ahora no puedo creer que me abandonen en la desgracia".
Pero DulceAmiga replicó: "Te juro por Alah que para nada te han de servir!" Y Alí Nur dijo: "Ahora mismo voy a verlos, uno por uno; y llamaré a su puerta, y cada cual me dará generosamente alguna cantidad, y de este modo reuniré un capital con el que me dedicaré al comercio, y me apartaré para siempre del juego y de las diversiones".
Y efectivamente, se levantó en seguida y recorrió la calle de Bassra en que vivían sus amigos, pues todos sus amigos vivían en aquella calle, que era la más hermosa de la ciudad. Y llamó a la primera puerta, y le abrió una negra que le dijo: "¿Quién eres?"
El contestó: "Avisa a tu amo que ha venido hasta su puerta AlíNur para decirle: "Tu servidor AlíNur besa tus manos, y espera una muestra de tu generosidad". Y la negra fué a avisar a su amo. Y éste contestó: "Sal en seguida y dile que no estoy en casa".
Y la negra volvió, y le dijo a AlíNur: "¡Oh señor, no está mi amo!"
Y AlíNur dijo para sí: "Este es un mal nacido que se me niega, pero los demás no serán mal nacidos". Y fué a llamar a la puerta de otro amigo, y le mandó el mismo recado que el primero, y recibió de él la misma respuesta negativa.
Entonces AlíNur recitó esta estrofa: ¡Apenas llegué frente a la casa, se apresuraron a dejarla vacía, y ví huir a todos los moradores, temerosos de que pusiese a prueba su generosidad!
Y después dijo: "¡Por Alah! que he de visitar a todos, pues espero encontrar por lo menos uno que haga lo que estos traidores se han negado a hacer". Pero no pudo encontrar a nadie que le recibiese, ni que le enviase un pedazo de pan.
Y entonces se consoló recitando estos versos: ¡El hombre próspero es como un árbol: le rodea la gente mientras lo cubren los frutos! ¡Pero apenas estos frutos caen, se dispersa la gente para buscar otro arbol mejor! ¡Todos los hijos de este tiempo padecen la misma enfermedad, y no he encontrado uno solo que estuviese libre de ella!
Y después fué a buscar a DulceAmiga, y le dijo: "¡Por Alah! ¡Ni siquiera uno me ha recibido!" Y ella contestó: "¡Oh dueño mío, yo te había advertido que no te ayudarían en nada! Ahora te aconsejo que empieces por vender los muebles y objetos preciosos que tenemos en casa, y con eso nos podremos sostener algún tiempo". Y AlíNur hizo lo que DulceAmiga le aconsejaba. Pero pasados los días ya no les quedó nada que vender, y entonces DulceAmiga, aproximándose a Alí Nur, que lloraba lleno de desesperación, le dijo: "¡Oh dueño mío! ¿por qué lloras,? ¿No estoy yo todavía aquí? ¿No sigo siendo la misma DulceAmiga a quien llamas la más hermosa de las mujeres? Cógeme, pues, llévame al zoco de los esclavos y véndeme. ¿Has olvidado que tu difunto padre me compró en diez mil dinares de oro? Espero que Alah nos ayude en esta venta, y la haga fructuosa, y hasta que te paguen por mí más que la primera vez. Y en cuanto a nuestra separación, ya sabes que si Alah ha escrito que nos hemos de encontrar algún día, acabaremos por reunirnos".
AlíNur contestó:
"¡Oh DulceAmiga, nunca accederé a separarme de ti, ni siquiera por una hora!" Y ella replicó: "Tampoco lo quisiera yo, ¡oh mi dueño AlíNur! pero la necesidad no tiene ley, como dijo el poeta: ¡No dudes en hacer aquello a que te obligue la necesidad! ¡No retrocedas ante nada, siempre que esté en los límites de la decencia! ¡No te preocupes sin un motivo fundado, y cree que son muy escasas las aflicciones que tengan un verdadero motivo de constante preocupación!
AlíNur cogió entonces en brazos a Dulce Amiga, le besó la cabellera. v con lágrimas en los ojos recitó estas estrofas: ¡Detente, por favor! ¡Déjame recoger una mirada de tus ojos, una sola mirada, para que me acompañe durante todo el camino; una mirada que sirva de remedio a mi alma, herida por esta separación mortal! ¡Pero si hasta esto te parece exagerado,no me lo des, y déjame entregado a mi dolor y sin más compañía que mi tristeza!
Entonces DulceAmiga habló con palabras tan dulces a AlíNur, que acabó por decidirle a que tomase la resolución que le acababa de proponer, pues era el único medio de evitar que el hijo de Fadleddin benKhacán se viese en aquella pobreza indigna de su rango.
Salió, pues, con DulceAmiga, y la llevó al zoco de los esclavos; se dirigió al más experto de los corredores, y le dijo: "Es necesario, ¡oh corredor! que sepas el valor de esta joya que vas a pregonar en el mercado.
No vayas a equivocarte".
Y el corredor respondió: "¡Oh mi señor Alí Nur! Soy tuyo, conozco, además de mis deberes, las consideraciones que te debo".
Entonces AlíNur entró en una habitación del khan, y levantó el velo que cubría el rostro a DulceAmiga. Y al verla, exclamó el corredor:
"¡Por Alah! ¡Si es la esclava que apenas hace dos años vendí en diez mil dinares de oro al difunto visir!". Y AlíNur "La misma es".
Entonces dijo el corredor:
"Oh AliNur! Cada criatura lleva pendiente del cuello su destino, y no se puede librar de él. Te juro que he de poner toda mi inteligencia en vender tu esclava al precio más alto del mercado".
E inmediatariente marchó al sitio en que solían reunirse los mercaderes, y aguardó a que llegasen, pues en aquel momento andaban dispersos, comprando esclavas de todos los países y llevándolas hacia aquel punto del zoco en que se juntaban mujeres turcas, griegas, circasianas, georgianas,abisinias y de otras partes. Y cuando vió el corredor que estaban allí todos y que la plaza se había llenado con la muchedumbre de corredores y compradores, se subió a un poyo y dijo:
"¡Oh vosotros todos, mercaderes y hombres de riquezas! sabed que no todo lo redondo es nuez; no todo lo alargado es plátano; no todo lo colorado es carne; no todo lo blanco es grasa; no todo lo tinto es vino, ni todo lo pardo es dátil. ¡Oh mercaderes ilustres entre los de Bassra y Bagdad! he aquí que presento hoy a vuestro justiprecio y valoración una perla noble y única que, si hubiera equidad en apreciarla, valdría más que todas las riquezas reunidas. A vosotros corresponde señalar el precio que ha de servir como base de pujas, pero antes venid a ver con vuestros ojos"
Y los hizo aproximarse, les mostró a DulceAmiga, en seguida, por unanimidad, acordaron empezar por anunciarla en cuatro mil dinares, como base de pujas. Entonces el corredor gritó: "¡Cuatro mil dinares la perla de las esclavas blancas!" Y en seguida un mercader pujó a cuatro mil quinientos.
Pero precisamente en aquel instante el visir BenSauí pasaba a caballo por el zoco de las esclavas, y vió a AlíNur de pie al lado del corredor, y a éste pregonando un precio.
Y dijo para sí: "Ese calavera de AlíNur está vendiendo el último de sus esclavos después de haber vendido el último de sus muebles". Pero pronto se enteró de que lo que se pregonaba era una esclava