M. Eric Schierloh
irresponsable de uno que invirtió mucho para ganarse un nombre...
M hace una anotación marginal: Vaya revelación.
M también marca y subraya este pasaje: Él pasará al oscuro reino de la Nada, pero no me encontrará allí.
M hace una anotación marginal: Esto es algo que se hunde en lo desconocido y lo terrible.
M también marca y subraya este pasaje: Nada era más habitual para esta persona que desaparecer de repente como una burbuja en la sopa y ya no volver a ser visto por sus amigos; y tan acostumbrados estaban ellos a estos pequeños incidentes que continuaban en silencio con sus quehaceres como si nada hubiera ocurrido. Pero conmigo era diferente.
M hace una anotación marginal: Nada podría ser más delicado que esto.
De unas memorias: M fue invitado a la casa de Alice y Phoebe Cary en la calle 20 por la época en que estaba trabajando en su libro Battle-Pieces y pudo allí echar una mirada retrospectiva a los años de aventuras por tierra y mar, y a aquellas adversidades que le habían proporcionado el material con el que habría de escribir tantas páginas extrañas e interesantes. En una de estas reuniones dominicales nocturnas, y tras ser presentado por Alice Cary, M les contó a los invitados, y lo contó mucho mejor de lo que jamás escribió nada (o al menos así quedó grabado en uno de sus oyentes), la historia de esa vida de viajes y aventuras. Comenzó por el principio, con la infancia en Nueva York y el viaje como marinero raso y los vagabundeos juveniles por Londres y Liverpool. Tal como lo contaría un auténtico marinero, y con detalles sumamente pintorescos, tejió la historia de sus dieciocho meses de viaje por las pesquerías de ballenas del Pacífico, y mantuvo cautiva la atención de sus oyentes mientras relataba la tosca brutalidad de su capitán, quien lo había forzado a desertar en las islas Marquesas. Luego trazó el itinerario de los vagabundeos con su único compañero por los prístinos bosques de Nuku Hiva y de su captura por parte de los caníbales typee. Relató la poca esperanza de poder escapar alguna vez de allí que quedaba en su corazón, y cómo aun así se había mantenido apegado a la vida sin que su coraje lo abandonara nunca; cómo con la idea de la muerte ante él noche y día había estudiado en todo momento la extraña vida que lo rodeaba y que le brindaría los hechos y las fantasías a los que más tarde les sacaría tanto provecho con su exitoso Typee. Fue una historia en verdad emocionante aquella que escuchamos.
M lee un libro en el que marca y subraya este pasaje: Con hombres que no son de su clase él no puede ser abierto, aunque lo haya intentado a través de una eternidad de discursos de gramática clara. Por la propia sutileza de su simpatía sabe él cuánto de sí mismo puede darle a cualquiera. Diga lo que diga, el hombre común lo malinterpretará: no hay palabras que él pueda utilizar y que puedan tener para el hombre común el mismo sentido que tienen para él.
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1866
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M, el del mudo soliloquio, publica de forma anónima un poema en un periódico.
M publica de forma anónima otro poema en un periódico.
Malcolm, el hijo mayor de M, consigue un puesto en la compañía de seguros Great Western Marine. Con 17 años tiene un modestísimo sueldo de 200 dólares anuales, pero recibe almuerzo y, si ocurre que permanece allí hasta las 6 pm, también cena.
Hic-haec-hoc, horum, harum, horum.
La madre de M vuelve a caer enferma y se queda un tiempo en la casa de la calle 26.
M publica de forma anónima otro poema en un periódico:
Hay gloria para el valiente
que comanda, y con nobleza salva,
pero ningún agradecimiento en la tumba
donde duermen los sin nombre que lo siguieron.
M publica de forma anónima otro poema en un periódico.
M publica de forma anónima otro poema en un periódico.
M compone el suplemento en prosa que acompañará su primer libro de poesía publicado.
De una carta: El sábado por la noche llegaron el Sr. Hoadley y el primo M. A mí me pareció que el primo M se veía muy delgado y abatido.
De una carta: M y su hermano Tom se fueron a pasar el día al lago Saratoga.
Allí tumbado en el pasto, M contempló un cielo cubierto de nubes. Y acaso las nubes tomaron para él una forma extraña, aunque esto M no lo comentó con nadie.
De un aviso en un periódico: Harper & Bros. anuncia la aparición de Battle-Pieces de M (por diez años el público se había estado preguntando qué había sido de M).
M publica su primer libro de poesía. La edición, de 1260 ejemplares, es costeada por él mismo. En los próximos dos años se venderán 486 ejemplares, lo que significará para M una pérdida de 400 dólares.
M envía ejemplares del libro a su hermana, su madre, su suegra y también le obsequia uno a su esposa, Lizzie.
Aparece la primera reseña del libro: Ha escrito demasiado rápido como para poder evitar cierta rudeza. Su poesía se vuelve epiléptica. Sus rimas son a veces terribles.
De otra reseña: Tiempos duros fueron los cuatro años de guerra de este país, y muchos de los versos de M, en su nuevo rol de poeta, los conmemoran, y justamente faltos de cierta robustez.
De otra reseña: Es imposible, en vistas de lo que el Sr. M ha hecho, y de su intención manifiesta en el presente libro, no leer sus Battle-Pieces con cierta melancolía. La naturaleza no ha hecho de él un poeta. Nos resulta difícil de creer que un hombre de la experiencia literaria y la cultura del Sr. M pueda haber confundido algunas de estas piezas con poesía.
De otra reseña: El estilo de sus versos está muy determinado por precedentes ordinarios como aquella obra suya en prosa titulada Pierre.
Un grupo de familiares y amigos postula a M para un cargo gubernamental sin que él esté al tanto. El cargo le es concedido, con un sueldo de 4 dólares diarios. El 5 de diciembre presta juramento como Inspector de Aduanas de la ciudad de Nueva York. M, el concienzudo en el cumplimiento de sus deberes, ocupa su primera oficina, la n. 4, distrito de North River, en el 207 de la calle West.
De unas memorias: Una oscura tarde de noviembre mi buen amigo James S. Benedict me hizo llegar este lacónico anuncio sobre el nuevo puesto de M: “Parece un buen tipo, Dick, y dice que te conoce, aunque tal vez no sea cierto; pero de todos modos sé amable con él si es que este clima infernal te permite serlo con alguien”. Levanté la mirada hacia el caballero que me había alcanzado la nota y reconocí en él al famoso escritor que me había encontrado hacía unos veinticinco años. Ningún otro escritor estadounidense fue tan conocido como M lo había sido a fines de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta, tanto en su propio país como en Inglaterra. A menudo me he preguntado si alguno de los lectores de M ha podido llegar a entender las derivas de su espíritu, o si él fue el único que pudo. Cercano a Emerson, fue EL místico estadounidense. Y fue sin dudas uno de nuestros grandes poetas no reconocidos.
Se reimprime en un periódico un poema de M, aunque con otro título.
Aparece otra reseña.
M contesta un pedido de manuscritos con la trascripción de un poema.
Termina otro año.
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1867
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Su hijo Malcolm se