M. Eric Schierloh

M - Eric Schierloh


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después, el cuerpo de Malcolm es depositado en el cementerio de Woodlawn, en el Bronx.

      Lo que ha guiado al padre no puede ya guiar al hijo.

      De una carta: Dice que el primo M está bastante tranquilo. La prima Lizzie no ha derramado una sola lágrima, pero su hermano, el pequeño Stanwix, sí que está destrozado.

      De una carta: Me apeno por los pobres padres. Ambos primos, M y Lizzie, son de temperamentos tan nerviosos que temo en verdad por su salud mental.

      De un artículo en un periódico: Los miembros del jurado en la investigación sobre la muerte del hijo del Sr. M han hecho la siguiente aclaración sobre su veredicto: “Nosotros, los abajo firmantes en la investigación sobre la muerte del hijo del Sr. M, ocurrida el 11 del corriente mes, quisiéramos corregir cualquier interpretación errónea que se pudiera hacer sobre nuestro veredicto de ‘Suicidio’. Creemos, en efecto, que la muerte fue causada por su propia mano, pero bajo ningún punto de vista que el acto haya sido premeditado o hecho a conciencia”.

      De una carta: Yo creo que el primo M es un padre muy estricto, y que la prima Lizzie es buena en términos generales, aunque ineficiente.

      M le obsequia a la compañía de voluntarios de la Guardia Nacional a la que pertenecía Malcolm una fotografía de su hijo.

      Lizzie escoge de un libro de himnos unos versos para mandar a tallar en la lápida:

      Tan bueno, tan joven,

      tan gentil, tan sincero,

      tan amado, pérdida tan prematura

      que reclama una lágrima.

      M debe haber releído en algún momento un par de cartas escritas algunos años atrás desde el océano Pacífico, frente a la costa de Sudamérica, en el Trópico de Capricornio:

      Mi querido Malcolm:

      Hace hoy exactamente tres meses que el Meteor partió desde Boston; ¡un cuarto de año! Durante este largo período de tiempo el barco ha estado continuamente avanzando y solo ha avistado tierra durante un par de días. Supongo que habrás seguido en el mapa (aunque tal vez mi globo te sea más útil; pídele a mamá que lo limpie para ti) la ruta desde Boston hasta San Francisco. La distancia, en líneas rectas, es de unos 25.000 kilómetros; pero en realidad, una vez que el barco haya llegado allí, habrá navegado unos 29.000 o 32.000. Ya ves, es bastante más lejos que la distancia que hay entre el manzano y la gran roca del monte Greylock. Cuando cruzamos el ecuador en el océano Atlántico todo era más cálido; y tuvimos buen clima durante algunas semanas; pero mientras avanzábamos hacia el Sur fue poniéndose cada vez menos cálido, y después algo fresco, y después frío y cada vez más frío hasta que por fin era invierno. Me mantenía abrigado con dos camisas de franela, gruesos mitones y un sobretodo, y un gran gorro de Rusia, un gorro de cuero muy grueso, así llamado por los marineros. Por fin, cuando avistamos tierra, estaba toda cubierta de nieve; una tierra deshabitada, donde nunca nadie vivió y nunca nadie vivirá; una tierra muy árida, fría y desolada. Era la Tierra de los Estados, una isla. Cerca de allí está la gran isla de Terra del Fuego. Navegamos entre estas islas, y tuvimos una vista maravillosa de cada una de ellas. En Terra del Fuego viven algunos “salvajes”; pero siendo como era allí lo más crudo del invierno, supongo que estarían metidos en sus cuevas. No pudimos ver ninguno. Al día siguiente doblamos el Cabo de Hornos, el punto más austral de toda América. Ahora el clima era bastante malo, y oscurecía a eso de las tres en punto de la tarde. El viento soplaba terriblemente. Tuvimos tormentas de granizo, nieve y aguanieve, y en ocasiones el agua se congelaba apenas tocar la cubierta. El barco seguía adelante, y por momentos había tanta agua en cubierta como para empapar por completo las piernas de los marineros. Así resultó que varios de ellos no solo se mojaron en cubierta sino que incluso estuvieron a punto de caer al agua. Lo que me recuerda una cosa muy triste que ocurrió la mañana misma en que doblábamos el Cabo, me refiero al extremo mismo del Cabo. Era el momento en que despuntaba el día; restallaba un vendaval; el tío Tom había ordenado que fueran recogidas las gavias (unas velas muy grandes). Mientras los marineros estaban en lo alto de las vergas, el barco dio un giro y se sumergió terriblemente; la tormenta golpeó con aguanieve y granizo y todo estaba muy frío y el frío era penetrante. Entonces, todo a un mismo tiempo, el tío Tom vio algo cayendo en el aire, y luego oyó un golpe, y después, justo frente a él, vio a un pobre marinero muerto sobre la cubierta. Había caído desde lo alto de una de las vergas, y había muerto instantáneamente. Sus compañeros lo levantaron y lo llevaron a su camarote. Poco después, cuando el clima lo permitió, el hombre de a bordo encargado de las velas amortajó el cuerpo con un trozo de ellas y metió dentro algunas balas de hierro —balas de cañón— a los pies del muerto. Y cuando todo estuvo listo, el cuerpo fue puesto en una tabla y llevado a uno de los lados del barco en presencia de toda la tripulación. Después el tío Tom, en su rol de capitán, leyó un fragmento del libro de oraciones y, una vez leída la oración, el marinero que sostenía la tabla la inclinó y el cuerpo se deslizó de inmediato en el tormentoso océano, y ya no vimos más. Tal es la forma en que un pobre marinero es sepultado en alta mar. El nombre del marinero que murió era Ray. Tenía un amigo entre los de la tripulación, y ambos planeaban ir a California y quedarse a vivir allí; pero ya ves lo que ocurrió.

      En total estuvimos metidos en este tipo de clima tempestuoso unos cuarenta o cincuenta días, contando desde el comienzo del viaje. Pero ahora por fin estamos en un clima más templado otra vez, y el sol brilla cálido.

      En la línea del ecuador.

      Mi querido Malcolm:

      Desde que llegué al final de la cuarta página, hemos estado navegando con un clima agradable, y ha continuado templado. El otro día avistamos un barco ballenero, y entonces me metí en un bote y remé hasta el ballenero y permanecí allí, en el barco, algo de una hora. A bordo tenían a ocho o diez “salvajes”. El capitán del ballenero los había contratado en una de las islas llamadas Roratonga. Los quería para que ayudaran a bajar las balleneras cuando salieran a la caza del animal. La tripulación del tío Tom está ahora muy ocupada haciendo que el barco luzca bien para cuando lleguemos a San Francisco. Están poniéndoles brea a las jarcias y van a pintar parte del casco, el mástil y las vergas. El barco luce muy estropeado ahora debido al prolongado mal tiempo en el que estuvimos metidos. Cuando lleguemos a San Francisco voy a llevar esta carta a la oficina de correos de allí y tú vas a recibirla unos veinticinco días más tarde. La carta irá en un vapor hacia un lugar llamado Panamá, en el istmo de Darien (toma tu mapa y encuéntralo), luego cruzará el istmo en tren hacia Aspinwall o Changres, en el Golfo de México; allí la recogerá otro vapor, un barco que después de haber hecho puerto en La Habana, Cuba, para procurarse carbón, irá directo a Nueva York; allí la carta irá a la oficina de correos y de allí por fin hasta Pittsfield .

      Espero que cuando esta carta llegue los encuentre bien a ti y al resto de la familia. Y espero que hayas meditado en lo que te dije con respecto a tu comportamiento previo a mi partida. Espero que hayas sido obediente con tu madre, que la hayas ayudado en todo lo que pudieras, y que no le hayas causado problemas. Este es el momento de mostrar lo que eres; ya sea un buen chico honorable o un bueno-para-nada. Cualquier chico de tu edad que desobedece a su madre, o que la preocupa, o que es irrespetuoso con ella, un chico así no es más que un pobre diablo; y si tú conoces a chicos de esa clase, deberías cortar relaciones con ellos.

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