Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke


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de la coordinación de la Confederación de la Producción y del Comercio, dirigida por personeros ligados al gran capitalismo, la derecha logra dirigir políticamente a las organizacionales gremiales patronales o profesionales de capas medias” (Moulian y Garretón, 1983 [1977]: 63). En su accionar pone netamente sus intereses de clase por sobre sus intereses políticos. La disolución de los partidos que acompañará al régimen militar no le preocupa en la medida que ello favorece sus intereses de clase. Desde 1971 su foco es definidamente el derrocamiento de Allende y obtiene un gran éxito con el paro de octubre de 1972, que irá preparando el terreno para una salida extrainstitucional.

      La izquierda también se mueve, declaradamente, en una lógica de clases, pero prima la orientación de preservar el orden político institucional. El programa de la Unidad Popular, en el cual a la izquierda se suma el Partido Radical, tiene un contenido de “preparación de las condiciones del socialismo”. Lo que ya veíamos que era enfatizado por Moulian en su publicación de 1971. No obstante, esto se ve combatido internamente por el Partido Socialista, que juega un papel crítico sosteniendo la idea de una rápida transformación socialista, avalada en interpretaciones de la teoría marxista y con el apoyo emocional de la revolución cubana. Esta alternativa rupturista se plantea, dicen Garretón y Moulian (1983 [1977]), sin un suficiente análisis de la dinámica de las clases sociales, del universo ideológico cultural y de la naturaleza del Estado chileno. Así, contribuirán al desenlace final, con un resultado totalmente opuesto al buscado. Por un lado, llevarán a la polarización ideológica interna de la izquierda, obstaculizando una acción coherente del gobierno; por otra, alentarán la vía extrainstitucional, también rupturista, de la derecha.

      En esta dinámica interna de la izquierda, Garretón y Moulian identifican y destacan un factor explicativo que llaman el “problema del vacío teórico-ideológico de la izquierda”. En la evolución que tuvo el régimen político de la Unidad Popular, con sus dinámicas de polarización, desinstitucionalización y degradación de la legitimidad, “es evidente que tuvo un papel importante el modo como la UP concibió, semantizó y realizó ese proyecto [el programa de la UP]” (Moulian y Garretón, 1983 [1977]): 70). Hubo una importante debilidad en la construcción teórico-discursiva que diera cuenta de lo objetivamente posible y guiara la práctica. En las polémicas internas de la UP durante el período, destacadas aproximaciones cognitivas provenían directamente de una teoría marxista consagrada y eran aplicadas sin mayor criticidad, para el análisis del proceso en marcha. “Se trata de un fenómeno de ‘fetichización’ de la teoría”. Faltó una teoría adecuada a las características del proceso49. De tal modo, los problemas de las alianzas, de los compromisos y del carácter mismo del gobierno y del proceso fueron analizados desde “una perspectiva muy insuficiente” (Moulian y Garretón, 1983 [1977]): 71, 72). Eso lleva a que, desde mediados de 1972, no se cuente con un discurso coherente que responda a los problemas necesarios de abordar y la conducción se haga errática. A ello se suma el proceso de polarización ideológica interna de la izquierda. A su vez, la propia semantización del proceso, por parte de la Unidad Popular, como socialismo y revolución dirigida por la clase obrera apartó a la clase media y fue un factor de polarización con resultados negativos (Moulian y Garretón, 1983 [1977]): 152).

      Conjuntamente, hay una incapacidad teórica y práctica para entender las dinámicas autónomas del movimiento popular. No se produce un adecuado procesamiento partidario, político institucional, de los intereses y aspiraciones presentes en la base social. En consecuencia, la conducción política no logra ajustarse bien con tales dinámicas (74, 75). Como señalan en su texto, “la crisis o frustración de un proceso social es también la crisis de las categorías con que fue analizado” (Moulian y Garretón, 1983: 22).

      La obra, así, concluye con una clara responsabilización del fracaso a la forma en que operó la izquierda. Hubo un problema de conducción y parte muy importante de ello fue un problema de análisis y comprensión de la realidad que se enfrentaba. Los autores hacen una evaluación crítica de la falta de alianzas políticas con el centro así como de la fuerza que adquirió el proyecto de ruptura armada, asumido al interior de la Unidad Popular por una parte del Partido Socialista.

      En el resultado final, a esas debilidades se suma la efectividad lograda por la derecha en sus esfuerzos por cuestionar la institucionalidad, agudizar la polarización y deslegitimar al gobierno, con un discurso en que apela a los valores de libertad y democracia. Su estrategia logra la adhesión de las capas medias y el apoyo o neutralización de la DC para terminar con el gobierno de Allende. La derecha, cohesionando a la burguesía y capas medias, logra la hegemonía ideológico-cultural que no consigue la UP.

      En la introducción agregada en el libro de 1983 al texto de 1977 se dice que la izquierda aprendió “que ningún proyecto de envergadura puede encararse en Chile sin constituir una sólida mayoría dentro de las reglas del juego político. Que el país no se agota en la clase trabajadora y que un proyecto de transformación debe ser popular, pero debe ser también nacional, desbordando los márgenes clasistas y dando cabida genuina a vastos sectores sociales. […]” (Moulian y Garretón, 1983: 17).

      Luego de ese trabajo conjunto con Garretón, Moulian continúa investigando en ese tipo de procesos políticos, por una parte, con respecto al período de la dictadura militar, a lo cual me referiré más adelante, y por otra parte explorando en lo ocurrido en el período previo procurando afinar la caracterización e interpretación sobre el comportamiento de los actores políticos.

      En “Debilidad hegemónica de la derecha chilena en el Estado de compromiso”, que Moulian escribe junto con Germán Bravo y presenta en un seminario organizado por Ceneca, Flacso, SUR y Vector en enero de 1981, profundiza en la derecha política chilena. Moulian y Bravo analizan las limitaciones de la derecha para realizar una política hegemónica en el Estado de compromiso, entre 1938-1970, y su carencia de un proyecto de carácter nacional, no llevando a cabo reformas burguesas, las cuales son impulsadas por otras fuerzas sociales.

      En ese período, según los autores, la derecha sigue una lógica de “guerra de posiciones” con momentos defensivos y ofensivos. La acción defensiva de acomodación, tiene por objetivo moderar los proyectos de reforma del bloque gobernante. La modalidad ofensiva se despliega como consecuencia de los problemas provocados por los intentos reformadores. En la derecha prima una orientación corporativa, cuyo foco principal es resolver los problemas de la propia clase dominante. Esto restringe la capacidad hegemónica de la derecha (13). Conjuntamente, hasta 1973 las clases dominantes carecieron de un proyecto que articulara diferentes sectores sociales, que recogiera las demandas y problemas planteados por otros sectores sociales, y no tuvieron capacidad para reestructurar la acción del Estado de acuerdo con una racionalidad burguesa “pura”; no poseen un proyecto de modernización propio (6). Deben aceptar los límites impuestos en el Estado de compromiso, con una industrialización capitalista regulada por el Estado y con una democratización política y social. De tal forma, “la incapacidad hegemónica inicial de las clases dominantes permite que sean otras fuerzas las que asuman las tareas de modernización” (Moulian y Bravo, 1981: 26).

      La nueva clase que va surgiendo con la industrialización sustitutiva dependiente del Estado se ve absorbida por el antiguo bloque oligárquico y bajo su dirección ideológico-cultural. No se crea, entonces, una burguesía manufacturera como segmento social diferenciado. “Las clases dominantes de la industrialización y del Estado de compromiso siguen manteniendo y reproduciendo una cultura oligárquica, que expresa mejor el mundo señorial del latifundio que las categorías específicas de la ideología burguesa. Esos elementos están absorbidos y re-elaborados por la constelación oligárquica”. “El conservantismo de la derecha es la expresión política de una cultura/sentido común aristocratizante, para la cual es más fundante de las jerarquías sociales el par linaje/dinero que el par dinero/mérito. Hasta avanzada la década del 50, se desarrolla un tipo cerrado de clases dominantes” (Moulian y Bravo, 1981: 18) y no se produce el enfrentamiento entre el terrateniente sustentado en relaciones sociales precapitalistas y el industrial “moderno”.

      Hasta 1964 se mantienen el problema agrario, con un sector que no accedía al mercado de bienes y que obligaba a mantener altos niveles de protección arancelaria. Estos elementos formaban un círculo vicioso que Moulian y Bravo (1981: 20) sintetizan:


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