La Bestia Colmena. Pablo Und-Destruktion

La Bestia Colmena - Pablo Und-Destruktion


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gente sea más elegante. No debería ser tan extraordinariamente difícil. En fin, últimamente hay varias cosas que me perturban. Algo le está pasando al mundo. Algo que no está bien. ¿Viste lo de Julio Iglesias? Lo acaban de prohibir en los chiringuitos de las fiestas del pueblo. También han prohibido los piropos, la carne de cerdo, jugar a la pelota, beber en la calle, cantar en los bares, los toros y los chistes graciosos. Y no hablemos del tema de las licencias. Antes se montaba una fiesta en cada esquina y sin pedir permiso a nadie. Ahora todo son licencias millonarias destinadas a impedir todo lo que sea mínimamente espontáneo, todo lo que parta de la Divina Providencia. Esta obsesión en contra de todo lo hermoso ya me tiene frito. Se niega lo hermoso y se niega la muerte. Dos cosas que van de la mano. Es de bárbaros eso de quemar a los muertos en cuanto estiran la pata. Eso y lo de prohibir la tauromaquia, la verdad. Los toros mueren bastante mejor que cualquier viejo. Se cague o no se cague encima. Lo que no les gusta es el duelo. En todas sus formas. Entre caballeros, quizás la forma más civilizada que ha existido de resolver un conflicto, o el de después de la muerte... Pero sin duelo no hay victoria. Sólo hay derrota. Y si encumbramos la derrota, pues nos va a ir mal, sencillamente. Nos secamos y nos convertimos en polvo. Eso es lo que les pasa a los derrotados. Si la muerte no se ritualiza, se nos quitan las ganas de tener hijos. Por eso después de las guerras, aunque la gente sea pobre de solemnidad, tiene muchos hijos. Porque tener hijos no tiene nada que ver con tener dinero. Es una respuesta a la visión de la muerte. Es la respuesta victoriosa a la visión de la muerte. Los hijos son las vidas extra del Super Mario Bros. Nuevas versiones de algo eterno preparadas para que la eternidad se encuentre consigo misma. ¡Nada que ver con el dinero! ¡Qué vergüenza! ¿Tenían dinero los monos o las ratas almizcleras de las que provenimos?

      —No, Pablo. No.

      —Si de una santa vez hiciera lo que de verdad quiero hacer, me iría mucho mejor. Y lo que de verdad quiero, lo que llevo deseando desde hace mucho tiempo... es tener cuatro, cinco o seis hijos. O treinta, como el gitano ese de Granada que salió el otro día en el programa de ar (Anti Ramona). ¡Qué contento se lo veía! Lo que quiero es tener muchos hijos, vaya. Y si son pobres, mejor. Los hijos pobres siempre molestan menos a los padres que los ricos. Son más independientes. En realidad lo que sale caro es tener payos, no tener hijos. Además me gustaría mucho verte convertida en madre. Me encantan los pezones tan grandes que les quedan a las madres tras dar de mamar. Tú me gustaste desde el principio porque ya los tienes grandes de serie. Se parecen mucho a los que tenía mi madre, pero a mi madre se le hincharon los pezones al alimentarnos a mí y a mi hermana. Al darnos a luz y luego alimentarnos. Los pezones hinchados que tienen las madres son como los puntos en la frente de los hindúes. Son una señal de haber cumplido con un sacramento. A los hombres la paternidad no nos marca físicamente... Y es una pena.

      En el fondo todos envidiamos a las madres. Un hombre sale del vientre de una mujer, su madre, y pasa el resto de su vida tratando de meterse en el vientre de otra mujer y hasta hace poco así es como se hacían nuevas madres. El hombre trata de meter lo que puede meter. Si pudiera meterse entero, lo haría... Y así salen nuevas personas, eso es todo. Pero ahora con la tecnología moderna ya no tiene por qué ser así... Por eso ya no nos gusta la muerte y el amor. Bueno, a mí sí que me gusta. ¿Es que entonces a qué dedicas la vida? ¿A comer y a obedecer? Y a ver Masterchef, que va de eso. De comer y de acatar la autoridad. La autoridad de los mesoneros. Toma ya.

      Madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle. Eso lo decía mucho la mía. Si es que da igual que sea tu madre, la madre de tu hijo, la del vecino, la de Julio Iglesias o la de cuatro hienas africanas. Una madre es una madre. Y un paisano es un paisano. No es una berza, nunca lo fue y nunca lo será. Yo echo mucho de menos a mi madre. Puede que demasiado y puede que ahora la esté intentando recuperar por partes. Al menos los pezones ya los he encontrado. Unos pezones por aquí, una sonrisa por allá, unas taquicardias por acullá. ¿Me enseñas otra vez esos pezones? ¿Haces que coincidan con los puntitos de luz que entran por la persiana? Míranos, parecemos negros despigmentados. Como la del anuncio de Desigual.... ¿Me enseñas entonces esos pezones? ¿Haces que coincidan con los puntitos de luz que entran por la persiana? Que no haya nada más. Déjame sábanas y ya tapo yo los muebles. Concentración. Silencio...

      Silencio...

      Silencio...

      Joder, qué bonitos son. ¿Por qué no tenemos un hijo? ¿O diez?

      —Mira, Pablo, me he vuelto a liar con el sicokiler.

      —¿Otra vez?

      —Sí.

      —Bueno, anda... ¿Tú estás bien?

      —Por lo que parece estoy bastante mejor que tú. Esas ideas que tienes, ese trueno... ¡harta me tiene! ¿Cómo vamos a tener un hijo? Además, esa obsesión tuya con las madres. ¿Que me quieres tener aquí de paridera? Mira, yo tengo mi trabajo, mis proyectos y estoy muy bien como estoy.

      —Ya... ¿Estás embarazada del sicokiler?

      —Estás loco.

      —¿Estás embarazada del sicokiler?

      —Estás loco.

      —¿Estás embarazada del sicokiler?

      —Estás loco de cojones.

      —¿Estás embarazada del sicokiler?

      —Sí.

      ...

      Pero voy a abortar.

      La quinta patita de la Divina Providencia me enseñó que mi amor no estaba destinado a las queridísimas chicas, sino a echar povidona yodada a la humanidad cumpliendo así la voluntad de Diosle. El premio fue acceder a la Gran Revelación Mariana.

      2

      —¿A qué se dedica tu marido? —preguntó el sicokiler.

      —Trabaja de becario en la universidad... Bueno, también toca en un grupo —respondió Kristina.

      —Un pobre diablo, eso es lo que es —concluyó el sicokiler.

      3

      Kristina me dio el retrete lleno de mugre definitivo. Para eso están. Todo tiene una razón.

      ¿Quién, en su sano juicio, puede no creer en la alta magia? Si las mujeres hacen personas con el semen de los hombres y los hombres hacemos tanques con el rechazo de las mujeres. Y así debe ser. Yo no hago las normas. Las hacen los documentales de La 2. Leones, ciervos, ñus u ornitorrincos. En todos los casos es igual. Tanques, tanques y más tanques. De metal, de cuernos o de palabras. Pero tanques. Las traiciones están para dar un poco de luz. Todas iluminan, poco a poco, para llevarte a un sitio mejor. ¿Si no para qué están? La Divina Providencia no es mala, sólo quiere que espabiles. Y sufrir, delirar o morir forma parte de ese proceso de espabilar llamado evolución. Ni la Divina Providencia ni Diosle son malos por ello. Dan luces para que nosotros, con el tiempo y con los repuestos que son los hijos, espabilemos. Con la luz de unas cosas y de otras, poco a poco, vas construyendo los tanques y, lo que es más importante, vas viendo el tablero en el que están situados. Si no nos traicionaran, seríamos berzas. Pero no lo somos, nunca lo fuimos y nunca lo seremos. Viva la muerte, viva el amor y viva la traición que te hace espabilar.

      Las patitas de la Divina Providencia, administradas en pequeñas diócesis, hicieron que a la edad de treinta y tres años (yo no lo escogí, fue casualidad) me encontrara con lo santo, me iluminara y viera la jugada definitiva tras muchos años de lucecitas parciales.

      La primera luz a todos se nos enciende al darnos a luz, valga la redundancia. Luego a cada uno se le van encendiendo unas u otras, pero la primera bombilla es la misma para todos y cuando la encienden, lloramos mientras nos quitan la mugre.

      Después de eso, el tablero se puede iluminar de muchas formas. La mayor parte de la gente no lo ilumina en su totalidad y se conforma con mover cuatro peones, perder y volver a empezar. Pero no, se puede iluminar en su totalidad y entonces ganas un Nuevo Cielo, como el que gané yo con la inestimable ayuda de mis esbirros y de las traiciones y revelaciones ordenadas por la Divina Providencia. Un Nuevo Cielo que ahora disfrutaréis vosotros, queridos lectores e hijos míos.


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