La Bestia Colmena. Pablo Und-Destruktion
hay más que ver cómo vestís, las fotos que os hacéis y las cosas que te pasan a ti con las chicas, hijo mío, que estás escaldado. Cuanta más igualdad y más tolerancia, menos belleza y menos amor. Es así. Los viciosos lo toman todo, no hay paisanos en condiciones que los quiten del medio y se nos va todo a pique.
—¿El “infierno de lo igual”? ¿Puedes volver a eso si eres tan amable, Santina? No lo entiendo del todo.
—Sí, corazón. Lo crearon las hembras asexuadas del líquido primigenio. Íncubos y súcubos los llamaban hace un tiempo. Crearon un aburrimiento primigenio en el que no había diferencias, ni sexo, ni belleza, ni amor ni nada que valiera dos duros. Diosle creó la simbiogénesis para crear nuevas estructuras pluricelulares que sacaran a la vida de su infierno unicelular de igualdad. Y funcionó. Las mitocondrias, en realidad, son pequeños demonios que quedaron encerrados dentro de las células eucariotas y estas, a su vez, dentro de los animales para que hubiera más seguridad. Esto permitió que los animales evolucionaran moralmente hasta crear a los seres humanos, las canciones románticas, los bailes agarrados y las ofrendas florales como las que me hacen a mí cada año los vecinos de Cangas de Onís. Qué majos... Esas cosas guapas nos acercan al Reino de Diosle, donde manda el amor y no los miedicas. El sitio al que tenéis que llegar cuanto antes. ¿Por dónde iba? Ah, el judío, sí. Hace unos años, cuando el judío ese tan famoso se empeñó en que aflorara el deseo lo que hizo fue dar voz a los pequeños demonios interiores que teníais guardados bajo llave, a las mitocondrias que todos teníais subyugadas en vuestro interior y que ahora se han hecho fuertes y os quieren subyugar a vosotros y quieren cambiar los roles. El Maligno, después de mil quinientos millones de años, ha aprendido la técnica y está usando la simbiogénesis en su propio beneficio para meter a la vida de nuevo en otro infierno de igualdad y los humanos vais de cabeza. Por eso todo el mundo cada vez se parece más, las ciudades están más cerca, los precios mundiales se igualan, los negros y los blancos se parecen, los hombres y las mujeres, los de Cangas de Onís y los de Arriondas, todo se está acercando peligrosamente al “infierno de lo igual” del que hace millones de años Diosle os sacó. Y así se está creando un nuevo animal simbiogenético e infernal que contendrá a toda la humanidad en su interior y al que Diosle llama la Bestia Colmena.
— ¿Cómo?
— ¡La Bestia Colmena, caramba! Empezó a invocarlo el judío ese, Segismundo. Lo retomaron con Silicon Valley después de esas peleas que hubo en todo el mundo y que ganaron los magos judíos. Guerras mundiales las llamaban. Cuando las invocaciones estaban hechas, empezó a manifestarse la Bestia. Primero se manifestó el esqueleto colmena con la onu, el fmi y el bm. Luego la sangre colmena con las teles privadas llenas de avaricia, ira, lujuria, gula, soberbia, pereza y envidia. ¡Con lo que me gustaba a mí el Un, dos, tres! Me relajaba mucho. Después la mente colmena hecha con el dichoso Internet y sus redes sociales en las que todo el mundo dice exactamente lo mismo: tonterías. Y ahora ya va todo del tirón, mucho más rápido desde que se creó su mente, claro.
La humanidad es su carne.
El miedo es su espíritu.
Los políticos son sus residuos líquidos y sólidos.
La vida en el planeta se unifica en una nueva superestructura.
El Maligno ha aprendido a utilizar la simbiogénsis y os va a encerrar a todos en un infierno que, además, va a dotar de cuerpo, cuernos y escupitajos. Todo con las excusas baratas de la igualdad, la tolerancia y el progreso.
La Bestia Colmena, vida. Todo se irá al carajo a no ser que tú actúes. Tú y algún amiguín que hagas que esté purificado o purificándose, que viene a ser pringar y anteponer el amor y la belleza a cualquier mamarrachada.
Bien hecho, Pablín.
Bien hecho.
Diosle y yo, la Santina de Covadonga, depositamos en ti toda nuestra esperanza.
—¿Pero cómo es posible que haya pasado todo esto? ¿La Bestia Colmena? ¿Y qué puedo hacer yo para arreglarlo?
—Mira, Pablín. Ya que no te has reproducido, tienes que servir para algo. Tendrás que espabilar y apañártelas. Diosle, la belleza, la humanidad, el buen gusto y yo te necesitamos. Me voy. Hasta lueguín.
Y así se fue. Y yo me quedé semidesnudo en el laboratorio mientras el resto de estudiantes entraban y me miraban con estupor. Tenía demasiadas ideas en la cabeza. Tenía que ordenarlas y traducir al lenguaje científico el oscuro arcano que la Santina me había revelado. Tenía que empezar a cumplir su voluntad y sí, también tenía que buscar ayuda. En ese laboratorio no la iba a encontrar, aunque por un momento llegué a pensar que sí.
—¡Pablo, depierta! La botella de dimetiltriptamina está vacía. ¿Qué has hecho?
6
Acudí a mi tocayo, fiel amigo y compañero musical, Carraspito. Su verdadero nombre es Pablo, pero en la Transición se puso tan de moda este nombre que, por necesidad, todos los Pablos de esa generación acabamos teniendo mote. El suyo era, es y, mientras yo siga en pie, será: Carraspito.
ya no estaba solo, pasamos a ser dos:
bienvenido, carraspito.
—Mira, manín, que te lo digo en serio. Que he descubierto algo muy gordo, te lo juro. Estaba en el laboratorio trabajando en la tesis de las mitocondrias.
—Cof, cof. ¿Pero cómo llevas lo de Kristina?
—¿Cómo lo voy a llevar?
—Cof, ejem. Que ya estás metido en el laboratorio, animal. Tendrás que digerirlo un poco.
—Así lo digiero. Es lo que hay. Para eso nos la arman las mozas, para que nos encerremos en laboratorios a currar. O hago esto o la bajeza esa de sacar un clavo con otro clavo. O lo que es peor, lloro... Mira, resulta que estudiando las mitocondrias me he dado cuenta de que las células son su cárcel. Célula significa ‘celda’. Si nos lo estaban diciendo a gritos. Las mitocondrias son lo que queda del “infierno de lo igual”, que era el líquido primigenio de hace tres mil millones de años, y quedaron encerradas dentro de las estructuras superiores. Esas estructuras superiores que dieron lugar a los animales y las plantas fueron la forma de escapar del líquido primigenio o, lo que es lo mismo, del infierno. Pero eso no es lo gordo. Nosotros estamos sufriendo ese mismo proceso y estamos creando nuestra celda virtual que irá seguida de un nuevo animal que nos va a encerrar... Bueno, ¡ya nos está encerrando! Y ese animal nos conduce de nuevo al “infierno de lo igual” porque el Maligno ha aprendido la técnica simbiogenética de Diosle.
—Ejem, cof. ¡Un momento! ¿El Maligno? ¿Diosle?
—Luego te lo explico. El caso es que el proceso ya ha empezado con los smartphones, las redes 5g y toda esta basura neurotecnológica y lo siguiente es que comencemos a reproducirnos asexualmente, como lo hacen las células de tu cuerpo, como lo hacen las células de los cuerpos de cualquier animal. Primero nos quedamos sin cojones y luego comenzamos a reproducirnos asexualmente encerrados en una nueva estructura que lo único que reproduce es vicio porque nadie tiene el valor de eliminar el vicio y sembrar la virtud. Un hígado, un pulmón o un riñón del nuevo animal infernal y vicioso. Eso es en lo que nos convertiremos. Está claro. Dejaremos de ser individuos humanos para convertirnos en simples células de la Bestia Colmena.
De momento ya estamos encerrados en su idea.
Y todo parte de ideas. El gobierno mundial. La obesidad del Estado. Internet, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Las estructuras globales de poder. ¡La mente colmena! Ahora falta el corazón colmena, los huesos colmena y listo.
—Ejem, cof, cof. Amigo, la combinación de esa beca de doctorado que te dieron enviando tapas de yogures, no tener un duro, la cornamenta que te acaban de poner y lo de seguir dando la murga con nuestro grupo de música con el que nada más que tocamos en pulgueros te está chiflando por la vía rápida.
—Tú no faltes al respeto a nuestro conjunto músico vocal, así no se va a ningún lado. Hay que tener fe. Yo creo que al final nos irá bien.
—Ejem, ejem. ¿De dónde