El oficio del sociólogo en Uruguay en tiempos de cambio. Miguel Serna

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      El ejercicio de la sociología frente a la cuestión social

      Denis Merklen*

      El velo semitransparente del desasosiego

      un día se vino a instalar

      entre el mundo y mis ojos.

      Yo estaba empeñado en no ver lo que vi,

      pero a veces la vida es más compleja de lo que parece.

      Jorge Drexler, “La vida es más compleja de lo que parece”

      El IV Congreso Uruguayo de Sociología nos ofrece la posibilidad de reflexionar aquí sobre las políticas sociales y, más precisamente, sobre el Estado social en el Uruguay frenteamplista, sobre las continuidades y las innovaciones introducidas en ese campo a partir de la llegada de la izquierda al gobierno. Reflexionar en definitiva sobre el Estado social del siglo XXI, tal como este se presenta a dos décadas ya de iniciado este siglo, tal como lo imaginamos y lo proyectamos hacia adelante, no solo en Uruguay sino frente a un capitalismo agresivo que ha recuperado la iniciativa de innovación sobre todos los planos de la vida, la producción de conocimiento incluida.

      Reflexionar sobre el Estado social en el marco de un congreso de sociología destinado a pensar el oficio del sociólogo en tiempos de cambio nos obliga a interrogarnos sobre el modo en que hacemos sociología. ¿Cómo piensa la sociología la cuestión social y cómo piensa al Estado frente a esa cuestión social así pensada? Es decir, hay que comenzar por examinar la manera en que el Estado se vincula con las relaciones sociales que estructuran y organizan la vida, la vida cotidiana y la de los grupos y de las categorías en que se divide la sociedad.

      Pero no estamos aquí en el espacio público o, al menos, no directamente. Estamos apenas en el seno del mundillo de los sociólogos, aquel en el que cooperamos para producir conocimiento y en el que nos damos las normas para su producción. Y lo hacemos, por cierto, habitados por un muy estricto sentido de la responsabilidad, que nos obliga a la conciencia de saber que la sociedad nos financia, porque la mayoría de nosotros trabajamos en el empleo público, y nos concede algunos privilegios a cambio de que la ayudemos a conocerse mejor y a pensarse de un modo singular, gracias a la inteligibilidad que brinda el “razonamiento sociológico”, por utilizar una expresión de Jean-Claude Passeron. Esa relación entre espacio público, espacios sociales y mundo de la universidad constituye una parte importante de aquello sobre lo que debemos discutir cuando queremos detenernos a observar el modo en que hacemos sociología.

      Nuestro propósito es antes que nada el ejercicio de la profesión o del “oficio”, le métier, como llamaron a nuestra actividad Pierre Bourdieu, Jean-Claude Chamboredon y Jean-Claude Passeron. Se trata aquí entonces de reflexionar sobre cómo ayuda la sociología uruguaya a la sociedad uruguaya a pensar la cuestión social y el Estado social. ¿Qué herramientas le damos al Estado para actuar sobre la sociedad? ¿Y cuáles le damos a la sociedad para criticar esa misma acción del Estado? ¿Cuándo y cómo vamos al espacio público para presentar lo que sabemos? Y cómo y cuándo asistimos al espacio público para someternos a la crítica de quienes saben también, no desde un supuestamente bobo “sentido común”, sino desde unas ciertamente muy ricas experiencias sociales. Debemos atención a estas cuestiones fundamentales pues es de ese modo como reembolsamos, parcialmente, esa deuda que tenemos con la sociedad. Evidentemente, ello obliga a evaluar nuestras investigaciones introduciendo la vida social y política en el seno de nuestra universidad, un ejercicio que conlleva los más altos riesgos. Sabemos del preciado valor de la autonomía universitaria. Pero sabemos también de los riesgos que corre una universidad que no piense en el modo en que el conocimiento que produce se relaciona con el mundo que la rodea.

      “Políticas sociales y derechos” reza el título del espacio en el que el Congreso de Sociología ha ubicado nuestra conferencia, y quisiera subrayar la opción por algunos términos que refieren a algunos conceptos y categorías. Hasta aquí no hemos hecho referencia alguna justamente a esos términos propuestos por los organizadores del Congreso, “políticas sociales y derechos”. Hemos preferido la expresión “Estado social” a la de uso más corriente, la inglesa welfare state. Y dijimos “cuestión social” y no “pobreza” a sabiendas de que en el Uruguay de hoy se prefiere “pobreza” para nombrar lo que nosotros llamamos “cuestión social”. No hay nada de azar ni de distracción en esas elecciones. Se trata de cuestionar, por medio de ese desplazamiento lexical, esa alianza cognitiva que se ha anudado entre las ciencias sociales –sociología incluida– y la política –prensa, gobierno y partidos políticos incluidos–.

      El Mides conoce muy bien sus acciones, la población sobre la que actúa, y tiene perfectamente definidos los problemas que se propone combatir, definidas las metodologías para esa acción, y hace un muy preciso seguimiento de los impactos o las consecuencias de su acción. Lo hace de dos modos. A través de la Dirección Nacional de Evaluación y Monitoreo (Dinem) con toda una batería de indicadores y estudios que el propio Ministerio elabora. Y a través de un riquísimo proceso de discusión interno, pero que llega al Estado desde fuera de él ya que lo traen los “operadores” (que es el nombre que se les da a los trabajadores sociales que implementan la acción social) a partir de la experiencia cotidiana que ellos hacen en los barrios y junto con las familias de las que se ocupan. Se despliega y se construye así una afilada inteligencia colectiva que permite sentir el pulso de la acción del Estado casi cotidianamente. Subrayo esto porque no es frecuente que en un ministerio se produzca un diálogo tan aceitado y de tal horizontalidad. Sin embargo, esos debates internos a la acción pública no habían merecido, hasta ahora, el examen sociológico. A esto se le suma la producción de conocimiento que aportan otros agentes públicos, tan importantes como el Instituto Nacional de Estadísticas. Entonces, ¿qué aportar y con qué propósito a partir de una nueva investigación?

      “La vida es más compleja de lo que parece…” (cantabile, sobre melodía de Jorge Drexler). Estos versos y estos compases de esa canción contienen con simpleza la hipótesis que funda el punto de partida de nuestra investigación: que la vida es más compleja de lo que parece luego de que la sociología ha pasado por allí para simplificarla. Simplificarla, claro, para poder categorizarla, pensarla y dar herramientas o puntos de apoyo para actuar sobre ella. La sociología simplifica la vida para sacarla de esa complejidad que vuelve toda acción imposible. Es el natural proceso de conceptualización propio del conocimiento científico y de la consecutiva creación de tecnología para intervenir en ese mundo complejo.

      ¿Cómo


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