Des/venturas de la frontera. Menara Guizardi

Des/venturas de la frontera - Menara Guizardi


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exacta– la experiencia previa y obsesión de Guizardi por la yuxtaposición de dos formas de hacer etnografía: el Extended Case Method (ECM) y la Etnografía Multisituada (EM). Guizardi había trabajado en la interacción entre ellos en proyectos anteriores15, atestando el potencial de su combinación en el sentido de provocar la historización del argumento antropológico y la tensión entre macro y micro contextos.

      El Extended Case Method, también conocido como Situational Analysis, fue desarrollado por Max Gluckman y sus discípulos en el marco de la Escuela de Manchester (Evens y Handelman, 2006; Frankenberg, 2006), apoyándose en los estudios etnográficos sobre procesos de colonización, migración, urbanización y conflictos raciales (y étnicos) en contextos sudafricanos (Burawoy, 1998; Frankenberg, 2006; Kempny, 2006). De inspiración marxista, enuncia al trabajo etnográfico en cuanto una praxis, destituyendo así la idea de separación entre práctica y teoría. Aboga por la realización de la etnografía en equipo y propone reorientar la metodología antropológica clásica (Burawoy, 1998: 6). En términos metodológicos, el ECM implica cuatro aspectos que lo diferencian de abordajes precedentes:

      3. Con el objetivo de comprender diacrónicamente las situaciones sociales observadas, la estrategia analítica presupone establecer un diálogo interdisciplinario con los estudios históricos (Gluckman, 2006), reconstruyendo la historia social de los espacios e identificando procesos de larga duración que inciden en la experiencia cotidiana (Glaeser, 2006: 78-79; Mitchell, 2006: 29).

      Por todos estos aspectos, el ECM constituyó, para nosotros, la base de una perspectiva etnográfica dialéctica, fundamentalmente coherente al debate propuesto por Comaroff (1985) en sus estudios sobre contextos sudafricanos. Pero nos parecía que, para dar cuenta de la movilidad de las migrantes (en especial en las ciudades del norte chileno, dado su carácter fronterizo), sería necesario que los investigadores adoptaran formas flexibles de desplazamiento en terrero. Esto fue lo que nos llevó a adherir a las técnicas de investigación de la etnografía multisituada, fundiéndolas con el ECM.

      1. Seguir a las personas: desplazándonos hacia los diferentes espacios sociales donde las mujeres migrantes peruanas desarrollaban sus experiencias de trabajo, de inserción política, de vivienda, ocio y sociabilidad en las ciudades de muestra.

      2. Seguir a los conflictos: acompañando procesos de ruptura, contienda y desacuerdo que involucraban tanto a las mujeres y hombres peruanos en sus espacios cotidianos de interacción, como también en las instituciones del Estado y junto a la población chilena.

      Como adelantamos en el apartado anterior, los resultados obtenidos expusieron la ingenuidad de nuestros supuestos iniciales. Gracias a estos resultados, dimos cuenta de que tanto nuestras hipótesis como algunas de las asertivas que usamos para operacionalizar las comparaciones incurrían también en formas de nacionalismo metodológico. El principal de ellos era nuestra comprensión del norte y del centro del país basada en una visión homogeneizante de estos espacios y que, por lo mismo, era poco atenta a la importancia de las variaciones locales en el interior de estas áreas.

      Con relación a lo anterior, y a contracorriente de nuestra suposición inicial, los perfiles migratorios y las experiencias sociales de las mujeres peruanas en las dos ciudades del norte no eran coincidentes. El cuadro encontrado en Iquique no divergía tan notoriamente de lo encontrado en Valparaíso y Santiago. En Arica, por otro lado, observamos una “excepcionalidad fronteriza”, una realidad migratoria femenina particular, abruptamente caracterizada por la desigualdad y por la violencia de género. Allí se concentraba un perfil de mujeres con trayectorias vitales muy parecidas a la de Rafaela, cuyas desventuras narramos en la introducción del presente libro, marcadas por la condensación de varios elementos potenciadores de la exclusión social. Muchas provenían de sectores rurales empobrecidos del Perú; otras tantas constituían la primera generación urbana de sus familias.

      Nuestros resultados cualitativos y cuantitativos confirmaron, por ejemplo, que Valparaíso, Iquique y Santiago recibían predominantemente a mujeres originarias de sectores del norte del Perú y de la capital, Lima. El 58 % de las encuestadas en Valparaíso provenía de solo tres departamentos (33 % Lima, 15 % Ancash y 10 % La Libertad), mientras el 42 % restante era de diecisiete diferentes departamentos. En Santiago, el 50 % provenía de cuatro departamentos (19 % Trujillo, 18 % Lima, 7 % Barranca y 6 % Santa) y el 50 % restante provenía de treinta y cinco departamentos diferentes. En Iquique, el 37 % de las mujeres venía de cuatro departamentos: Lima (14 %), Trujillo (9 %), Arequipa (7 %) y Tacna (7 %). El 63 % restante, de treinta y cinco departamentos distintos. En Arica, el 33 % de las mujeres venía


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