Des/venturas de la frontera. Menara Guizardi
(evolucionista y racista) de que la sierra sur cobija a grupos sociales con “una cultura inferior”, caracterizada por la “barbarie” y por la ausencia de “conocimientos valorables”. De lo anterior, resulta también la noción de que esta región constituye un área “desconocida”, “incontrolable” y “violenta” (Vich, 2010; Tamagno, 2003; Jiménez, 2012), en la cual ni la modernización, ni el capitalismo logran penetrar (Vich, 2010: 37). Así, la sierra sur tiende a ser aislada del proyecto de desarrollo estatal peruano; a través de este proceso se establecen imaginarios que separan jerárquicamente un área al que se entiende como el “Perú oficial” (conformado por la costa y la sierra norte), y un territorio al que se asume como el “otro Perú” (conformado por la sierra sur) (Jiménez, 2012). En suma: estos procesos yuxtaponen el contenido étnico al imaginario territorial en la conformación de las alteridades históricas y paradigmas étnicos nacionales peruanos.
26 Este imaginario sedimenta, además, el contraste identitario entre peruanos y bolivianos. En Perú, los bolivianos son generalmente asociados a la sierra sur y etiquetados ideológicamente como adheridos a una etnicidad inferior.
27 En Arica, el trabajo desprovisto de cualquier derecho social (contribución para la jubilación, seguro de salud, vacaciones o seguro de vida) era la regla, mientras en Valparaíso y Santiago constituya casi una excepción entre las mujeres encuestadas.
CAPÍTULO II
Entre lo transnacional y lo transfronterizo
Teoría y praxis1
Entre los investigadores sociales no hay serias diferencias entre quienes observan sin pensar y quienes piensan sin observar; las diferencias se refieren más bien a qué clase de pensamiento, qué clase de observación y qué clase de vínculos, si es que hay alguno, existen entre ambas cosas. La causa fundamental de la gran teoría es la elección inicial de un nivel de pensamiento tan general, que quienes lo practiquen no pueden descender a la observación. Como grandes teóricos, nunca descienden de sus altas generalidades a los problemas que presentan sus contextos históricos y estructurales. Esa falta de un sentido sólido de los verdaderos problemas es la causa de la irrealidad tan notoria en sus páginas
(Mills, 1989[1959]: 52).
Nada mejor para empezar un capítulo dedicado a debates teóricos que retornar a las reflexiones de Wright Mills, publicadas por primera vez en 1959. Dueño de una redacción crítica única –concisa y dotada de una coherencia que no siempre abunda en las ciencias sociales–, Mills se refería, en esta cita que reproducimos, al volumen clásico de Talcott Parsons (1951), The Social System. El libro era considerado por muchos, en aquellos años, como una gran obra que reunía la aportación teórica de los principales paradigmas de las ciencias sociales, que Parsons pretendía traducir a una versión unificada. Es esta versión unificada la que Mills denomina, con gran dosis de ironía, “la gran teoría”. Mills demuestra, entonces, cómo el uso que hace Parsons de un lenguaje exageradamente rebuscado (tecnicista y lleno de artificios de redacción innecesarios), convierte al libro en incomprensible incluso para los propios cientistas sociales. Este lenguaje, afirma, impide que la obra se pueda apreciar en sus articulaciones teóricas más interesantes. Para dar una muestra de lo anterior, Mills sintetiza fidedignamente las casi 500 páginas de Parsons en cuatro párrafos. Usa entonces este ejemplo para apuntar que la separación falaz entre teoría y experiencia (“observación”, en sus palabras) contribuye a vaciar de sentido la práctica científica, alejando a los cientistas de los problemas de la gente de “carne y hueso”, separándolos de esta misma gente y dotando los escritos pretendidamente “teóricos”, como el de Parsons, de una notoria irrealidad. De una distancia insalvable con relación a los contextos y a la historia.
Retomamos este debate porque estamos radicalmente de acuerdo con la reflexión de Mills. Como explicitamos en la introducción, el presente libro toma vida a partir de las historias de vida de “mujeres de carne y hueso” como Rafaela y, por lo mismo, ninguna reflexión teórica en las páginas de esta obra puede ser comprendida como desvinculada de estas biografías o de las experiencias etnográficas que vivimos mientras desarrollamos la investigación. De ahí nuestra inclinación hacia enfoques etnográficos y metodológicos en los cuales teoría y experiencia se articulan dialécticamente en cuanto praxis. Por esto, también, nuestras aportaciones teóricas más importantes irán apareciendo en cada capítulo de la mano de la etnografía. Al mismo tiempo, a partir de las críticas y avisos de Mills, nos preocupa la construcción de debates teóricos inaccesibles, debido al lenguaje empleado para subsumirlos; hemos evitado incurrir en estos usos lingüísticos excesivamente tecnicistas a lo largo de todo el libro (aunque tenemos duda de haberlo logrado con éxito en ciertos pasajes).
A esta altura, lectoras y lectores se habrán dado cuenta de un atisbo de contradicción en nuestro argumento. Si la teoría y la etnografía se entienden como dialécticamente vinculadas en este libro, ¿por qué entonces dedicar este segundo capítulo entero a debates teóricos, como si estos existieran por sí solos? La pregunta puede llevarnos a complejos senderos epistemológicos, pero nos decantamos por ofrecer una respuesta de fácil acceso al dilema: presentamos un capítulo de síntesis sobre debates teóricos porque estos son imprescindibles como punto de partida en nuestra investigación. Enfatizamos esta idea de “punto de partida” porque varios de estos debates serán complementados y rearticulados a lo largo del libro. Uno no puede pretender tumbar al suelo una casa que aún no se edificó. O, parafraseando una vez más a Mills (1989: 39), no se puede desvestir a un emperador que ya está desnudo. Por ello, nos surge la necesidad de situar al lector en estos horizontes teóricos a los que retomaremos en diversos momentos de la obra. Es más, la revisión del estado del arte de los debates teóricos sobre migración, identidades, fronteras y género que abordaremos en este capítulo constituyó, junto con las otras dos revisiones que detallamos en el Capítulo I, los pasos previos que orientaron la formulación de nuestra propuesta de investigación.
Debido a lo anterior, la manera como planteamos los ejes y perspectivas de investigación se interpela fuertemente por el campo de estudio sobre las movilidades humanas que, desde la globalización, ha despertado el interés de investigadores vinculados a las más diversas disciplinas. Todo nuestro trabajo dialoga con los conflictos y divergencias entre dos corrientes de este campo: la perspectiva transnacional de las migraciones y los argumentos provenientes de los estudios de los flujos de personas, conocimiento y mercancías en territorios transfronterizos. Puesto que situarnos y situar a quienes lean este texto es una más de las obsesiones de los autores, no podríamos dejar de ofrecer, entonces, una “cartografía” de cómo nos localizamos con relación a estas disputas, especialmente si consideramos que este conflicto argumental constituye un aspecto transversal de la obra: se notará en varios de los capítulos, influenciando nuestra tomada de posición.
Como quedará claro a lo largo del libro, los datos arrojados por nuestra experiencia investigativa nos llevaron a confrontarnos de forma particular con la perspectiva transnacional de las migraciones, enfoque que ha devenido hegemónico en la explicación de la experiencia migrante en el mundo globalizado. Si bien nos apoyamos en esta perspectiva, cuyos ejes teóricos sirvieron como orientación para explicar muchos de los fenómenos que observábamos en campo, en la frontera tacno-ariqueña encontramos particulares formas de vida –y, sobre todo, unas formas específicas de constituir la experiencia migrante femenina– que desafiaban los postulados “más clásicos” del transnacionalismo migrante.
En gran medida, esta disonancia teórica se vincula a razones de orden empírico. Responde al hecho de que la vida en las fronteras presenta formas y dinámicas diferentes de aquellas que experimentan los migrantes transnacionales provenientes del sur del mundo emigrados a las grandes ciudades del norte global, situadas a distancias considerables de las zonas fronterizas. Precisamente, fue la experiencia de estos migrantes en las grandes ciudades –sus vidas familiares, inserción económica, redes societarias, actividades políticas y prácticas culturales– lo que inspiró la construcción del concepto de transnacionalismo migratorio. Esta diferencia de orden empírico explica por qué