El Universo, su conciencia cuántica y tu cerebro. Pedro Blanco Naveros

El Universo, su conciencia cuántica  y tu cerebro - Pedro Blanco Naveros


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no humanos y una serie de técnicas de aprendizaje para aumentar nuestra capacidad de memorizar y nuestra capacidad de imaginar con el fin de conseguir alcanzar metas propuestas y superar trastornos de conducta, no olvidando así darle al libro una orientación de autoayuda muy interesante, citando otras técnicas como el tratak, la helioterapia, la fototerapia, la cromoterapia, etcétera, sin olvidar advertir del peligro que suponen ciertas creencias como el sungazing y sobre todo la inedia, que llevadas a extremos límites, pueden ocasionar serios problemas de salud e incluso la propia muerte por inanición, como es el caso de la alimentación solar sin ingerir ningún alimento sólido, ni líquido alguno.

      Obligado citar a otro genio de la ciencia, a Santiago Ramón y Cajal, paradójicamente, en plena vigencia, pero no por su teoría neuronal, sino por su descubrimiento de las minúsculas espinas dendríticas, entre 10.000 y 20.000 en cada una de las dendritas, preferentemente de las neuronas piramidales, que intuyó debían actuar como los verdaderos receptores de la transmisión nerviosa, al ser, en el lugar que ocupa cada espina, donde se realizan las conexiones axodendríticas. Estas espinas son los “almacenes” de las unidades de memoria de la historia de cada ser vivo, por lo que su investigación es crucial para poder solucionar los problemas de determinadas enfermedades neuro-degenerativas, tales como la enfermedad de alzhéimer, en el que estas espinas desaparecen drásticamente según va evolucionando la dolencia.

      Y es fundamental el estudio del pensamiento científico de uno de los más brillantes físicos contemporáneos, de origen inglés, Roger Penrose, por su teoría de la mente, (el objetivo principal al escribir este libro), que tal vez sea lo que más famoso le ha hecho y asimismo más polemizado, por afirmar que la mente es una manifestación de la naturaleza no explicable por las leyes físicas, basándose en el teorema de la incompletitud de Gödel, de que hay verdades incuestionadas para el entendimiento humano, imposibles de demostrar matemáticamente. Junto al profesor estadounidense Stuart Hameroff, médico anestesista, ambos postularon que tanto la conciencia como el cerebro son entidades separables.

      Y dado a que uno de los propósitos de este ensayo es que sirva de autoayuda en cierto aspecto, para todos aquellos que puedan estar interesados en ello, se describe una técnica que se apoya asimismo en principios cuánticos de transmisión de energía, en el que los campos que interactúan son seres humanos, en el que uno o varios de ellos, transfieren energías positivas captadas del medio, hacia personas con cargas negativas, y conseguir así restablecerles su equilibrio energético y su simetría local, rota por trastornos diversos de conducta. Es lo que se denomina el “Quantum Touch”.

      La Conciencia cuántica que salió del Big Bang, es el resultado final de esta obra, que pretende ayudar a descifrar los grandes interrogantes que persisten en el siglo XXI acerca de nuestros orígenes y el sentido que pueda tener que haya surgido una vida inteligente en medio del inmenso cosmos.

      Dialogando con mi Cerebro

      Quiero primero aclarar, que este ensayo sigue un orden cronológico en su concepción, básicamente, mi evolución como ser humano desde etapas muy tempranas de la vida consciente, con las consecuencias y reflexiones que ello supuso y el eje principal de su contenido no es sólo la conciencia, sino todo aquello que ha dado lugar a que este milagro se produzca y seamos seres inteligentes, con lo que ocupa un lugar predominante, la biología, la cosmología, la astrofísica, las matemáticas, la física clásica, la física cuántica y por supuesto la psicología, amén de otras disciplinas, de una de las cuales no quiero olvidarme, la filosofía, que como su nombre griego “ΦιλοσοΦία” (amor por la sabiduría), ha influido profundamente siempre en el pensamiento de los seres humanos, por su estudio, haciendo énfasis en los argumentos racionales, de cuestiones fundamentales para la mujer y el hombre, como pueden ser, la verdad, la existencia, la moral, la mente, la belleza, etcétera; sin desdeñar la importancia de los datos empíricos; no podemos olvidar que muchos de los filósofos más prestigiosos fueron a su vez grandes científicos.

      La sabiduría es la aplicación de la inteligencia en la experiencia propia, lo que nos capacita para reflexionar, obteniendo conclusiones sobre los hechos sometidos a estudio. Como dijo Aristóteles en su obra la Metafísica, “todos los hombres desean, por naturaleza saber”, para llegar al conocimiento verdadero de las cosas.

      Qué cerca se encuentra la definición de la sabiduría filosófica de lo que entendemos hoy día por conciencia, la subjetividad individual de un organismo, la conciencia reflexiva, conocer lo que se conoce; pero la gran diferencia no está en el objeto del conocimiento, muy similar entre sí, sino en el procedimiento posterior para validar dicho conocimiento, que necesariamente debe apoyarse en los resultados empíricos obtenidos y avalados para cualquier observador que quiera repetir el experimento, con las mismas premisas previamente establecidas y aquí es donde diverge significativamente el campo de la filosofía del conjunto de las disciplinas científicas.

      Si verdaderamente queremos reflexionar sobre la conciencia, ¿qué es?, ¿dónde se asienta?, ¿cómo emerge?, etcétera, no nos queda otro remedio que adentrarnos en los orígenes del tiempo, no para saber cómo surgieron los seres vivos, sino para saber cuándo nació el tiempo mismo, y el espacio, y lo que conocemos como nuestro Universo. Ello es una aventura alucinante que ha tenido y sigue teniendo a la especie humana, tratando de desentrañar todos los misterios que le rodean y han hecho posible la vida que conocemos. Aún no sabemos el resultado final del por qué estamos aquí, aunque la ciencia siempre ha ido resolviendo los grandes enigmas de una manera elegante y sencilla, porque aunque parezca que la naturaleza es muy compleja, a la hora de la verdad aparece como su propio nombre indica, de “carácter natural” y por tanto contrapuesto a lo milagroso o sobrenatural, y abarca desde el mundo subatómico al galáctico y también, tal vez, ¿por qué no?, al mundo multiversal.

      Desde niño he sido muy pensativo y metodológico y no me he aburrido nunca, he encontrado siempre algo en lo que distraerme o divagar e incluso he llegado a jugar con trozos de papeles de periódico, a los que asignaba diferentes personalidades del mundo del deporte o del cine.

      Me atrajo pronto la psicología aún desconociendo su significado y una de las metas que tenía que cumplir, era estudiar dicha disciplina, como así hice años más tarde.

      Curiosamente, la propia vida es la mejor escuela a la que se puede asistir no sólo como alumno, sino como parte activa de los procesos y experimentos psicológicos. Así, muchas de las habilidades de las que me he servido posteriormente en mi beneficio o en el de mis pacientes, las he aprendido de esta forma, refrendadas, ampliadas y perfeccionadas con las enseñanzas universitarias, las de postgrado y sobre todo, con la sabiduría que da la realización de la propia profesión.

      En el ensayo ya citado: “El centinela que nunca duerme: el Cerebro”, de Almuzara Editorial, traté de plasmar mis experiencias como psicólogo clínico, a la vez que desarrollé una novedosa teoría psicológica, que titulé “la psicología cerebral”, que en muy resumidas palabras es la psicología del cerebro, la psicología de las neuronas, las células especializadas del sistema nervioso.

      Ya en ese libro, se llegaron a conclusiones como éstas:

      “Es el cerebro, el órgano donde se asienta todo lo que somos o dejamos de ser.

      Nuestra personalidad está dispersa en ese tejido nervioso y el placer no está en la zona corporal acariciada, sino en uniones de células situadas en el neocórtex. “

      Lo que realmente somos, es un cerebro lleno de más o menos neuronas, conectadas con los diferentes órganos necesarios para realizar las funciones que conocemos como actividades humanas.

      Pues bien, esta teoría la empecé a esbozar en aquellos años jóvenes de curiosidad y observación relajada, ávido de todo tipo de aprendizaje y experiencia.

      Sin saberlo y sin proponérmelo, comencé a descubrir y comprender el funcionamiento de ese órgano tan maravilloso y complejo que denominamos cerebro.

      “El cerebro es un gran desconocido para el hombre”, “sólo empleamos una ínfima cantidad de nuestro cerebro”, “posiblemente dentro del cerebro se encuentre el alma en su sustrato terrenal y es por ello el gran desconocimiento


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