Pasiones al acecho. Lola Hasley
hacía a todos los autos que nos íbamos cruzando, me cobró veinticinco euros…por cada una. En fin, así es cuando uno no sabe turistear mucho, pero bueno. Entramos a las catacumbas riéndonos al respecto, y nos quedamos heladas por lo que estábamos viendo. Son una especie de túneles debajo de la tierra, que se construyeron en 1786 para combatir las enfermedades y epidemias de la época. La parte que se puede ver es el 0,5 por ciento de todo su tamaño. Es un cementerio lleno de cuerpos, con historias extravagantes de todo lo que pasaba en esa época. Muy impresionable para ver. ¡¡Hay, en teoría, 6 millones de esqueletos humanos!!
Ya agotadas con todo nuestro recorrido, decidimos ir a mi hotel, en donde Paz se quedaría también para compartir gastos; y, al día siguiente, nos iríamos a conocer el Palacio de Versalles, otro lugar que me habían dicho que no podía perderme. Nos cambiamos, y nos fuimos a comer al Yeeels, un lugar que nos habían dicho que tenía mucha onda. Así era, la pasamos increíblemente bien. Al final, nos volvimos muy cansadas a dormir. Esa noche dormí muy inquieta, me desperté transpirada en varias ocasiones, y con Nino, permanentemente en mi cabeza. No entendía qué me pasaba, yo que consideraba que ya era una historia superada, pero no. ¿Habría sido el bendito chiste del candado? No entendía por qué estaba así.
A la mañana siguiente, medio malhumorada por la bendita noche que había pasado, emprendimos la ida al Palacio de Versalles. El viaje arrancó complicado; sacamos el pasaje de tren, que no entendíamos cómo era, y nos teníamos que bajar a la siguiente estación para hacer conexión con otra línea que nos llevaría. Como nos dijeron, a la siguiente estación nos bajamos del tren, y cuando pasamos el ticket por el molinete…. ¡Todas luces coloradas empezaron a sonar sin parar y nada se abría! De repente, aparece un señor oficial del tren y nos explica que habíamos sacado mal el pasaje, que el que teníamos era para adentro de París, y estábamos en las afueras… la multa que debíamos pagar era de treinta euros cada una… mi cara un poema. Paz me dijo:
—¿Qué dice este salame?
—Que tenemos que pagar treinta euros de multa cada una porque sacamos mal el pasaje, que salía exactamente lo mismo que este, pero estamos en las afueras de París y el que tenemos es solo para andar por ahí.
—¿¿¿QUÉ??? ¡¿ESTE FRANCHUTE ESTÁ LOCO?! ¡YO NO PIENSO PAGAR ESO DE MULTA!
Yo me agarré un ataque de risa inolvidable. Estaba en verdad indignada, pero nuestra equivocación la íbamos a tener que pagar. Sin que yo me diera cuenta, le empezó a decir al “franchute” que ella no pensaba pagar nada; y cuando el señor le dijo que, si no pagábamos, nos iba a llevar detenidas y nos iba a salir bastante más caro, la convencí de que paguemos y seguimos nuestro recorrido con el pasaje que correspondía. En ese viaje, que duraba un poco más de una hora, empecé a notar que realmente me sentía muy inquieta, no sabía qué iba a suceder, pero estaba segura de que algo me esperaba. Como me había dicho Lali en mi viaje a Grecia, yo soy una persona muy intuitiva que, en general, quiero tapar lo que me pasa y así me va… me había jurado hacerle caso a mi intuición que, al final, a los golpes, me había demostrado que siempre tenía razón.
Llegamos después del tren, el colectivo y una caminata al Palacio. Ya la entrada me puso la piel de gallina. Ahí aprendí que su construcción fue ordenada por Luis XIV. Tiene 3 palacios, jardines y un parque que roban el aliento. El jardín es clasicista, ordenado y racionalizado. Tiene distintas esculturas y fuentes magníficas. Se hace cada vez más silvestre cuando uno se va alejando del Palacio. Estar ahí te hace sentir en esa época. Los cuartos, las paredes, los caminos, los pasillos te llevan a soñar que uno vive ahí.
En esos pensamientos caminábamos mi amiga y yo, cuando alguien me tapó los ojos. Solo ese contacto de piel me hizo saber quién era, su perfume, su textura. Mi corazón empezó a latir tan desenfrenadamente que pensé que se me iba a salir del cuerpo. Las mariposas de mi estómago creo que las sentían hasta las personas que estaban circulando a mi alrededor. El tiempo se me detuvo, y mi sonrisa era indisimulable…
—NINO
—Qué rápido que me reconoce señorita, pensé que había logrado olvidarse de mí.
—¿Cómo supiste que estaba acá?
—Sus amigos de mi hotel están muy bien informados. Era complicado que no le den la información cuando la solicita… ¿el engreído del jefazo era?
Sin poder evitarlo, me di vuelta y le comí la boca. Sí, yo, yo se la comí a él. Nuestras almas se juntaron, fue como una caricia sin retorno. Y en ese mismísimo momento, sin esperarlo, decidí que iba a luchar con los demonios del pasado, porque, sin saber cómo, él estaría en mi vida para siempre.
Capítulo 4
Paz no podía creer la escena que estaba viendo. Obviamente, no tenía idea de nada de lo que estaba pasando por sus narices. En mi mágico momento ensoñado, la escuché decir:
—De este churro pusiste el nombre en el candadito, ¿no?
Ay, Dios, qué papelón que sentí. Me empecé a reír y seguí como si no hubiese escuchado la pregunta.
—Nino, te presento a mi amiga de toda la vida, Paz, que me encontré justo cuando iba a entrar a la Torre Eiffel.
Se saludaron, y seguimos el recorrido los 3 juntos. Aunque sabía que debería romper muchas barreras, elegí vivir este momento en paz y abrirle las puertas. Si uno no abre las puertas, las cosas buenas nunca llegan, me había dicho una vez, mi gran amiga Lula, que era casi como un gurú para mí. Así que, acordándome de esas palabras, decidí que lo iba a llevar a cabo. Nadie nunca iba a entender lo difícil que iba a ser para mí superarlo a ÉL, nadie podía imaginar lo que me había hecho, y de la manera en la que me había roto, pero si no lo decidía yo, y salía de ahí, mi vida iba a ser una tortura. A pesar de todo, siempre había elegido seguir adelante y ser feliz, no podía permitírselo, no podía permitirle que me rompa la vida que me esperaba también. Su sombra siempre iba a estar si yo no la borraba, y la vida me estaba dando la oportunidad de hacerlo…
—Me gustaría, señorita, que algún día me diga qué es lo que le genera esa sombra en la mirada. Sus ojos me hacen verle el alma, nada se me va a escapar, y conmigo va a poder afrontar cualquier cosa. Nunca le voy a soltar la mano, lo aprenderá con el tiempo, pero…
Una lágrima se cayó de mi ojo, imperceptible para todos, menos para él y para mí. Me creí esa promesa, sabiendo que en algún momento se podía romper, si ÉL aparecía nuevamente, no me iba a permitir eso. Sentí pánico al pensar que eso podría suceder, aunque estaba segura de que, tarde o temprano, no lo iba a poder evitar.
Deseché ese pensamiento, y seguí en mi paseo por los jardines, más fuerte que nunca, y con la seguridad de que iba a encontrar la manera de lograrlo. Salimos los tres juntos caminando y, por suerte, Nino estaba bastante más preparado que nosotras, con un auto esperándonos en la puerta para volver.
—Paz, le pido disculpas, pero hoy la señorita va a comer conmigo, si no le molesta.
—Tranqui, churrito, no tengo problema. Es más, de hecho, lo mejor que me podés hacer es llevártela a dormir con vos también, ¡¡quiero la cama de hotel para mí sola hoy!!
—Ay, Pachuliiiiiiiiii —le dije— ¿estás loca vos? Yo vuelvo a dormir.
—Eso lo estaremos viendo —contestó mi Adonis preferido.
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