Pasiones al acecho. Lola Hasley

Pasiones al acecho - Lola Hasley


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quedó muy en claro que no sabías quién era, acepto tus disculpas, pero no te cité por eso.

      —¿No? Me quiere despedir, ¿no?

      —Lo pensé… nadie me había dicho tan directamente lo que pensaban de mí, aunque, claro, ya llegaron esas cosas a mis oídos. Pero la cité por otra cosa. La chica que acaba de ver salir, Anette, mi ex secretaria ha sido despedida. Yo tengo un viaje urgente a Grecia al cual debería partir mañana, y necesito que usted venga como mi asistente personal. Tengo muy buenas referencias con respecto a su trabajo y es justo lo que estoy necesitando. Me gusta su bajo perfil. Sé también que en la fiesta había una amiga suya de Argentina, me tomo el trabajo de analizar muy bien quién está en mi hotel, así que le dije a Josh que la contrate para reemplazarla el tiempo en que no estemos. Serán entre tres semanas y un mes. Recorreremos distintos lugares. Hoy tómese el día libre, y mañana a las 8 de la mañana la recogerá mi chofer por su departamento para llevarla al aeropuerto.

      No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Yo, de secretaria? ¡Si él supiera que mi primer y único trabajo había sido en el bar atendiendo mesas y charlando con mis compañeros! Ni los tragos sabía hacer. Pero cómo decirle que no… titubeé. Además, tenía muchísimo miedo de compartir un mes con este espécimen. ¿Cómo iba a poder controlar mi cuerpo? Mis pensamientos iban transformándose en cosas peligrosas, y no justamente por trabajo.

      —No se preocupe que esto obviamente se le pagará aparte, señorita. Y, a la vuelta, supongo que la agencia ya me habrá conseguido una secretaria nueva, con lo cual, usted podrá volver a su trabajo en el bar.

      —Perfecto, señor. Así lo haré. Mañana a las 8 estaré esperando. Muchas gracias.

      —Ah, señorita… prepárese… este mes será muy interesante. Tómese el resto del día libre para descansar un poco antes de comenzar su nuevo empleo.

      Salí despavorida. Esperé al ascensor riéndome como una loca. Lo que estaba pasando era muy irreal. ¿Yo, de secretaria en las costas de Grecia? ¿Podía llevar bikini? No tenía ni ropa para ese trabajo. Debía ir urgente con Nati a recorrer tiendas. Bajé a toda prisa a contarles a Melanie y Josh mis novedades, pero ya estaban al tanto. Llegué a casa a las 13.

      —¿Este hdp te echó de verdad?

      —No… no te imaginas, Nat. Vestite, que tenemos que rajar. Tengo que ir urgente a comprarme ropa. Tengo que irme un mes con él para hacerle de secretaria porque rajó a la suya… aunque no sé, cuando subí a su despacho, la mina estaba abrochándose la camisa mientras salía. Cosa de locos. Medio raro. El tema es que me pidió que la reemplace un mes, porque tiene que viajar urgente y demás. No tengo ropa para ese trabajo. Así que acompañame a comprarme un par de cosas.

      A los 20 minutos estábamos ambas en un taxi camino a Canary Wharf, dado que en el centro comercial Canada Square hay más de doscientas tiendas. Ahí seguro que algo encontraría. Había pensado en ir a Bond Street o Mayfair, pero no podría pagar nada de los locales de esa zona, así que opté por ir a algo más del estilo de mi bolsillo. Además, en el shopping estaban Oasis y Zara, en los cuales iba a conseguir ropa de secretaria. Fueron las peores 7 horas de mi vida. Recorrimos todo. Me dolían los pies de caminar… Nati me hizo probar todo de todos los locales. Pero entonces estaba feliz con mis diez conjuntos nuevos, aunque la ropa formal no sea la que más me gusta. También habíamos elegido un par de bikinis y ropa de playa, por si acaso tenía tiempo libre. Un traje de baño entero, por si tenía que acompañar a mi jefe a algún lado que lo requiera. A las 8 de la noche, estábamos en mi sillón con una pizza, un par de cervezas y mi valija lista, deliberando por qué me había seleccionado a mí.

      A las 10 estaba felizmente dormida, sin saber qué me depararía mi próximo mes.

      Capítulo 2

      ¡Apagate despertadoooooor! Fue lo primero que pensé. Estaba agotada, y no tenía nada de ganas de subirme a ese barco. Ahora que tenía a mi hermana del alma en mi casa y era tan feliz en Londres, tener que irme un mes me mataba. Había tenido una noche más que difícil, me había despertado muchísimas veces pensando en cómo zafar, pero no había escapatoria. Necesitaba ese trabajo, y no tenía manera de decirle que no. Me levanté, me puse un conjunto que me había comprado el día anterior, el cual era bastante formalito. Salí del cuarto; y Nati, como siempre, estaba esperando con la cámara de fotos para reírse de mi cara eternamente con esa vestimenta que no me gustaba para nada. Pantalón negro ancho, camisa blanca, unos tacos de 15 centímetros que me mataban los pies; y, maquillada. Nada peor para un día a las 7 de la mañana… Tomé mi café, y sonó el timbre, agarré mi valija y bajé.

      Abajo me esperaba un chofer en un Audi último modelo, por lo menos iba a ir cómoda. Durante el trayecto, me indicó que el señor me esperaría en el VIP del aeropuerto y de allí saldríamos a las 11 de la mañana rumbo a Grecia. No tenía ni idea qué iba a hacer, pero empecé a leer la carpeta de actividades que también me había entregado. Aparentemente, tendría que acompañarlo a todas sus reuniones y encargarme de que nunca le falte nada. No parecía difícil, pero era algo que nunca había hecho. Estaba nerviosa porque, además, no tenía idea de cómo era. Los chismes del hotel no eran muy buenos, aunque a mí me había caído bien.

      Llegamos a horario y despaché mi valija. Subí a donde debía, y cuando llegué estaba sola. Pase así treinta y cinco minutos, y él no aparecía. Entré en pánico, tenía miedo de haberme equivocado de lugar. Yo los únicos vuelos que me había tomado eran los más baratos y eso del VIP no entraba en mis planes. Comencé a impacientarme, hasta que una señorita bastante mona vino a buscarme, y me llevó directamente al avión, sin que llamen ni nada… se ve que Nino estaba acomodado. Él estaba ahí, hablando por teléfono y con cara de pocos amigos. Saludé y me senté muy callada. Comenzaron a subir todos los pasajeros, obvio que nosotros estábamos en primera. La azafata me ofreció algo para tomar y, aunque hubiese elegido el champagne que me dijo, agarré un vaso de jugo de naranja.

      Cuarenta minutos después, estábamos despegando. Nino había dejado de hablar por teléfono y había comenzado a explicarme lo que tenía que hacer. El vuelo a Atenas duraba tres horas y media, y de allí partíamos de inmediato a nuestra primera reunión, que era por la zona. Un chofer nos esperaría con las maletas en el auto.

      Llegamos al hotel Grande Bretagne, en Atenas. Era increíble. Pero mucho no pude mirar. Nos dirigimos directo a una oficina, en la cual nos esperaban varias personas… ahí pude darme cuenta de que yo era la secretaria del dueño del hotel. Me dieron una computadora y anoté todo lo que me parecía importante de lo que hablaban. Todo en inglés, obvio; y aunque llevaba buen tiempo viviendo en Londres, pasé por alto bastantes cosas que no entendía, pero cuando le pasé mi informe, no se quejó, con lo cual, creía haberlo hecho muy bien. Después de 5 horas de reunión, nos fuimos a la casa en la que nos alojaríamos, en la zona de Psihiko. Llegamos a una mansión increíble, moría por poder mostrarle todo esto a mi gente y mandar fotos, ¡mis amigas colapsarían! Pero desde que había dejado Argentina, no mandaba nada, nadie podía saber mi ubicación real…. Era mejor así, no iba a volver a pensar en eso. Los días de trabajo fueron muy intensos, iba todo bien. Nino no era tan ogro como decían, a mí me trataba bien, era muy caballero. Podía decir que me gustaba, aunque sería algo imposible.

      Dos semanas después, debíamos trasladarnos a una playa en la que se brindaría una fiesta en honor a él. ¡Cuando me enteré me quería morir, no tenía idea de qué ponerme, eso no estaba en mis planes!

      —Señor, disculpe, ¿podrá darme dos horas libres para ir a comprarme ropa antes de irnos? Yo no sabía que tendríamos eventos tan importantes de noche y la verdad es que no me traje nada.

      —No te preocupes, Lucía, ya me ocupé de eso. Cuando lleguemos al hotel, tendrás tu conjunto esperándote… Espero que sea de tu agrado.

      Noté una picardía especial en sus ojos. Era la primera vez que me hablaba de esa manera. Y me puse bastante incómoda. ¿Cómo iba a saber mi talle? Nunca me había mirado más que para darme órdenes de trabajo, y la verdad es que dudaba mucho de que conociera mis gustos, pero


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