Biblioteca Studio Ghibli: El viaje de Chihiro. Marta García Villar

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un poco más rechoncha26, el director de animación mantuvo esta característica en la marcada redondez de su rostro y en sus pies grandes. Para Hayao Miyazaki era también importante que no fuera una niña mona convencional, de modo que los espectadores no se fijaran tanto en su aspecto. Según declaraciones propias27, cada vez que tenía que tomar decisiones en torno a los desafíos a los que se enfrentaría Chihiro o sobre cómo reaccionaría, se preguntaba a sí mismo qué haría la hija de su amigo o sus amigas de la misma edad, si serían capaces de afrontar esos retos o se asustarían.

      Las diferencias entre la concepción de Chihiro para Andō y Miyazaki no acaban en el diseño, pues abarcan más allá hasta adentrarse en el carácter de la protagonista, cuya evolución en la película se muestra más evidente conforme Hayao Miyazaki iba imponiendo su visión sobre la del director de animación. Este último apostaba por reflejarla cargada de dudas, reflexiva y temblorosa, más insegura, tal y como debería mostrarse cualquier niña de su edad. Por el contrario, Hayao Miyazaki influyó en retratarla cada vez más viva, valiente, fuerte e impulsiva, en la línea de otras heroínas como Nausicaä (Nausicaä del Valle del Viento) o San (La princesa Mononoke). Un buen ejemplo de esto se percibe en el contraste entre dos secuencias que representan el modo en el que Chihiro se enfrenta a un desafío (véase capítulo 6) en dos situaciones diferentes: trémula e insegura al bajar las escaleras que llegan a la sala de las calderas y decidida y temeraria al cruzar sin dudar una tubería para rescatar a Haku. A pesar de que en el documental The Making of Spirited Away se afirma que Hayao Miyazaki depositaba plenamente su confianza en las habilidades de Andō, parece ser que la visión del director acerca del personaje fue más dominante, lo cual pudo decepcionar al animador, más partidario de que se tratara de una niña común y humana que hubiera seguido mostrando sus miedos hasta el final de la película.

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      Chihiro parece la protagonista de dos historias distintas que se articulan en torno a su actitud valiente o vulnerable, fruto también, como hemos señalado, de los diferentes enfoques de Miyazaki y Andō sobre el personaje. A lo largo de la película asistiremos a un desfile de figuras que se sumergen en una dualidad de carácter e identidad: Chihiro y Sen, como lo serán Yubāba y Zeniba o Haku y Kohaku, e incluso Sin Cara, muestran al espectador diferentes rostros de un «yo» real y un «yo» configurado culturalmente a través de su entorno28. Yubāba, por ejemplo, en su entorno social ha de ser una implacable jefa, pero en el personal puede ser la más dulce de las madres. Haku, en la casa de baños, está manipulado hasta el punto de que es dominado por su maestra para cometer robos, pero la recuperación de su identidad le dará un nuevo enfoque a su vida y le recordará que él es también un ser generoso y comprensivo.

      El caso de Chihiro es todavía más interesante y complejo que los dos anteriormente citados. Su historia, como ha señalado el director en varias ocasiones, no es un viaje iniciático de aprendizaje con el que incorpora nuevas facetas a su vida y a su personalidad, sino que se trata de un recorrido en el que el verdadero «yo» de la niña, latente, emerge cuando ella es puesta a prueba en un ambiente desafiante. No adquiere nuevas capacidades y actitudes, sino que reconoce que ya las tenía en su interior. Irónicamente, el «yo» artificial de la pequeña (el configurado por el entorno) era el que reflejaba su actitud mientras viajaba en el coche camino a su nueva casa. Su alrededor no le había permitido descubrir su fuerza real, su auténtica valía, algo que, sin embargo, adquiere en el mundo de los espíritus y los dioses, no en el de los humanos.

      A lo largo de la película asistiremos a varios ejemplos que evidencian un contraste de actitudes entre la Chihiro más insegura y la Sen más decidida. Podemos analizar, por ejemplo, un caso ya mencionado de esta dualidad, que se da en la dicotomía entre dos escenas en las que la niña se enfrenta a un obstáculo a gran altura: las escaleras hasta la sala de las calderas y la tubería suspendida sobre el mar.

      El primer caso supone el primer reto real que Chihiro debe superar por ella misma: debe bajar unas cochambrosas escaleras hasta la sala donde Kamaji, por recomendación de Haku, podrá ayudarla. No es tan infrecuente en la filmografía de Hayao Miyazaki el encontrar estructuras vertiginosas o situaciones que reflejen la vulnerabilidad de las alturas, pues encontramos esta situación en otras de sus películas, como en el rescate de Nicky a Tombo del zepelín (Nicky, la aprendiz de bruja) o, sobre todo, el peligro de las amenazantes y frágiles construcciones de la isla de Laputa (El castillo en el cielo). Chihiro se muestra especialmente temerosa en esta escena; continuamente insegura y temblorosa baja los peldaños sentada evitando mirar más allá… hasta que un mal paso la precipita escaleras abajo.

      En el segundo, Sen encuentra una tubería suspendida a muchos metros de altura como único camino para acceder a unas escaleras que llegan hasta las dependencias de Yubāba, donde ha ido a parar un malherido Haku. Decidida a ayudar a su amigo, en esta ocasión no duda en prepararse, tomar carrerilla y cruzar a todo correr por la inestable estructura, que se va rompiendo a cada paso que da. Esta vez sube y no baja, el peligro es real; esta vez la caída es peligrosa y no tiene escalones bajo sus pies… pero el motivo que la empuja la ha hecho descubrir el valor que atesora en su interior. El contraste entre estas dos escenas es, por tanto, muy representativo de la evolución de la pequeña, algo que también quedará reflejado en el uso de la banda sonora (véase capítulo 6).

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      Otro ejemplo que ilustra muy bien cómo emerge poco a poco la fortaleza de la heroína lo descubrimos, de manera gradual, en la cuidada evolución de sus expresiones. En un principio estas son un exagerado reflejo de la aprensión, la duda y el miedo pero, conforme va afrontando desafíos, la pequeña Chihiro va mostrando un rostro mucho más complejo y sereno29, incluso en situaciones terroríficas. Al respecto de esto es representativo que Hayao Miyazaki declarara30 que, a pesar de que no quería destacar ningún momento concreto de la película sobre el resto, sí consideraba simbólica la dualidad de dos escenas, a las que le gustaría que el espectador prestara atención: la imagen de la niña tumbada en el asiento trasero del coche, vulnerable y pequeña y, por otro lado, el plano final, con su mirada llena de vida tras haberse enfrentado al mundo, los auténticos retratos que muestran el desarrollo de su carácter a través de su expresión.

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      Verdaderamente, la imagen que tenemos de Chihiro es la de una niña especialmente lánguida y mimada, acostumbrada a tener todo lo que desea y crecida en una época en la que la satisfacción de sus deseos ha motivado su decline espiritual. De hecho, es representativo que la reacción que presenta ante la mudanza contraste poderosamente, por ejemplo, con la de Mei y Satsuki de Mi vecino Totoro, forzadas a un cambio por una situación más dura y, sin embargo, entusiastas y positivas. Chihiro, por el contrario, hará que sus padres la llamen varias veces antes de que se levante del asiento trasero del coche para prestarles atención, pero sin ni siquiera cambiar la expresión.

      Extremadamente insegura, Chihiro establecerá una guerra frontal con sus padres sin ningún tipo de diálogo tranquilo, así como mostrará su tozudez cuando se niegue a entrar en el túnel a diferencia de ellos.


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