Tu vida, tu videojuego. Rodrigo Río "Lithany"
desplacé a través del mapa general hasta llegar al punto que representaba la ciudad en donde se encontraba la mazmorra en la que, supuestamente, estaba aquel lugar especial. Una vez allí, entré y abrí el mapa de la mazmorra. Este segundo mapa era aun más básico que el mapa general. Consistía en una cuadrícula en tono suave en la que se dibujaban en tono más fuerte las líneas que representaban los muros de la mazmorra, resultaba sencillo pero funcional. Comencé a recorrer el mapa en piloto automático mientras pensaba cómo era posible que una empresa lanzase un videojuego con un error tan grave que evitase poder finalizar la aventura.
Tras recorrer la mazmorra por enésima vez sin prestar atención alguna al recorrido, me choqué por error, dos veces seguidas, contra un mismo muro. Casualmente esa segunda vez que choqué contra el muro... ¡lo atravesé! ¡No lo podía creer, había encontrado el dichoso lugar especial al que me habían enviado tiempo atrás!
Esa minúscula casualidad me permitió continuar con el juego y finalizarlo rápidamente; total, mi grupo era nivel máximo desde hacía ya mucho tiempo, ya que todo esto que te cuento sucedió casi un año después del primer intento.
Mi primer pensamiento al atravesar ese muro fue: «¡Esto me pasa por recorrer la mazmorra confiando en el mapa!». Un pensamiento tan sencillo como potente.
La tercera ley que has de implementar y que ya has aprendido de los videojuegos es:
El mapa no es el territorio.
Parece obvio darse cuenta de que el mapa no es más que una simplificación del territorio, es decir, una simplificación de la realidad. Solo se trata de una aproximación, y por muy detallada que esta sea nunca podrá representar un «todo».
A veces en los mapas no aparecen los otros jugadores, algunos recursos o faltan los villanos y los monstruos. También pueden faltar los lugares especiales, lo que queda por arriba, lo que esté por debajo o los detalles que verás al llegar al lugar adonde te dirijas. Por supuesto casi nunca verás los secretos, las zonas y objetos ocultos. Incluso en el hipotético caso de que dispongas del mapa más detallado del mundo, con secretos incluidos, el nivel de detalle fuera del mapa siempre será mayor.
Las primeras veces que juegas a un videojuego en el que dispones de un mapa, lo normal es que olvides la diferencia entre mapa y territorio. Pero al poco de estar jugando y tras llevarte un par de sustos por centrarte demasiado en el mapa, empezarás a tomar consciencia de sus limitaciones específicas, porque cuando juegas a un videojuego, permíteme que insista, tienes bien claro que el mapa no es el territorio, es solo una simplificación del mismo con ciertas limitaciones que detectas rápidamente.
Gracias a que el mapa de cada videojuego destaca aquello que se considera importante, logras navegar por el mundo de una manera funcional. Es un sistema para simplificar, destacar y etiquetar elementos, así puedes viajar por el mundo sin sentirte abrumado por el exceso de información que encontrarás en tus viajes.
La finalidad del mapa en los videojuegos es excelente, pero el uso que se le da habitualmente favorece que olvides que no es más que una simplificación y, claro, después todo son sustos.
Eso es lo que me pasó a mí, que como no veía esa puerta en el mapa, di por hecho que no estaba ahí, hasta el punto de estar seguro de que era un fallo del videojuego. ¡Y ese pensamiento de que la culpa era del juego prevalecía en mi mente, victorioso y justificador, hasta que, por una afortunada casualidad, di con el lugar!
Si crees que tu mapa es el territorio, te vas a perder muchas cosas.
En los videojuegos, necesitas solo unas cuantas experiencias, en las que cometes el error de no darte cuenta de que el mapa es solo una simplificación de la realidad, para asimilar que el mapa y el territorio no son lo mismo. Llegado ese punto detectas las limitaciones, las interiorizas y comienzas a usar el mapa de forma más adecuada teniendo en cuenta estas limitaciones.
¿Por qué no haces lo mismo en tu vida? No sé si te habías dado cuenta, pero todos, incluido tú, tenemos un mapa mental.
En la vida usas también un mapa que te ayuda a «navegar» hacia lo que quieres, a simplificar la realidad y a destacar aquello que es importante para ti. El nombre más común por el que se conoce a ese mapa mental es sistema de creencias.
Una creencia es una idea o pensamiento que asumes como verdad.
Esa «verdad» se asienta, inamovible, en tu vida, afectando a tus acciones, emociones y pensamientos de forma consciente o inconsciente.
Esas creencias comienzan a crearse en tu niñez a través de tu entorno y tu interacción con él. Lo que ves, escuchas y cómo lo interpretas, va creando una compleja red de creencias.
La sociedad en la que vives, tu familia, tus tutores, tus profesores, amistades y parejas, la televisión, la música, el cine, los libros y un largo etcétera. Todo eso te bombardea desde tu infancia. Tú filtras e interpretas toda esa información, incorporando a tu sistema de creencias aquella que consideras importante o útil para ti.
Por supuesto, tus experiencias personales y sus resultados también aportarán su grano de arena a esa red de creencias, especialmente en la edad adulta.
Desde que naces hasta que mueres estás continuamente absorbiendo, creando, modificando o eliminando creencias. Se trata de un proceso dinámico que dura toda tu vida.
Cada una de esas creencias constituye una pequeña pieza de tu mapa mental personal.
Tu sistema de creencias constituye tu mapa mental, mapa que usas para:
1. Simplificar la realidad y que sea menos abrumador interaccionar con ella.
2. Navegar con éxito hacia lo que quieres alcanzar.
3. Filtrar la realidad destacando aquello que es relevante para ti.
4. Recordar aquello que tenga valor para ti.
Pero que quede claro que ese mapa mental no es más que un mapa, es decir, no es más que una simplificación subjetiva de la realidad. Pues a pesar de esto estoy seguro de que vas por la vida creyendo que tu mapa es el territorio, es decir, crees que tu mapa mental representa la realidad, lo cual hace que todo aquello que no esté en tu mapa sencillamente no exista para ti, aunque sí exista en la vida. Como cuando te empeñas en ver todo lo malo de una persona y eres incapaz de ver lo bueno, ya que tu mapa establece que esa persona es «mala», por lo tanto, lo bueno no lo podrás detectar o lo justificarás de alguna manera que termine siendo malo. Si tomas consciencia de que ese mapa que te hace ver lo malo no representa un todo sino una simplificación y te abres a identificar partes que no están en tu mapa, seguramente detectes puntos buenos al margen de los malos que ya tienes identificados.
Para cada videojuego hay un mapa de navegación específico con unas características concretas que comparten todos y cada uno de los jugadores de videojuegos. Normalmente los videojuegos permiten distintas opciones personalizables pero, a pesar de ello y dado que es una herramienta que se utiliza mucho en los videojuegos, los jugadores terminan teniendo claro de qué información se dispone al mirar el mapa y cuál es la que se pierde en el proceso. Es decir, conocen las limitaciones de su mapa pero también son capaces de saber cuáles son las limitaciones de los mapas de los demás, ya que ¡es el mismo para todos!
En la vida, cada persona se crea su propio mapa de navegación en función del entorno al que está expuesto y las experiencias que tiene, mapa que poco o nada tiene que ver con el de los demás. Además si desconoces cómo es tu mapa mental, difícilmente serás capaz de saber cómo estás interpretando la realidad, qué información estás conservando y cuál descartando.
Por poner un ejemplo, si cada uno tiene su propio mapa mental, ¿crees que merece la pena discutir quién tiene la razón?
Cuando dos personas discuten por ver quién tiene razón, salvo excepciones, lo que están haciendo es enfrentar sus mapas mentales sin darse cuenta de que su mapa no es una verdad absoluta y de que hay mucha información que están obviando.
En cierto modo, ya que ambos defienden su postura, se puede