Tu vida, tu videojuego. Rodrigo Río "Lithany"
of Mana
Tenía doce años la primera vez que vi una Game Boy, era 1992. Lo recuerdo con gran cariño. Era verano y estaba pasando unos meses en mi pueblo, como era costumbre en aquella época de mi vida.
Para que te hagas una idea de lo que quiero decir con pueblo, quiero que te imagines un pueblo pequeñito alejado de la mano de dios. Un pueblo de Zamora, a escasos kilómetros de la frontera con Portugal. Un pueblo que cuando cobraba vida en verano, llegaba hasta las 200 personas... todo un desmadre.
¡Hay muchos pueblos, pero el mío, San Martín de Tábara, es el mejor!
En mi pueblo, a ojos de un adulto, había pocas cosas que hacer más allá de disfrutar de la vida sana, la paz y el bar de Luis. Para los adultos era, y es, un excelente rincón donde huir del bullicio de las ciudades, el mejor lugar donde reconectar con sus raíces y su niño interior; en cambio, a ojos de un niño el pueblo era, y es, el mejor lugar del mundo donde recorrer innumerables aventuras llenas de emociones y peligros.
Recuerdo que una tarde de verano de esas en las que el calor castiga con dureza el páramo que es Zamora, visité, como era habitual, a mi vecino «Sito» —un fuerte abrazo—. Lo encontré en el cobertizo, a la sombra, jugando con un extraño dispositivo desconocido para mí. Se trataba de la videoconsola Game Boy. Sito estaba jugando a un videojuego de plataformas, Super Mario Land. Mi cara de asombro duró todo el día.
Si bien he de decir que la Game Boy no eclipsó ni por un momento las divertidas partidas de Monopoly ni las largas jornadas de viaje en bicicleta, sí nos amenizó las horas más duras de los días de verano, concretamente, las que están comprendidas entre después de comer y la de «ya podemos movernos sin desintegrarnos al sol». Así que gracias a la Game Boy de Sito y al Super Mario Land, ese verano logré más aprendizaje y diversión de la que imaginé.
Super Mario Land es, como decía, un videojuego que pertenece al género de las plataformas. Consiste en recorrer un escenario en 2D en el que vas dirigiéndote hacia la derecha, sorteando distintos retos y dificultades hasta alcanzar una bandera que dictamina que has finalizado con éxito esa pantalla y que, por lo tanto, puedes avanzar a la siguiente.
Al avanzar de pantalla, lo más habitual es que el nivel de dificultad aumente, aunque no siempre es así. Lo normal es que la nueva pantalla requiera el dominio de unos conocimientos y de unas habilidades que muy posiblemente hayas obtenido y practicado en pantallas anteriores.
Por cierto, cuando me refiera a pantalla esta será sinónimo de misión, nivel, aventura, nivel de experiencia, fase, etc.
Cada pantalla tiene sus peligros, sus retos, sus truquitos y sus secretos particulares. A medida que las vas recorriendo vas descubriendo muchos de ellos. Por supuesto, cuantas más veces juegues una misma pantalla, más aprenderás y más detalles descubrirás dentro de la misma. Por lo tanto, en cada pantalla tendrás que adquirir las habilidades y los conocimientos suficientes para superar, al menos, los retos y las dificultades básicas que se requieran para avanzar. A pesar de superar la pantalla con éxito, lo normal es que las siguientes veces que la juegues sigas obteniendo aprendizajes de aspectos que habías pasado por alto, o que simplemente sigas mejorando gracias a la práctica.
Hasta que no aprendas lo necesario, no podrás avanzar a la siguiente pantalla.
Imagínate cómo sería si empezases a jugar directamente en la cuarta pantalla de un videojuego al que nunca antes has jugado. Seguro que la falta de conocimiento y de práctica no te permitiría disfrutar del videojuego, y menos aun, avanzar a la siguiente pantalla. Es muy posible que esta situación te generase frustración, sufrimiento, incomodidad y que pudiese llegar incluso a afectar a tu confianza respecto a tu desempeño. Por esto, ten en cuenta que todo tiene su ritmo adecuado, un ritmo que conviene respetar si quieres avanzar, disfrutar y mejorar.
Cuando afrontas una pantalla en Super Mario Land detectas, comprendes y aprendes lo necesario para superar cada uno de los retos que el videojuego te va planteando. Al superar estos mínimos necesarios, puedes avanzar a la siguiente pantalla. Así sucede hasta finalizar el juego.
Recuerdo que la primera vez que jugué, me caí varías veces seguidas en el primer lugar donde se necesita realizar un salto para continuar. Era novato, no sabía qué tenía que hacer ni cómo hacerlo. Intentarlo varias veces me permitió aprender lo necesario para mejorar. Una vez aprendido, avancé directo al siguiente reto. Cada vez que practicaba aquel primer salto, mejoraba mi habilidad superando retos en los que era necesario hacer saltar a mi avatar. Enfrentarme a ese primer reto, una y otra vez, me sirvió para mejorar más allá de lo básico, y volverme así modestamente bueno en los saltos simples.
Los que más horas jugaban al videojuego superaban las primeras partes del juego con una facilidad pasmosa. Yo alucinaba viendo la gran diferencia de nivel. Había pantallas que me costaban una barbaridad y, en cambio, para ellos, eran pan comido. Descubrí que la principal diferencia entre nosotros era la cantidad de tiempo invertido. ¡Me di cuenta que la práctica era fundamental para alcanzar la maestría y acercarse al éxito!
En los videojuegos comprendes que, cuanto más aprendas en la primera pantalla, más sencillo te será superar la segunda. Además, para poder acceder a la última pantalla en la que te encuentras, posiblemente tengas que volver a pasar, varias veces, por todas las anteriores. Esto te permite practicar y mejorar conceptos aprendidos en las pantallas previas. Gracias a la práctica y a la mejora continua superas los retos iniciales más rápidamente y con mayor precisión. Así que repetir las primeras te está impulsando a llegar más lejos y a poder afrontar nuevos retos.
Ese verano en concreto adquirí un aprendizaje básico y a la vez muy valioso que me permitió asimilar la quinta ley que permite convertir tu vida en un videojuego:
Para pasar de pantalla, has de completar con éxito la anterior.
En la vida sucede lo mismo que en los videojuegos, necesitas superar la primera pantalla con éxito para poder avanzar a la segunda. Solo has de aplicar tu imaginación para encontrar las similitudes.
Por ejemplo, el sistema educativo y la estructura interna de una empresa comparten analogías claras con los videojuegos de plataformas. Son estructuras claramente divididas en «pantallas» que has de superar para poder acceder al siguiente «nivel». Pasa lo mismo con todos los retos de tu vida, sean del tipo que sean. Si observas los retos con detenimiento, te darás cuenta de lo sencillo que es dividirlos en distintas pantallas o fases, que además puedes ordenar en función del grado de dificultad. Esto te permite imaginar un conjunto de aprendizajes necesarios para superar cada una de las fases. Lo más importante es que recuerdes que si no aprendes lo necesario para superar esa pantalla, te guste o no, volverás a tropezar en el mismo punto de esa misma pantalla en algún otro momento de tu vida.
La vida es cíclica. O aprendes o repites.
¿Qué quiero decir con que la vida es cíclica? Imagínate que tienes una relación y que esa relación se rompe. Si no te molestas en valorar qué pasó, en pensar sobre ello y en aprender lo suficiente y necesario, te puedo asegurar que lo más probable es que no sea la única relación que se acabe por esos mismos motivos. Por eso te invito a que detectes cuáles fueron las causas de que esa relación se terminase, así sabrás cuál fue la «última pantalla» a la que llegaste. En una nueva relación cuando llegues a esa «pantalla» asegúrate de que has aprendido lo necesario para superarla si no quieres tener el mismo desenlace que en la anterior. Eso sí, solo me refiero a las partes del evento o suceso que dependan al cien por ciento de ti. Unas veces tendrás que hilar muy fino para descubrir qué has de aprender para que no vuelva a suceder, otras, te será muy sencillo detectarlo.
Si, por ejemplo, no has superado la «pantalla» de «las entrevistas de trabajo», hasta que no aprendas lo suficiente y necesario, te será difícil avanzar a la «pantalla» de «mi primer día de trabajo». Y en el extraño caso en el que avances a la siguiente sin aprender lo suficiente de la primera, es probable que sientas inseguridad, lo que sin duda afectará a tu confianza y a tu desempeño favoreciendo que tengas que repetir la primera «pantalla» en