La gestión de sí mismo. Mauricio Bedoya Hernández
(p. 358).
Este dispositivo de localización subjetiva, adicionalmente, permite un profundo control de los individuos. Así como el dispositivo carcelario aparece como una tecnología propia del gobierno en las sociedades disciplinarias, el dispositivo de localización de los sujetos se aprecia como tecnología de gobierno de la racionalidad neoliberal. Asistimos a una forma nueva de panoptismo que aquí denominamos neopanoptismo y que es el principio general de las sociedades neoliberales, de las sociedades del control a campo abierto.3
Cuando planteamos la existencia contemporánea de una nueva forma de panoptismo, no queremos decir que este neopanoptismo tenga una continuidad con el arreglo panóptico benthamiano; tampoco indicamos con ello que estemos ante una evolución del sistema panóptico de las sociedades disciplinarias que encuentra, en la racionalidad neoliberal, su manifestación más acabada. En el régimen neopanóptico la norma de subjetivación viene dada cada vez más insistentemente por el horizonte del dispositivo de rendimiento/goce. Poner al servicio de la satisfacción del deseo sin freno toda la persona y rendir al máximo para lograrlo produce unas prácticas sin precedentes de control de sí mismo (Laval y Dardot, 2013).
Mientras el control panóptico se centra en la clasificación de los cuerpos, en su inscripción de los cuerpos en lugares determinados y en modos de ser definidos, todo ello en función de tornarse sujeto-más-productivo, el neopanoptismo, al centrarse en el dispositivo rendimiento/goce, supone una vigilancia de sí, no centrada en la productividad, el cuerpo y el lugar, sino en el rendimiento, la eficacia, el costo-beneficio, la actividad. En vez de ser productivo (en cuyo caso, el criterio de productividad viene dado previamente y desde afuera), ser competente, competitivo, competidor; en vez de ser asalariado, ser emprendedor; en vez de trabajar para una empresa, llevar la empresa dentro de sí o, mejor aún, ser sí mismo empresa. Según Han (2014), en vez de ser prohibitorio o represivo, el poder neoliberal es prospectivo, permisivo y proyectivo; en vez de generar escasez, produce abundancia (de libertad, comunicación y positividad). Esto nos lleva a proponer que tanto para Han como para Laval y Dardot el núcleo del dispositivo de funcionamiento del gobierno neoliberal es la ilimitación (del deseo, del despliegue de las potencialidades y las habilidades, del rendimiento) y el exceso (de consumo, de productos siempre novedosos, de comunicación, de libertad, de acceso a todos las esferas de la vida, de información, de positividad).
En horizonte del neopanoptismo hallamos, como es apenas lógico, el lugar privilegiado que se le da a la tecnología de evaluación de los sujetos en el modelo empresarial neoliberal, la cual también se ha convertido en una estrategia para el gobierno de los individuos. En un mundo posfordista en el que se quiere gobernar a partir del discurso del cambio, la flexibilidad y la adaptación, se requiere una continua evaluación del desempeño de los empleados como forma de control de su actividad (Laval y Dardot, 2013).
Así planteada, la evaluación es una actividad externa al sujeto, impuesta por un sistema jerárquico de gerenciamiento. Sin embargo, la racionalidad neoliberal conduce a los sujetos a definirse a sí mismos y subjetivarse asumiendo la evaluación no como una imposición externa, sino como una necesidad individual que lo hace mejor. Por lo tanto, y esto resulta uno de los aspectos más llamativos del neopanoptismo, quien es evaluado produce los criterios con los que quiere serlo y, en un camino sin fin, siempre está produciendo nuevas formas de (auto)evaluación de su desempeño. Entonces, autoevaluarse conduce a “conocerse” cada vez más, a devenir experto de sí. Dicho en otros términos, en el sistema neopanóptico la experticia de sí se convierte en una estrategia fundamental. Esto tiene como consecuencia que el neopanoptismo deja de ser vigilancia externalista por dos razones: por un parte, porque el sujeto se hace centro del conocimiento de sí mismo (experticia de sí), a partir de una continua mirada hacia su interior, buscando descifrarse para rendir cada vez más y, por otra parte, en la racionalidad neoliberal, la actividad del sujeto en todos los niveles anuda con su propio deseo. Es decir, la realización “libre” del propio deseo es lo que asegura que el interés del sujeto y el de la empresa para la que trabaja (o la entidad financiera con la que tiene una deuda, o la institución educativa con la consume productos de aprendizaje, o con la instancia terapéutica con la que hace un trabajo de sí) sean coincidentes y que al buscar el bien de la empresa el individuo sienta que está luchando por su propio bienestar. El régimen del deseo (y de paso, el régimen emocional) se constituye, entonces, en esencial dentro de este sistema neopanóptico. Ahora estamos ante unos conjuntos de prácticas que buscan que la población se torne un todo homogéneo, en el sentido del despliegue del propio deseo, la mayor diferenciación y diversificación dentro de las ofertas del mercado.
Nuestra idea es que la dupla ver/ser visto del panóptico de las sociedades disciplinarias (Castro, 2011; Foucault, 2002a) deviene dupla verse/ver a todos del neopanóptico neoliberal. Si, como lo sostiene Foucault, el efecto más importante del panóptico es inducir en el sujeto un estado permanente y consciente de visibilidad, así en realidad no esté siendo vigilado todo el tiempo, en el neopanoptismo no se requiere la visibilidad como principio exterior (hacerse visible para otros), sino como principio interior (visible para sí mismo). Pasamos de estar vigilados a introyectar esa vigilancia (autovigilarnos) para realizar nuestro propio deseo. En otras palabras, pasamos de ser vigilados (por los otros y por nosotros mismos) a desear vigilarnos como forma de constituirnos como sujetos exitosos. Para Byung-Chul Han (2014), gracias al dispositivo de transparencia hoy nos encontramos en una suerte de vigilancia sin vigilancia o, en otras palabras, en una situación en la que “cada uno vigila al otro, y ello previamente a cualquier vigilancia y control por servicios secretos” (p. 23). Creemos que nuestra perspectiva va más allá, pues pensamos que en el presente se da una vigilancia aún más sofisticada: no solo es autovigilarnos sino, como lo dijimos anteriormente, desear ser vigilados.
Encontramos en Bauman (1999) la referencia a una nueva forma panóptica, el dispositivo sinóptico. Este dispositivo, en cuanto estrategia de control, combina el consumo y la producción simbólica de las industrias de la comunicación, induciendo al sujeto a automodelarse dentro de un régimen que lo hace espectador (Castro Orellana, 2009). Si bien el diagnóstico de Bauman resulta interesante, su dispositivo sinóptico solo aborda uno de los aspectos de la contemporaneidad, a saber, el problema del consumo. Al plantear que este dispositivo busca controlar a los sujetos a partir de su constitución como consumidores, olvida que lo característico de la racionalidad neoliberal no es tanto el consumo como la estructura de competencia, rendimiento y goce ilimitado. No solo somos consumidores; somos empresarios de nosotros mismos. El neopanoptismo asociado al dispositivo de localización del sujeto, como lo hemos postulado aquí, se fundamenta en las prácticas de competencia/competición propias del emprenderismo y del empresarismo de sí. No ponerle coto al deseo, volverse un experto de sí, evaluarse a cada paso, vigilarse en lo más recóndito son, entonces, rasgos definitorios de la estructura neopanóptica.
A partir de lo dicho hasta ahora, apreciamos que en el neopanoptismo nuevos aspectos son sometidos al régimen de la autovigilancia: todo lo que pueda asociarse y medirse en términos de la racionalidad del mercado, la empresa y la competencia. Vigilarse para evaluar el propio desempeño en función no solo de la productividad, sino de la competencia. Entonces, vigilarse es vigilar a todos los que son competidores en potencia. Y, en este sentido, asistimos a un sistema de heterovigilancias y autovigilancias que se erigen de manera autónoma alrededor de la lógica del empresarismo de sí. No son suficientes los centros de control unificados propios del panoptismo disciplinario; cada uno se vigila y vigila a todos. Vigilar a los otros no tanto para promover su productividad, sino para atacarla, aventajarla y mostrarse mejor que él, mejor empresario, vendedor más apto. El criterio del rendimiento es algo nuevo que es sometido a la autovigilancia y alrededor de esto cada sujeto desarrolla su propio programa de vigilancia.
La territorialización y la temporalización son también puestas en interrogación dentro de este orden neopanóptico. Mientras que la producción disciplinaria estaba precisamente delimitada espacio-temporalmente, hallándose circunscrita a un lugar y a un territorio, “el mercado mundial se expande hoy en día haciendo evidente la desterritorialización y la destrucción de los lugares” (Castro Orellana, 2008, p. 283). No coincidimos con este análisis cuando plantea que asistimos a una destrucción de los lugares. Más bien somos testigos y co-constructores de nuevos topos en los cuales somos gobernados. La web, las redes sociales, la telefonía