Pensamiento de un viejo. Fernando González
Altenberg, mi perro, dialoga con sus sueños...
LA PARÁBOLA DE LA VIDA
Pasaba el maestro con sus discípulos por junto al mendigo de la llaga.
—Maestro —exclamó uno de los discípulos— es muy cierto que en la vida hay injusticia: unos gozan menos que otros, o si quieres, unos sufren más que otros. Mira ese mendigo...
El sabio dijo así:
El soñador trepó en alas de su anhelo a la cumbre del sueño; y fue su mayor alegría. La vida vino a él, y le habló estas palabras:
“Tú has gozado mucho, sufre ahora mucho. Así es mi justicia...”.
El viejo siempre fue mendigo y pobre de espíritu. Cierto día no hubo en su choza un pedazo de pan. La vida vino a él y le dijo este decir:
“Tú has gozado poco, sufre ahora poco”. Así es mi justicia: si grande el contento, grande la tristeza; si pequeño el contento, pequeña la tristeza...”.
El que tenga oídos para oír, que oiga.
Y el contento de ese mendigo es tan grande cuando logra despertar en alguien la compasión, es decir, cuando consigue igualar a otro con él, como grande es su tristeza en los momentos de desconsuelo...
Y tú —terminó el sabio, dirigiéndose al discípulo de la exclamación— juzgas del sufrir del mendigo, conforme al sufrimiento que esa llaga te produciría a ti...
Juzgas de las cosas, sirviéndote de criterio tu propio ser...
Cuando hayas rumiado bien estas verdades, ya no dirás: ¡Maestro! ¡Hay injusticia en la vida!
Y el maestro y sus discípulos se alejaron del mendigo de la llaga.
VIVIR...
El maestro habló a sus discípulos, diciendo:
Cada uno debe vivir y analizar sus experiencias: así resultará original el tesoro de sus verdades.
No hay dos personas idénticas, y, por lo tanto, jamás una verdad se presentará a dos por un mismo aspecto. A cada uno lo visitará de diferente manera, despertará en él distintos sentimientos, y el camino seguido será también diferente...
He aquí lo esencial: vivir nuestra vida y sacar de ella el tesoro de nuestro saber.
Pero la mayor parte de los hombres están atareados en la lectura de libros, sin preocuparse de leer su propia alma. Y esos son los que dicen: todo es viejo; todo se ha dicho ya.
En verdad os digo, amigos míos, que cada verdad tiene tantos aspectos como hombres hay, y que todo aquel que se estudie, llegará a ella por un sendero original, y serán originales también los sentimientos que despierte en su corazón.
Cada verdad debe estar teñida con nuestra propia sangre. Entonces la amaremos con un grande amor.
Estad atentos para recoger la imagen que la vida deje al pasar por vuestro ser.
Si cada hombre se estudiara más a sí mismo, y se preocupara menos de la impresión que en otros ha dejado la vida, descubriría que su visión del universo es distinta a la de todos los demás...
Y el maestro agregó, dirigiéndose a uno de los discípulos que trataba de imitar el estilo de Renan:
No imitéis tampoco el estilo de ninguno, por admirable que sea. Sería eso despreciar vuestra propia personalidad. En el yo debéis buscar la sabiduría, y el modo de expresar la sabiduría...
Así habló el maestro a sus discípulos.
ASÍ HABLÓ EL LOCO...
Toda interpretación de la vida es verdadera, porque indica la forma y modo que la vida toma en el ser que interpreta: es como el viento, que al penetrar en una caverna, produce distinto sonido que al insinuarse en un bosque.
La vida en sí no tienen ninguna significación; según sea el ser, así es la vida.
Cada filósofo da su forma y modo a la vida; sólo que dice, engañado por su orgullo, que así es siempre.
Si dejo caer mi mano sobre una hormiga, para ella el golpe será mortal, mientras que un elefante ni siquiera se dará cuenta de que lo he tocado; luego el golpe en sí es indiferente y sólo tiene significación relativamente al ser sensible, siendo además distinta según sea el ser.
Tampoco son las cosas conforme nosotros las vemos.
Para una hormiga será una montaña lo que para nosotros un pequeño guijarro.
Se juzga al no—yo conforme al yo, o, mejor dicho, éste es creador de aquel.
La misma lógica que rige nuestros razonamientos es una creación de nuestro yo.
El espacio y el tiempo tampoco son conceptos en sí, pues uno sólo tiene conciencia de la duración de sí mismo (la cual cambia según sea el estado de alma), y según eso juzga lo demás.
ASÍ HABLÓ EL SOLITARIO...
Aquel día fue un amigo a visitar al solitario.
Éste se alegró en gran manera, pues ya comenzaba a fastidiarse de tanto interrogar, de tanto hablar con su propia alma.
Momentos de charla amena y superficial, son precisos en la vida del pensador.
—¿Cuál es tu entretenimiento en esta soledad? —preguntó el amigo al solitario.
—Soñar. Esa es mi diversión. Desde que me estudio a mí mismo, lo que más admirado me trae es este constante mudarse de mi alma. La más pequeña variación atmosférica hace cambiar mi yo. Y cada nuevo cambio trae una nueva visión del Universo.
Esa es mi diversión. Soñar mundos; filosofar, pues ¿qué otra cosa, si no aquello, es filosofar?
Placer divino es este de crear mundos.
A veces pienso en los hombres que pasan la vida atareada, sin tener un momento de ocio para soñar, y me figuro que esos hombres no han sentido alegría...
No para todo hombre se hizo este entretenimiento.
En todos cambia constantemente el yo, pero no todos son capaces de llevar su alma hasta los últimos y más vagos sueños...
Fastidiarse durante los momentos de ocio es señal de incapacidad para conocerse a sí mismo; aquellos que odian el ocio son hombres serviles, poseídos del espíritu de la pesadez. Para ellos, su alma es como una estrella inaccesible.
¡Soñar! Esa es mi diversión. A veces, tirado a la sombra de mi árbol frondoso, contemplo las nubes. Me figuro una noviecita que formo de las nubes más blancas, más lejanas, y le cuento cuentos, decires que van saliendo de mi corazón...
DÉJAME IMAGINAR...
La niña iba creciendo en espíritu. Su padre le traía siempre, al volver de sus viajes, algún regalo: muñecas, cuentos de hadas y de brujas...
Mira —le dijo la niña al padre— cuando traigas algún regalo para mí, no me lo entregues sino después de algún tiempo. Yo pensaré: es un libro de cuentos, y los cuentos son así: érase un hada que quería mucho a los niños... Érase una princesita muy buena... Así imaginaré muchos cuentos, creyendo que esos son los que dice el libro que me traes.
Otras veces será una muñeca. Y yo pensaré: es una muñeca que sabe llorar... Es una muñeca... Y tendré muchos cuentos y muñecas, muchos regalos. ¡Y estaré tan contenta!
Cuando me entregas el regalo, me pongo triste. Ya no puedo imaginar. Ya no puedo pensar cómo serán los cuentos, ni cómo será la muñeca...
* * *
Tenéis razón al decir que esta niña es soñada. Oíd: estaba el solitario tirado a la sombra de su árbol, mirando las nubes. Formó, de las nubes lejanas, una figura de niña, y luego, le dio su propia alma.
¡La novia del solitario es su propia alma!