Terapia de la posesión espiritual. José Luis Cabouli

Terapia de la posesión espiritual - José Luis Cabouli


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      A: ¿Vos sos médico? —interrumpiéndome.

      T: Sííí.

      A: A mí me mató un médico, así que ¡callate la boca y mandate mudar de acá! (¡Justo cuando yo creía haber encontrado un punto para hacer buenas migas!)

      T: Ahora entiendo, me imagino que debés de tenerles mucha bronca a los médicos. Contame un poco, ¿qué te hizo ese médico?

      A: ¡Me mataron! ¡Basta! ¡Me mataron! ¡Me hicieron sufrir como a un perro!

      T: ¿Qué fue lo que te hicieron?

      A: Me abrieron todos los intestinos, el hígado... yo no sabía lo que tenía.

      T: ¿Y qué era lo que tenías?

      A: No sabían, no sé de qué me morí. En aquel entonces a cualquiera le decían que se moría del corazón. Al final me morí y no sé de qué me he muerto. ¡Ese médico me mató!

      T: ¿Y si yo te ayudara a descubrir qué fue lo que te pasó, qué fue lo que tenías?

      A: Dejame tranquilo porque a mí, los médicos, me volvieron loco.

      T: Mirá, yo soy un médico diferente. Yo trabajo con el alma de las personas. Comprendo tu enojo y tus razones para tenerle bronca a los médicos, pero quizás, juntos podríamos ver qué fue lo que pasó en realidad. Yo te propongo hacer un ejercicio de memoria.

      A: ¿Para qué me va a servir eso?

      T: Para que abras los ojos a la luz. Cuando murió tu cuerpo, lo que se murió fue tu cuerpo, pero tu alma no murió porque el alma no muere nunca. El alma viene varias veces a la Tierra y encarna en un cuerpo diferente. Cada vez que un cuerpo de esos se moría, tu alma se elevaba al mundo de los espíritus donde descansaba por un tiempo y, después, volvía a nacer para iniciar una nueva experiencia. Esto es lo que hacen todas las almas...

      A: La religión no dice lo mismo —interrumpiéndome.

      T: Ya sé que la religión no dice lo mismo.

      A: ¿Como los médicos? Engrupen.

      T: No lo sé, pero yo te puedo asegurar que el mundo de los espíritus existe. La prueba está que tu cuerpo se murió y vos estás acá, pegado a tu nieto, sólo que eso no es lo normal. Lo normal es que vos entres en el mundo de la Luz y, allí, Dios te dará una nueva mamá y volverás a nacer con un cuerpo tuyo con el cual harás la experiencia que vos quieras hacer. Ahora, contaré hasta tres y retrocederás a tus últimos momentos en ese cuerpo que tenías antes de morir. Uno... dos... tres. Contame, ¿qué le está pasando a tu cuerpo?

      A: Estoy en una cama... tengo puestas sondas por todos lados... ¿te das cuenta? Tengo mangueras y tubos plásticos por todo el cuerpo. Se me está reventando el hígado.

      T: ¿Y qué está pasando que se está reventando el hígado? Fijate, ahora lo podés saber.

      A: Tengo un cáncer del cerebro al hígado. Lo tengo dentro de la cabeza. Parece que me agarró como una embolia, como un derrame. ¡Este dolor me hace volver loco! Viene la enfermera para hacerme análisis. ¡Para qué mierda me quieren hacer análisis si yo ya me voy a morir! ¿Me querés decir? ¡Para sacarme plata, nada más! Para practicar con mi cuerpo, para hacerme sufrir. Para otra cosa no va a servir esto. ¡Se me revientan los sesos!

      T: Dejá salir todo eso para terminar con esa energía. Seguí. Fijate qué pasa.

      A: Estoy como tres días agonizando, eso pasa. Estoy respirando al pedo. ¿Para qué sirve? ¿Me querés decir? Se sufre como un caballo. Viene una enfermera, viene otra... Viene un tipo vestido de blanco, otro vestido de verde... Me llevan de un lado para otro, ¿para qué mierda? ¡Pfff! ¡Pfff! —resoplando.

      T: Tenés razón, seguí.

      A: ¡Ya me tienen podrido, estos tipos! ¡La puta que los parió! Ahora me van a sacar algo en la cabeza... una radiografía, ¡qué sé yo! ¿Para qué mierda sirve todo esto, me querés decir? Empiezo a vomitar, a toser, se me acaba el aire, me estalla la cabeza... Sí, se me acaba el aire... —en un hilo de voz.

      T: Seguí.

      A: Se me revienta el hígado... me sale sangre por la boca... Siento un estallido en la cabeza. (Cada vez le cuesta más hablar.) ¡Paf! Se me rompió una vena en la cabeza. No puedo hablar más... Ahora me quieren poner una goma en la nariz, ¿para qué mierda? ¡Si ya estoy muerto! ¿Para qué esta goma? Por esa goma me mandan un líquido, parece una manguera...

      T: Eso es, seguí.

      A: ¿Para qué mierda quiero esta manguera acá? ¡Pfff! Dicen que voy a vivir con esto... Es una pérdida de tiempo... Parece que me tocaron un nervio en la cabeza. No veo bien del ojo izquierdo. Sí, me tocaron un nervio en la cabeza, se me hizo oscuro... Me hacen como un lavaje con una jeringa en la nariz... Me sacan sangre...

      T: Seguí.

      A: Sí, me sacan sangre, ¿no ves? ¡Qué dolor! ¿Para qué sirve todo esto? ¡Qué hijo de puta el tipo este! ¡Tengo una sonda acá en el estómago! ¡Para qué mierda! ¡Yo estoy muerto ya! ¡Ahora traen un aparato más! Me lo ponen en la nariz, como una respiración... ¡Pfff! ¡No se puede vivir así!

      T: Seguí avanzando y andá al momento en que se produce la muerte de tu cuerpo.

      A: ¡Esto es muy lento! Más vale que me peguen un tiro y listo. ¡Que me peguen un tiro, si no, me lo pego yo! Dame un revólver que me lo pego yo el tiro. Ya no quiero vivir más, total, vivir así... ¿Para qué sirve?

      T: Andá al momento en que dejás ese cuerpo.

      A: Lo dejo muy despacio. Sí, se está por morir ya.

      T: ¿Y dónde estás vos cuando se está por morir el cuerpo?

      A: Mi alma es muy baja, está baja mi alma. Como yo no creo mucho en los curas, no creo mucho en la iglesia, mi alma está muy baja. (Vean qué definición.) Estoy acá, en una habitación.

      T: ¿Qué pensás cuando ves tu cuerpo ahí?

      A: ¿Para qué mierda lo hicieron sufrir tanto? ¡Hijo de mil puta! ¡Si lo agarro a ese tipo, lo mato! Están experimentando conmigo, probando qué cañito va mejor.

      T: Tenés razón. Y fijate, tu cuerpo, ¿ya está muerto?

      A: Ya está muerto.

      T: ¿Y dónde estás cuando tu cuerpo está muerto?

      A: Estoy en un rincón de la habitación. Me quedo quieto acá y ya no sufro porque ya me fui.

      T: Eso es y entonces, ¿qué hacés?

      A: Me quedo hasta que venga mi hija y me le pego a ella.

      T: ¿Y qué cosa te lleva a hacer eso?

      A: Y, que me quiero quedar acá, soy joven todavía. No me quiero ir.

      T: ¿Y en qué momento te pegás a tu nieto?

      A: Cuando mi hija lo tiene a upa y le está dando el pecho. Ahí me pasé a él. (¿Qué tal?)

      T: ¿Y qué cosa te lleva a pasarte a él?

      A: Y, que él era chiquito y entonces iba a durar mucho tiempo. Yo iba a vivir mucho estando con él, porque si me subía arriba de un viejo me iba a morir de nuevo. (Tiene su lógica, ¿no?) En cambio, él era nuevito y además es varón. Yo puedo indicarle lo que yo quiero que haga. Desde acá lo dirijo bastante.

      T: ¿Cómo lo dirigís?

      A: Le hablo a la mente de él, a su conciencia. Le digo todo lo que tiene que hacer, que no se tiene que dejar llevar por delante por nadie, que tenga sus propias leyes. (Así se interfiere a una persona. Como esto comenzó de muy niño, Salvador creció sin saber que tenía una conciencia paralela.)

      T: Ahora quiero que vuelvas, sólo por un instante,


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