Terapia de la posesión espiritual. José Luis Cabouli
pueden ser considerados como ángeles perdidos.
El segundo gran grupo está constituido por entidades denominadas obsesores, llamadas así porque, justamente, son las que provocan los fenómenos de obsesión y posesión. Existen distintos tipos de obsesores; la mayoría son de origen kármico, esto es, tienen un vínculo de vidas anteriores con la persona a la cual están obsesando. Luego están los mistificadores que son impostores espirituales y, finalmente, hay un subgrupo compuesto por entidades oscuras, esclavos e incluso energías psíquicas proyectadas y que yo he agrupado como fuerzas adversas. Se trata de entidades o energías que son enviadas a propósito por una fuerza más poderosa para molestar o interferir a una persona. Por lo general, estas entidades no tienen una relación previa con la persona. Es común que se las considere como entidades oscuras o como los clásicos demonios, pero la verdad es que se trata de verdaderos esclavos. Hacen el trabajo sucio que el ideólogo no se digna hacer.
Los pensamientos y energías psíquicas proyectadas pueden manifestarse a veces como entidades mentales. No tienen una mente independiente; en realidad, son el producto de pensamientos concentrados. Su fuerza y poder son temporarios y dependen de cuánta energía se concentró en ellas por sus creadores.
Finalmente, hay otro grupo, minoritario, compuesto por duendes y gnomos y por personas vivas que, consciente o inconscientemente, pueden ejercer actos de obsesión sobre otras personas. Sé que esto último puede parecer aún más extraño que todo lo dicho anteriormente, pero la verdad es que todo es posible. Si una persona tiene a otra entre ceja y ceja y no cesa de pensar en ella deseándole el mal, pueden ocurrir dos cosas: o bien sus pensamientos pueden llegar como energía proyectada a la persona objeto de su rencor o bien es posible que se desdoble inconscientemente y acose al otro sin siquiera saberlo. Sin ánimo de ofender a nadie, también es posible que una persona que domine el arte de la proyección astral se desprenda de su cuerpo para perseguir, acosar o inclusive seducir a alguien en particular.
Por su parte, los duendes y gnomos, aunque en forma excepcional y más bien traviesa, también pueden ocasionar trastornos a algunas personas.
Si bien hemos establecido una diferencia entre almas perdidas propiamente dichas y obsesores, pronto descubrirán que a veces un alma perdida puede actuar como un obsesor y que al final resulta que también los obsesores están perdidos. Veamos entonces, en resumen, los tres grupos de entidades mencionados:
I) Almas perdidas
– Familiares
– Oportunistas
– Ángeles perdidos
II) Obsesores
– Kármicos
– Mistificadores
– Fuerzas adversas:
Entidades oscuras
Esclavos
Pensamientos y energías psíquicas proyectadas
III) Personas vivas y duendes
En los siguientes capítulos, veremos en acción a las entidades que más comúnmente suelen manifestarse. Antes de entrar en las historias, quiero aclarar que el trabajo de sanación de una persona no termina con el regreso del alma perdida a la Luz. La labor con las almas perdidas se enmarca dentro del trabajo terapéutico global de una persona. Aunque algunas condiciones clínicas pueden mejorar notablemente con la partida del alma perdida, casi siempre es necesario trabajar con las causas que facilitaron la invasión del campo vibratorio de la persona en cuestión, lo que implica trabajar con las experiencias traumáticas no resueltas. Claro que muchas veces existe la tentación de responsabilizar a la energía intrusa por todos los males que se padecen, evitando así asumir la propia responsabilidad.
Una cosa más antes de seguir adelante: si bien hemos hablado de las almas perdidas como un campo de energía para comprender su accionar, no debemos olvidar que se trata de seres que están sufriendo, ya que siguen con sus pesares, dolores, afectos y frustraciones. Cuando dialogamos con un alma perdida no estamos hablando con un campo electromagnético, estamos hablando con un ser viviente y consciente. La base de este trabajo es el amor, la compasión y la piedad. No importa cuánta técnica o conocimiento poseamos, sin estas cualidades, sin una genuina intención solidaria, no podremos ayudar a estos seres que, en la mayoría de los casos, han sido nuestros propios afectos.
* Para más detalles véase: “Cómo se desprende el alma del cuerpo”, en Cabouli, J. L., El viaje del alma, Continente, Buenos Aires, 2006.
Capítulo III
Almas perdidas familiares
La mayoría de las almas perdidas que suelen ejercer actos de influencia sobre las personas vivas son almas de familiares difuntos. Entre las almas perdidas familiares incluimos también a amigos y conocidos, como compañeros de trabajo o de estudio, con los cuales hemos tenido algún tipo de relación o afinidad. La familiaridad en el vínculo favorece que un alma perdida se adhiera primero y luego invada el campo vibratorio o el aura de una persona. Ya hemos dicho que donde hay un vínculo hay cordones energéticos que nos unen con otras personas y que estos cordones no se deshacen con la muerte. Además, es posible que la energía del alma perdida haya invadido el campo vibratorio de la persona incluso antes de morir. Esto es particularmente sencillo cuando se trata de niños que todavía no tienen formado su campo de protección. Consciente o inconscientemente, un adulto puede invadir el campo vibratorio de un niño con mucha facilidad; es suficiente con no respetar al niño en su integridad para hacerlo. Un niño no tiene forma de defenderse de esta invasión. De modo que al morir el adulto, sea quien sea, parte de su energía ya está en el aura del niño, lo cual facilita su adherencia y permanencia. Aquí no hay necesidad de un trauma previo, aunque la invasión psíquica ya es un trauma de por sí.
Un alma perdida familiar puede quedarse, entre otras cosas, porque necesita comunicar algo importante a la familia, porque quiere ver crecer al nieto que no conoció, porque se trata de una mamá que murió joven y quiere cuidar a sus hijos, porque quiere seguir manejando los asuntos o el negocio familiar, porque tiene miedo de que despilfarren su fortuna o por razones egoístas. En ocasiones, es la propia persona quien le pide al alma del difunto que no se vaya. Un niño, al morir su abuelo, puede decirle “abuelito, no te vayas, no me dejes” y una mujer, al morir su amante, puede implorarle “no me abandones ahora, no me dejes sola”. La fuerza psíquica de estos ruegos es tan poderosa que el alma se queda efectivamente acompañando a la persona viva retenida por esos lazos invisibles. Algunas personas saben positivamente que esto es así por cuanto sienten a su lado la presencia del ser querido que ya ha partido.
Una señal de que un alma perdida familiar se ha quedado aquí, en el plano físico, es cuando una persona se enferma o presenta los mismos síntomas que tenía el difunto luego de la muerte de éste. Si un niño, en perfecto estado de salud, desarrolla asma o espasmos bronquiales luego de la partida de su abuela asmática, es casi seguro de que ello se debe a la presencia efectiva de la abuela en el campo vibratorio del niño.
Recuerdo el caso de una mujer joven que me consultara inicialmente por su temor a rendir exámenes. En una de las sesiones, me comentó una fobia particular que tenía y que no estaba relacionada con el motivo de consulta original. Esta mujer no podía permanecer en un baño con la puerta cerrada. Apenas ingresaba al baño la acometía una profunda angustia, se sofocaba y tenía una sensación de muerte inminente. Cuando se encontraba en su casa, tomaba duchas rápidas y siempre dejaba la puerta abierta. Esta fobia se convertía en un trastorno serio cuando se encontraba en lugares públicos. En la universidad, lo solucionaba pidiéndole a alguna de sus amigas que custodiara la puerta abierta mientras ella ingresaba al baño. ¿Cuándo comenzó la fobia? Cinco años antes de consultarme, luego del fallecimiento de una tía. ¿Cómo falleció la tía? De un ataque cardíaco mientras se duchaba. La tía fallecida se quedó con su sobrina y ésta experimentaba la angustia, el sofoco y el ahogo que el alma de la tía revivía cada vez que la paciente