Terapia de la posesión espiritual. José Luis Cabouli

Terapia de la posesión espiritual - José Luis Cabouli


Скачать книгу
es posible que se resista a entrar en el cuerpo, permaneciendo fuera de él y puede ser que no regrese nunca. Trabajando con la TVP, varios pacientes han vivenciado la experiencia de su nacimiento desde fuera del cuerpo, justamente porque se salieron de él antes de nacer. De modo que ya desde la gestación o desde el nacimiento es posible que el campo vibratorio se encuentre debilitado y sea vulnerable a la invasión por energías de otra dimensión. Esto nos lleva a considerar el otro concepto importante aquí: la pérdida del alma.

      Ya sabemos que el alma es energía pura, pero el alma es algo más que un campo de energía electromagnética. El alma es nuestra esencia vital, nuestra fuerza, nuestro poder personal. El alma es el principio de vida; sin alma no hay vida. En la perspectiva chamánica, parte de nuestra esencia vital esencial puede partir y perderse en una realidad no ordinaria. Los chamanes ven la enfermedad como una pérdida del alma o una disminución de la energía espiritual esencial. Un susto puede provocar la pérdida de una parte de la energía vital. El susto es un acontecimiento desagradable que provoca que una parte del alma de una persona se desprenda y se pierda.

      Sandra Ingerman define la pérdida del alma como la pérdida de partes cruciales que proporcionan vida y dan vitalidad. Estas partes se pierden debido a traumas y quien ha sufrido el mayor trauma es el niño que vive en nuestro interior. Cuando experimentamos un trauma, sobre todo en la infancia, una parte de nuestra esencia vital puede separarse de nosotros para sobrevivir a la experiencia y para escapar del dolor y del impacto psíquico que implica una vivencia insoportable. La pérdida del alma o de una parte de ella puede ser originada por cualquier experiencia traumática. Desconozco cuál es el mecanismo intrínseco por el cual se produce este fenómeno; lo cierto es que una parte de la energía del alma se fragmenta, abandonando a la persona. Cuando esto sucede, la persona queda incompleta y la parte que se fue se pierde en otra realidad o no desea regresar. Al perder este fragmento de energía, la persona pierde su fuerza, su poder personal y esto significa que también pierde su protección natural. Su escudo vibratorio de protección ya no será tan efectivo como debiera ser. Desde el momento en que una parte del alma se ha ido, la persona se encontrará debilitada, desvitalizada, deprimida y será más vulnerable a las enfermedades y al accionar de energías intrusas, entre ellas almas perdidas y cualquier tipo de entidades espirituales.

      Es importante entender aquí que la parte que se ha ido no se encuentra en lo que conocemos como subconsciente o inconsciente. No se trata simplemente de un yo escindido o disociado. El fragmento que se fue sencillamente no está aquí. En la concepción chamánica, las partes vitales del yo que se han disociado pueden quedar atrapadas en una realidad no ordinaria o pueden haber encontrado mundos más placenteros donde deseen estar o puede que se hayan perdido en otra dimensión y no sepan cómo regresar. Parte de la sanación consiste en recuperar esas partes en el mundo no ordinario y regresarlas al cuerpo del paciente. Este es el don básico de un verdadero chamán. En el trabajo con la TVP, hemos comprobado que, mediante la regresión, se pueden recuperar las partes fragmentadas luego de trabajar terapéuticamente la experiencia traumática.

      La pérdida del alma es resultado de traumas tales como abuso sexual, maltrato y castigo corporal, pérdida de un ser querido, abandono o separación de los padres, divorcio, cirugía, accidentes, enfermedades importantes, tortura, secuestro, amenaza de muerte, aborto, experiencias de guerra, adicción y fracaso o frustración amorosa. El estado de coma es un ejemplo extremo de pérdida del alma y el abuso sexual, sobre todo si ocurre en la infancia, es uno de los traumas que, con mayor frecuencia, causa la pérdida del alma. Un niño no puede hacer nada para evitarlo, no puede defenderse, no puede pedir ayuda, no puede entender lo que está pasando y, la mayoría de las veces, no tiene a quién decírselo. El único recurso que le queda es salirse del cuerpo y no regresar a él por la sencilla razón de que es peligroso estar en ese cuerpo. Si una persona ha sido violada, aunque sólo haya ocurrido una vez, es casi seguro de que una parte de ella se ha ido y se ha perdido en otra dimensión. Cualquier situación que se asemeje a una violación, aunque no se trate de abuso sexual, implica el riesgo potencial de la pérdida de una parte del alma.

      Como ya mencionamos, también puede haber pérdida del alma durante la gestación o en el momento del nacimiento. Algunas personas suelen expresar esta pérdida del alma sin saberlo. Es frecuente que ante el abandono o la muerte de la persona amada su pareja diga “cuando se fue me robó mi alma” o “se llevó una parte de mí”. Otras personas suelen decir “siento que no estoy del todo aquí” o “no estoy completa” o “me siento como un observador” o “es como si siempre estuviese ausente”. Sin saberlo, están expresando intuitivamente una realidad más verdadera de lo que creemos.

      Al mismo tiempo, la pérdida del alma lleva al sentimiento de incompletud y vacío. Los chamanes sostienen que el universo no soporta el vacío y que ese espacio creado en el aura de una persona puede ser ocupado por la enfermedad o por otras energías. Foster Perry dice que los traumas producen algo así como agujeros negros en el campo vibratorio de la persona afectada. No es que sean verdaderos hoyos, sino que así es como los ve el vidente en el aura de la persona. Estos agujeros funcionan como si fueran una bomba de vacío, absorbiendo todo tipo de energías con el único fin de llenar el espacio creado por el trauma. La tendencia inconsciente es la de llenar ese espacio y el vacío puede ser llenado con entretenimientos, drogas, alcohol, sexo compulsivo y, por supuesto, con almas perdidas.

      Ahora podemos comprender mejor de qué manera nuestro campo vibratorio puede ser afectado en su integridad tornándonos vulnerables al accionar de cualquier energía proveniente de otras dimensiones. Esto incluye no sólo almas perdidas, sino también pensamientos y energías psíquicas de personas vivas, lo que en el lenguaje popular se conoce como malas ondas o mala vibra.

      Toda experiencia traumática no sanada es la causa universal de la pérdida de la integridad de nuestro campo vibratorio protector con la consecuente vulnerabilidad frente a la acción de energías intrusas. Esto puede ocurrir tanto en la infancia, en la adolescencia como en la edad adulta, pero cuando el trauma ocurre antes del séptimo año de vida conlleva, además, la posibilidad cierta de que el alma se salga del cuerpo para evitar el dolor. La salida y pérdida del alma puede ocurrir en cualquier momento de la vida, pero es más frecuente y más fácil que ocurra en la infancia porque la encarnación todavía no se ha completado. Como una parte de la energía se ha ido y no ha regresado, el campo de protección del niño queda debilitado, apto para la invasión por almas perdidas ú otras energías intrusas. Es como dejar la casa abandonada, una invitación para que la ocupe un habitante intruso.

      Como ejemplo, imaginemos un caso extremo. La persona se ha negado a nacer; esto significa que parte de su energía no descendió en el cuerpo en el momento del nacimiento. Más tarde, a la edad de cuatro años, fue abusada sexualmente. Como consecuencia de este hecho, otra parte de su alma se salió para no volver y, a los ocho años, muere su abuelo que era su verdadero soporte afectivo en la vida. Al morir su abuelo el niño le pide: “abuelito, llévame contigo”, y allí se va otra parte del alma. Hoy, esa persona tiene cincuenta años, su campo vibratorio es un colador por donde entran todo tipo de energías y, a pesar de los años transcurridos, todavía no está completamente encarnada. No está aquí con toda su presencia y es más que seguro que, además de llevar almas perdidas consigo, también tiene dificultades para llevar adelante sus proyectos por la sencilla razón de que no tiene la energía necesaria para hacerlo.

      Al hablar de traumas no debemos ignorar que las experiencias traumáticas no resueltas de vidas anteriores también dejan un área de debilidad en el campo vibratorio. Y, aun cuando el alma no se haya ido, un trauma no resuelto es como si uno tuviese una herida abierta sobre la cual se posan las moscas con las consecuencias que son fáciles de imaginar.

      Las intervenciones quirúrgicas, especialmente si se realizan con anestesia general, son también una oportunidad propicia para que almas perdidas se adhieran e invadan el campo vibratorio de una persona.

      Toda intervención quirúrgica de magnitud provoca lo que se conoce como estrés, shock o trauma quirúrgico. El cuerpo físico responde a este trauma con mecanismos fisiológicos de adaptación y compensación. Al poner en marcha esta respuesta el organismo consume gran cantidad de energía vital, lo que implica que la protección natural de la persona se encontrará indefectiblemente debilitada.


Скачать книгу