Terapia de la posesión espiritual. José Luis Cabouli

Terapia de la posesión espiritual - José Luis Cabouli


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subcutánea se consume lentamente y se marcan los tendones y los huesos, el brillo de los ojos se opaca y la persona comienza a estar cada vez más ausente. Lentamente, el desprendimiento del alma ya ha comenzado y una de las cosas evidentes es que a esa persona le falta energía vital. De modo que el proceso de la muerte comienza antes de que el corazón detenga su movimiento y continúa aún después de que el corazón deja de latir. Llegado a este punto, más allá de la dimensión física, todavía se siguen produciendo cambios y lo que nosotros no podemos ver es que la energía tiene que retirarse de cada célula. Aun en los casos en que la muerte parece instantánea, no lo es; lo que nosotros podemos constatar son los signos físicos exteriores, pero el desacoplamiento del alma de las células físicas puede llevar desde unas horas hasta tres días, dependiendo del estado de la conciencia en el momento de producirse la muerte y del desarrollo espiritual alcanzado en la vida que se deja.*

      Hay un estudio interesante —citado por Fernando Sánchez Quintana— que es consistente con lo que acabamos de decir. Konstantin Korotkov —profesor de la Universidad Técnica Federal de San Petersburgo— realizó esta investigación junto a un equipo de médicos forenses. Utilizando una cámara Kirlian digital diseñada por Korotkov, durante tres años estudiaron el campo bioeléctrico de un grupo de personas inmediatamente después de fallecidas.

      En este estudio se obtuvieron imágenes del campo de energía de los dedos de la mano izquierda de las personas fallecidas a cada hora, de día y de noche. Posteriormente, los niveles de energía obtenidos eran convertidos en gráficos y se construían las gráficas de cambio de intensidad en el brillo del aura durante tres a seis días luego del fallecimiento. Se encontró que la mayoría de las gráficas no desaparecían de forma monótona, sino que tendían a oscilar, a veces marcadamente. Por tanto, clasificaron estas gráficas en tres grupos y encontraron un dato muy interesante: cada uno de los grupos encontrados estaba definido por un tipo de muerte particular.

        Grupo I: Gráficas con oscilaciones relativamente débiles.Estas gráficas se correspondían en los casos de muerte natural, tranquila, causada por degeneración de los tejidos. Las gráficas variaban entre las 16 y 55 primeras horas antes de estabilizarse en un nivel basal.

       Grupo II: Gráficas con oscilaciones débiles, pero con un breve período de intensidad de energía pronunciado.Aquí encontraron que la muerte había sido causada por accidentes de tránsito con fracturas craneales. Las gráficas mostraban una intensidad de energía muy elevada en un período de 0 a 24 horas para después descender al nivel basal.

       Grupo III: Gráficas con oscilaciones fuertes de larga duración.En este grupo la muerte ocurrió en forma inesperada como resultado de circunstancias trágicas, por ejemplo suicidio y asesinato. Las gráficas mostraron una mayor amplitud y duración de las oscilaciones que iban descendiendo progresivamente. Existían momentos de gran intensidad durante la noche que caían al final del día.

      En los tres grupos la intensidad descendió finalmente a un nivel fijo muy bajo, que podría esperarse de un objeto no vivo de las mismas características. Basándose en estos resultados, los investigadores concluyeron que la actividad energética de una persona no desciende a cero después de la muerte clínica. En algunos casos está presente hasta cuatro días después de la muerte, lo que significa que el alma todavía está allí. Es particularmente significativo que el proceso de desaparición de la energía depende de la causa y naturaleza de la muerte. Lo que el estudio parece indicar es que el alma entra y sale del cuerpo en los primeros días posteriores a la muerte. Esto significa que aunque el cuerpo esté muerto, el alma todavía está allí.

      Estas diferencias en las gráficas de la energía coinciden con los hallazgos clínicos en el trabajo con almas perdidas. Las características de la muerte suelen ser determinantes en la evolución posterior del alma luego de dejar el cuerpo físico. De cómo se muere, de las condiciones en que se muere, del estado en el cual se encontraba la consciencia en el momento de morir, y de las creencias de la persona en ese instante depende en mucho que un alma siga su proceso de retorno a la Luz o permanezca ligada al plano físico.

      Ahora que sabemos que la muerte es un proceso que lleva su tiempo e implica que el alma tiene que desprenderse del cuerpo físico para retirar su energía, podremos comprender mejor de qué manera el alma de una persona fallecida se convierte en un alma perdida o en un fantasma, que al fin y al cabo es lo mismo.

      La primera razón por la cual el alma de una persona en trance de morir se convierte en un alma perdida es porque no hay consciencia del momento de la muerte. En este proceso de desprendimiento, que habitualmente comienza con la agonía y puede extenderse hasta varios días después de la muerte, puede ocurrir que el alma, la conciencia, no se dé cuenta de que el cuerpo se murió y permanezca entonces con la ilusión de que todavía posee el cuerpo físico. Esta ausencia de consciencia de la muerte impide que el alma complete su transición a la dimensión espiritual, porque sencillamente el difunto no se dio cuenta de que su cuerpo se murió. Hay dos situaciones básicas en las que puede ocurrir esto:

      1 Obnubilación o pérdida de la consciencia antes de que se produzca la muerte.

      2 Muertes imprevistas y violentas

      a) Obnubilación o pérdida de la consciencia

      Todo estado de confusión previo a la muerte impide que el alma que está desencarnando complete satisfactoriamente su proceso de ir hacia la luz. La obnubilación o pérdida de la consciencia antes de que se produzca la muerte puede ocurrir, entre otras cosas, por sobredosis de drogas, envenenamiento, alcohol, anestesia general, coma, muerte por congelamiento —la persona se queda dormida antes de morir—, agonía por hambre —se produce un estado ilusorio— e intoxicación y asfixia por gases. Todo aquello que implique la pérdida de la consciencia antes de que se produzca la muerte provoca confusión en el estado post mortem inmediato. Cuando la conciencia despierta en la realidad espiritual no sabe dónde está ni recuerda lo que pasó. Sólo se recuerda lo inmediatamente anterior a la pérdida de la consciencia. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando una persona muere durante el transcurso de una intervención quirúrgica bajo anestesia general. La persona es anestesiada antes de que comience la operación, lo que significa que, al momento de iniciarse la intervención, ya está dormida. Si la muerte se produce durante la operación, la persona se habrá muerto sin recuperarse del sueño anestésico. Cuando la conciencia despierta en el plano espiritual, el cuerpo ya está muerto, pero el individuo no sabe lo que sucedió; sólo recuerda lo inmediatamente anterior a que se le efectuara la anestesia Como además, al dejar el cuerpo, el alma tiene la apariencia exacta del cuerpo físico, esto mantiene la ilusión de que se está vivo. Como consecuencia de esto, el alma permanecerá aquí, en la atmósfera terrestre, confundida y desorientada, sin entender muy bien lo que está sucediendo, dado que ella puede ver y oír a los seres vivos, pero éstos no pueden verla ni escucharla.

      b) Muertes imprevistas y violentas

      Ya vimos en el estudio de Korotkov que, en las muertes imprevistas y violentas como suicidio y asesinato, había una gran actividad energética post mortem, lo que implica que el alma sigue unida al cuerpo todavía después de varios días de haberse producido la muerte. En este tipo de muertes no hay pérdida de la consciencia, pero por lo general tampoco hay consciencia del momento de la muerte. Esto puede ocurrir también en los accidentes fatales con muerte instantánea. Todo es tan rápido y sorpresivo que el alma no alcanza a reaccionar y comprender lo que está sucediendo. Es como que en un segundo yo estoy caminando dentro de este cuerpo y un cuarto de segundo después estoy fuera de éste. Aquí no hay transición como en la muerte natural, aquí no hay un desprendimiento progresivo. El cordón de energía que une el alma con el cuerpo ha sido cortado de improviso y violentamente. De pronto, yo estoy aquí, de pie, pero hay un tipo que es un doble de mí mismo y que está tirado en el suelo. ¿Qué está pasando acá? Yo me sigo moviendo en este otro cuerpo —el espiritual— que para mí es tan sólido y real


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