Terapia de la posesión espiritual. José Luis Cabouli
cuál será la magnitud de ese desprendimiento. Puede que sea leve y que el alma sólo se quede flotando un poco por encima del cuerpo mientras observa la operación para luego retornar a éste. Pero puede ocurrir que el desprendimiento sea mayor y que el alma pase a una realidad no ordinaria de la cual no puede regresar o tal vez no quiera regresar. Al abrir los ojos, la persona recupera la consciencia, pero hay una parte de su esencia que no está. Esto agrava todavía más la debilidad del campo vibratorio, lo que favorece la entrada de energías intrusas. Quizás, mientras estaban operando a la persona en cuestión, en el quirófano de al lado se murió otro que aprovecha la oportunidad para meterse en el campo vibratorio de alguien más joven.
Una operación requiere hospitalización y esto añade otro factor de riesgo, ya que un hospital es un gran reservorio de almas perdidas porque, inevitablemente, muchas personas fallecen allí. De modo que aquí tenemos una combinación de factores; por una parte, la debilidad en el campo de protección de una persona provocada por una intervención quirúrgica y, al mismo tiempo, la presencia de gran cantidad de almas perdidas que están en el mismo lugar de la acción. Es fácil imaginar que cualquier hospitalización, aun cuando no se practique una cirugía, significa estar expuesto a la posibilidad de que se adhieran almas perdidas. En particular, las enfermedades prolongadas crean vulnerabilidad en este sentido, ya que también provocan un debilitamiento del campo vibratorio por consumo de energía vital. Una enfermedad típica de esta situación es la hepatitis, dado que afecta al hígado que no sólo es fundamental en los procesos de desintoxicación del organismo, sino que también lo es a nivel energético. Cuando el hígado está enfermo, no sólo no puede realizar normalmente su trabajo en el cuerpo físico sino que tampoco puede hacerlo a nivel energético. Al no procesar las energías tóxicas, se produce una desvitalización que afecta el campo vibratorio protector. Toda condición que implique consumo de energía vital y, por consecuencia, disminución del campo vibratorio de protección, facilitará la entrada de almas perdidas.
Las condiciones propias de un hospital nos llevan a considerar otro factor predisponente que es el ambiente laboral. Trabajar en un hospital conlleva el riesgo implícito de que a uno se le adhieran almas perdidas. Un hospital es un lugar de dolor y sufrimiento y los profesionales de la salud en particular tienen un aura de luz que los distingue del resto de las personas. En ese ambiente de dolor, las almas perdidas se sienten atraídas por la luz que emana del aura de los médicos y enfermeras y se adhieren a su campo vibratorio en busca de protección y seguridad. Como generalmente no tenemos el mínimo conocimiento de esto, resulta que durante veinte o treinta años concurrimos al hospital sin ningún tipo de protección.
Le guste o no le guste, todo profesional que trabaja en un hospital tiene que asumir que de hecho tiene almas perdidas consigo hasta que se demuestre lo contrario. Yo lo aprendí tarde. Fue Edith Fiore quien me alertó de esto. Si has trabajado en un hospital tienes que dar por sentado que tienes almas perdidas contigo —me dijo cuando me encontré con ella—. Cuando tomé consciencia de esta situación ya habían pasado casi veinte años de práctica hospitalaria y no fue hasta que comencé a trabajar en este libro que me di cuenta de que llevaba conmigo varias almas perdidas adquiridas en esa etapa de mi vida profesional. Cualquiera que trabaje en un ambiente de dolor o sufrimiento y donde fallezcan personas con frecuencia está expuesto a este problema. A los hospitales hay que agregar psiquiátricos, cárceles, hospedajes de ancianos y morgue, sin olvidar las visitas frecuentes a los cementerios.
Hay otras condiciones que sin ser traumáticas facilitan la adherencia de almas perdidas. Tal vez lo más frecuente sea el vínculo afectivo entre el alma perdida y la persona viva. Es natural y lógico que así sea. El vínculo afectivo crea lazos energéticos entre las personas involucradas. En la tradición huna de la Polinesia, a estos lazos energéticos se los denomina cordones aka. A través de estos cordones, que se establecen en forma inconsciente, nos atamos en las relaciones tomando energía de otras personas y permitiendo que otros tomen energía de nosotros mismos. Como se trata de cordones de energía, no se disgregan con la muerte a menos que cortemos con ellos conscientemente por nuestra propia voluntad. Si nos aferramos a algún ser querido que ha partido, si extrañamos su presencia con intensidad, podemos atraerlo a nuestro campo vibratorio mediante estos cordones sin darnos cuenta. También puede ocurrir a la inversa; que el ser que partió permanezca aferrado a la persona viva. Una madre o un padre sobreprotector lo seguirá siendo aun después de haber dejado la materia. Se pegará con facilidad al campo vibratorio de su hijo por cuanto ya en vida ha invadido el aura de éste y así seguirá manejando su vida desde la otra dimensión.
Los hábitos de una persona son el siguiente aspecto a considerar. En particular la adicción al tabaco, alcohol y drogas estupefacientes facilitan la invasión y el accionar de energías intrusas. Este tipo de sustancias se volatiliza fácilmente y, además de impregnar nuestro campo vibratorio, terminan dañándolo y debilitándolo. Con sólo adherirse al aura magnética de una persona, las almas perdidas y otras entidades pueden percibir y experimentar los efluvios que emanan de la persona que está fumando o consumiendo alguna droga. Digamos que cada vez que un fumador enciende un cigarro no está solo, hay alguien más allí que aprovecha la ocasión. La verdad es que el fumador es fumado por las entidades que se han adherido a su aura por afinidad vibratoria. Este es uno de los motivos por los cuales es tan difícil dejar de fumar o de beber, ya que la entidad que se ha adherido incita a la persona a seguir haciéndolo porque al no tener el cuerpo físico sufre por la falta del tabaco o del alcohol. No se trata sólo de ejercer la voluntad, se está luchando contra otra voluntad.
Las relaciones sexuales sin amor son otra puerta de entrada para seres desencarnados. Así como una entidad puede fumar a través del campo vibratorio de una persona, de la misma manera puede experimentar el placer sexual. Toda relación sexual sin amor transcurre en un nivel de vibración muy bajo que permite que se adhieran todas las energías que vibran en consonancia. En los planos más bajos de vibración existen miles de seres que acuden en tropel allí donde tienen la oportunidad de experimentar sensaciones. Como este tipo de uniones sexuales se realiza a través de los chakras inferiores que son los de frecuencia vibratoria más baja, esto facilita que se adhieran este tipo de entidades. Esta es una de las metáforas de la concepción del centauro Quirón. Su madre, la ninfa Filira, se había convertido en yegua para escapar de Cronos. Pero éste se transformó en caballo y copuló con Filira en ese estado. El niño nació mitad hombre, mitad caballo, porque cuando fue concebido, Filira y Cronos estaban en sus impulsos animales en lugar de estar en su ser superior. En la unión sexual sin amor, estamos en nuestros instintos animales, en nuestra frecuencia vibratoria más baja y, por lo tanto, sin protección. Por el contrario, la energía vibratoria del amor funciona como un campo de protección ya que entonces las entidades de los planos bajos no pueden alcanzar esa frecuencia vibratoria. Si además la relación se lleva a cabo en un hotel por horas, esto agrava la situación, por cuanto así como los hospitales están llenos de seres sufrientes, así en los hoteles por hora pululan las almas perdidas que van a disfrutar de sus placeres.
La vulnerabilidad emocional es otra de las razones por la cual podemos ser invadidos por energías ajenas a nuestro campo vibratorio. Todo estado de dolor emocional implica una baja en nuestras defensas vibratorias; es como si nuestro campo vibratorio se abriera por la herida causada por el dolor. Por ejemplo, el trauma provocado por un divorcio o el abandono o la traición o la pérdida del ser amado, pueden dejar a una persona en un estado de dolor y depresión en el cual la energía vital se encuentra notablemente disminuida.
En esta relación de factores predisponentes tenemos que considerar también aquellos de origen kármico, más precisamente vínculos o relaciones que tienen su origen en vidas anteriores. Si dos o más personas han estado relacionadas en otra vida ya tienen familiaridad a nivel de sus campos vibratorios. Tal vez una de ellas juró vengarse de la otra. Resulta que hoy dicha alma no está encarnada, pero puede ejecutar su venganza invadiendo el aura de su enemigo, provocando un efecto que se conoce como obsesión. Quizás sea el amor los que los mantiene unidos. Imaginemos que dos personas se juraron amor eterno en otra vida, pero sólo una de ellas se encuentra encarnada actualmente. La otra, la que permanece en el plano espiritual, puede seguir aferrada al campo vibratorio de su amante encarnado sin que éste tenga noticias de ello, interfiriendo así con su vida amorosa.
Hay otro