Terapia de la posesión espiritual. José Luis Cabouli

Terapia de la posesión espiritual - José Luis Cabouli


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básico y sencillo en el que se puede comprobar la alteración que se produce en un campo magnético al ser interferido por otro campo de propiedades similares. La prueba consiste en recortar una silueta humana en una lámina de material magnético y colocarla sobre un vidrio transparente. Luego se cubre la superficie de la figura con limadura de hierro la cual adoptará una disposición determinada. Acto seguido, debajo del vidrio, se coloca un trozo pequeño de metal imantado en un punto del contorno de la silueta. En forma inmediata se puede observar la alteración que se produce en la disposición original de la limadura de hierro en la zona afectada por este segundo campo magnético. Este segundo campo tiene la particularidad de modificar el campo magnético original, produciendo un nuevo campo que Raúl Torres denomina campo interferente. Como resultado final veremos que la silueta fue alterada en su contorno inicial por la acción de un agente externo.

      Las almas perdidas y cualquier energía intrusa se comportan de forma similar al campo magnético interferente del experimento de Raúl Torres, alterando el patrón vibratorio original del campo bioeléctrico de la persona viva. Esta alteración en el campo vibratorio se manifiesta en la esfera física y psíquica en forma de síntomas y efectos que pasaremos a considerar inmediatamente.

      Desde el instante mismo en que un alma perdida se ha adherido al campo vibratorio de una persona comienza a ejercer su influencia sobre ésta, sin olvidar que esta influencia puede experimentarse aun estando la entidad fuera del aura de la persona. Es probable que, inicialmente, el alma perdida se adhiera al aura de una persona viva y que el proceso de invasión lleve su tiempo. Los hallazgos con la bioelectrografía sugieren que cuanto más penetre una energía intrusa en el campo bioeléctrico de una persona, mayor será su influencia sobre ésta y, cuanto más se prolongue en el tiempo el accionar del alma perdida, mayor será su penetración en el campo vibratorio de la persona.

      La mayoría de las almas perdidas no provoca esta influencia adrede, al menos inicialmente. Frecuentemente, la influencia y sus efectos se producen sin que el alma perdida tenga noción siquiera de lo que está ocurriendo, pero como la energía de la entidad se comporta como un campo interferente, inevitablemente provocará alteraciones en el campo energético de la persona. La sola presencia de un alma perdida en nuestro campo vibratorio producirá efectos indeseables en nosotros. Es como si provocara un corto circuito en nuestra dinámica energética.

      Una vez que el alma perdida se ha instalado en el aura de una persona, ésta comienza a tener sensaciones, emociones, pensamientos y conductas o actitudes que no le pertenecen. Algunas personas se dan cuenta de que está sucediendo algo extraño, pero no lo dicen por temor a ser tomadas por locas. Así, es común que, al plantear su problema en la consulta, digan cosas por el estilo:

       A veces escucho como una voz dentro de mí que me dice cosas.

       Es como si algo dentro de mí me obligara a hacer cosas que no quiero hacer.

       A veces tengo pensamientos que no son míos.

       Hay momentos en que no soy yo.

       Hay momentos en que mi esposa me dice que parezco otra persona.

       Hay momentos en que mi marido me dice que parezco un hombre.

       Hay algo dentro (o fuera) de mí que me impide hacer todo lo que me propongo.

       A veces siento como si hubiera otra voluntad dentro mí.

      Como frecuentemente la adherencia del alma perdida suele suceder en la infancia, la persona crece y se desarrolla con una forma de ser que cree que le es propia, pero en realidad no es totalmente de ella. Si la invasión del aura se produce en la vida adulta, la diferencia entre el antes y el después puede ser más clara. Cuando es así, generalmente puede identificarse algún hecho o momento preciso a partir del cual se produjo el cambio en el humor o en el comportamiento de la persona. Pudo haber sido un accidente, una intervención quirúrgica, una violación o un gran dolor emocional o apenas una visita de cortesía a algún conocido hospitalizado. Luego del incidente, repentinamente la persona comienza a actuar de una manera diferente, como si fuese otra persona o puede tener síntomas físicos que antes no tenía. Como ejemplo, es posible que tenga actitudes agresivas hacia una persona con la cual previamente no tenía problemas o puede que de improviso surja alguna adicción o incluso es posible que se alteren sus hábitos sexuales.

      Lo que sucede es que el alma perdida conserva su psiquismo intacto y, por lo tanto, continúa con las mismas emociones, con las mismas sensaciones, con las mismas conductas y creencias que tenía cuando estaba en el cuerpo, las cuales se transfieren a la persona viva. Los traumas, las sensaciones, las emociones y las creencias no terminan ni se resuelven porque uno se muere; de hecho, esta es la razón de ser de la TVP. Cuando nos vamos de esta vida, nos llevamos nuestra historia a otro lado. Nadie se convierte en sabio o maestro por el solo hecho de morir. Más aún, al permanecer el alma perdida en el plano físico conserva también los dolores que tenía el cuerpo físico porque se ha quedado con esa impresión. Por eso es posible que una persona de pronto manifieste síntomas físicos que antes no tenía o se enferme sin tener signos orgánicos que lo justifiquen, porque está experimentando los dolores del alma perdida la cual sigue aferrada a la ilusión del cuerpo físico.

      Básicamente, lo que ocurre entonces es que el psiquismo de la persona muerta se mezcla, a nivel subconsciente, con el psiquismo de la persona viva. De pronto, es como si hubiese dos o más voluntades en una misma persona y la verdad es que de esto se trata todo el asunto de las almas perdidas: la puja inconsciente entre dos o más voluntades. No hay demonios ni diablos ni posesión demoníaca, aunque a veces pueda parecerlo. En la mayoría de los casos, cuando se habla de posesión, lo más probable es que se trate del abuelo, del bisabuelo o de algún conocido fallecido de la persona afectada. Lo que tradicionalmente llamamos demonios es en realidad un tipo particular de entidades que tienen el propósito concreto de perjudicar a una persona y a las cuales veremos en acción más adelante.

      Como habitualmente no hay consciencia de lo que está ocurriendo, el psiquismo del alma perdida se interpenetra en forma insensible con el de la persona viva de manera tal que es muy difícil poder discriminar a quién pertenecen realmente las sensaciones, emociones y pensamientos. En realidad, ni siquiera se sospecha lo que ha ocurrido. El desconocimiento de la realidad espiritual, el escepticismo, el cientificismo y las creencias culturales y religiosas facilitan el accionar de estas energías intrusas e impiden que una persona pueda tomar consciencia de la influencia de estos seres en su vida.

      Al común de la gente ni siquiera se le ocurre pensar de que algunos de sus pensamientos y su forma de actuar o de reaccionar no le son propios. Una persona puede pasarse toda su vida así sin sospechar jamás que ha tenido conviviendo con ella un inquilino que probablemente le causó cientos de inconvenientes y que, además, nunca pagó el alquiler. Es posible que creamos que estamos haciendo lo que queremos hacer cuando en realidad estamos haciendo lo que quiere hacer otra voluntad. Tal vez esto se exprese como una ambivalencia o como una lucha interior entre que queremos hacer algo y, al mismo tiempo, sentimos un freno o un impedimento interior para llevarlo a cabo. A veces sentimos un bloqueo que nos impide concretar determinados proyectos o dilatamos el inicio de una tarea y, entonces, hablamos de sabotaje inconsciente o decimos que nos boicoteamos, cuando en realidad lo que está ocurriendo es que alguien más, dentro de nosotros, se encarga de frenarnos en nuestros impulsos vitales. También puede ocurrir lo contrario; una persona puede sentir una fuerza imperiosa y urgente que la impulsa a sobrecargarse de tareas y asumir responsabilidades que no le corresponden. Entonces hablamos de mandatos familiares, de exceso de responsabilidad o de temor a fallar cuando lo que puede estar sucediendo es que hay allí un alma perdida que no completó su tarea y procura realizarla a través de un instrumento idóneo.

      En ocasiones es posible que alguien quiera relacionarse con nosotros, pero quien está en nuestra aura lo rechaza. Puede suceder entonces que cada vez que esa persona se nos aproxima nos sintamos mal, cuando en realidad el malestar, la molestia y el fastidio son del otro. Más de una vez, algún padre celoso de su hija le ha


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