Terapia de la posesión espiritual. José Luis Cabouli

Terapia de la posesión espiritual - José Luis Cabouli


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que me escucha, mirá vos, ¿quién iba a decir? ¿Quién iba a decir que ella me iba a escuchar?

      T: ¿Y entonces?

      S: Entonces, como ella dice que me necesita, yo me quedo con ella. (Así de simple) Algo tengo que encontrar para hacer... Entonces, estudiamos juntos y aprendí muchas cosas, estudiamos medicina y ella hace lo que a mí me gusta.

      T: Muy bien. Ahora me gustaría explicarte algo, ¿sabés? Se trata de algo que tal vez nunca te dijeron, pero en la cabalá judía también se habla de esto. ¿Vos sabés hebreo?

      S: Yo sé yídish.

      T: Vos sabés que los maestros de la cabalá explican que el alma no muere nunca, sino que lo que muere es el cuerpo.

      S: ¡Y miráme a mí!

      T: Eso es, tu cuerpo se murió, pero tu alma sigue viviendo. Ahora, cuando el alma deja el cuerpo, tiene que entrar en el mundo de la luz, en el mundo de los espíritus.

      S: ¡Eso es todo mentira!

      T: Mirá, hay una palabra en hebreo, nilgul neshamot, que quiere decir “las ruedas del alma”. Eso significa que el alma va de vida en vida girando como una rueda. Luego de dejar un cuerpo el alma regresa al mundo de la Luz. El cuerpo es como un traje que, cuando se pone viejo, se tira y se compra otro. Al dejar el cuerpo, lo correcto es que el alma entre en el mundo de la Luz para que luego vuelva a nacer del vientre de una madre en un cuerpo nuevo. Lo que pasó es que, cuando te moriste, no te diste cuenta de lo que estaba pasando.

      S: Yo sí me di cuenta, pero no podía volver, ¿qué querés?

      T: No podías volver porque tu cuerpo estaba muerto y, en vez de ir hacia la Luz...

      S: Si yo le decía: idiota, te vas a morir.

      T: Claro y, en lugar de ir al mundo de las almas, te quedaste en la tierra y, al quedarte con Raquel, estás influyendo en su vida porque es como si estuvieran los dos en un mismo cuerpo. Cuando vos dejaste tu cuerpo, te estaban esperando seres luminosos para llevarte al mundo de la Luz. Lo que pasa es que, en el medio de la confusión, no los pudiste ver. Ahora, vamos a hacer un ejercicio de memoria. Quiero que vuelvas un instante antes del ataque al corazón y quiero que prestes atención cómo es que dejás ese cuerpo. Cuento hasta tres y volvé a ese momento. Uno... dos... tres. Fijáte, ¿cómo te viene el ataque?

      S: Estoy muy apurado y entro en la casa de Jacobo y paso un zaguán y lo busco a Jacobo porque necesito gas. Entonces le digo “Jacobito, necesito gas” y, entonces, siento un dolor fuerte, acá, en el pecho. Busco la pastilla, ¡otra vez esta mierda! Y me caigo y no me puse la pastilla. Entonces viene Sara corriendo y grita y viene Jacobo y él me pone la pastilla.

      T: Y entonces, ¿qué pasa?

      S: La pastilla queda entera... y me empiezo a salir... y salí arriba... y me digo “idiota, idiota, te vas a morir”. A Sara, le digo que no llore y que no grite, pero ni me escucha. Agarro a Jacobo de los hombros y lo sacudo, pero no me siente.

      T: Eso es, ahora, quiero que prestes atención y que mires a tu alrededor porque, al dejar el cuerpo, podés ver el mundo de las almas. Ahora, tu vista puede ver lo que no podías ver antes. Vas a ver una luz y, prestá atención porque, en ese momento, te estaban esperando.

      S: Sí, hay una luz y hay unos tipos ahí. ¡Mirá vos! Yo creí que eso no era para judíos.

      T: ¿Cómo es eso?

      S: El tipo ese tiene una cosa en el cuello, parece un cura y entonces yo dije: no es para judíos. (¿Qué les parece?)

      T: ¿Y qué te dice ese ser?

      S: ¡Mirá vos! Ahí viene mi mamá también y me dice: “Vení, Samuelito.”. Ella está ahí y también está Rubén y hay un montón, otros. ¡Y yo creí que eso no era para judíos, mirá!

      T: ¿Sabés por qué? Porque la religión es de los hombres, pero para Dios todos somos iguales; no existe la división en el mundo de Dios, por eso te están esperando ahí.

      S: Y me da mucha pena dejarla a Esther. ¡Ahhh!

      T: Yo te entiendo, ya te vas a encontrar con Esther.

      S: ¿Vos creés?

      T: Sí, señor. Cuando llegue el momento te vas a reunir con Esther y podrás ayudarla. Ahora fijate, ¿qué te dice tu mamá?

      S: Que tengo que ir ahí.

      T: ¿Y no estás contento de volver a ver a tu mamá?

      S: Sí, la verdad que me da alegría volverla a ver.

      T: ¿No tenés ganas de abrazarla?

      S: Sí, pero si la abrazo no voy a poder volver. ¡Ay, qué cosa! (¿Vieron? El alma sabe perfectamente lo que va a pasar. Si el alma perdida se abraza al familiar que lo viene a buscar, el trabajo ya está logrado.)

      T: Yo te voy a ayudar ahora porque es la evolución natural que vos vuelvas al reino de Dios.

      S: ¡Pero acá hay tanta gente que me necesita! Yo ayudaba tanto a la gente del pueblo... Hay mucha gente pobre acá. Yo le decía siempre a Uriel “traéme ropa y libros usados” y yo seleccionaba la ropa y le daba a la gente. ¿Quién va a hacer eso ahora? ¡Y esa chica! ¿Quién va a cuidar ahora? ¡Pobre!

      T: Ella está aprendiendo a cuidarse sola y es muy importante que cada uno haga su propia experiencia. Vos no podés estudiar por ella, no podés dar los exámenes por ella. Yo te aseguro que todo va a salir bien.

      S: ¿Y ella también va a poder venir después?

      T: Todos vamos a ir allí porque ese es nuestro verdadero hogar y nuestro verdadero mundo. Escuchala a tu mamá que seguramente tiene algo para decirte. ¿Qué te dice tu mamá?

      S: Ella quiere que vaya. Me dice que viví bien y que me morí mal. La voy a ir a abrazar.

      T: Eso es, no tengas temor. Abrazate con tu mamá que todo va a salir bien.

      S: “Quedate tranquila, Raquelcita. Desde donde yo esté te voy a ayudar.”

      T: Eso es, andá con tu mamá que hace mucho tiempo que te está esperando. En la Luz tu fuerza será mayor y podrás ayudar a Raquel con la asistencia de Dios.

      S: Necesito descansar mucho.

      T: Eso es y... Fijate una cosa, ¿hay alguien más allí que esté con Raquel?

      S: ¿Ahí dentro? Sí.

      T: Muy bien, peguntale si se quiere ir con vos.

      S: No sé, no habla. El cura ese le da la mano.

      T: Ayudalo para que se vaya con el cura.

      S: Bueno, que se vaya con el cura, conmigo no. Ése, ni siquiera es pariente. Me parece que me vio a mí y entonces se vino y yo no lo escuché en todo el tiempo porque a mí no me gustan los borrachines. ¿Sabés que aquí mucha gente fue y vino varias veces? Es como si Raquel los llamara. Yo nunca estuve de acuerdo con eso.

      T: Ajá, y fijate, ¿qué cosa facilita eso en Raquel?

      S: Y, ella es muy buena y tiene lástima de todos y, entonces, ella siente algo y va y viene y otros se cuelgan de ella. Acá hubo varios que estuvieron y van y vienen y la Laura también va y viene. Pero la Laura, ¡pobre!, está tan mal ella... (Así de fácil, en forma inconsciente, es como muchas energías extrañas se pegan a una persona.)

      T: ¿Quién es Laura?

      S: La Laura es la mamá de Raquel. Ella está mal, ella no se puede hacer nada; nunca se pudo hacer nada con la Laura. (Hasta aquí yo no sabía nada de la mamá de Raquel.)

      T: Quedate tranquilo que yo la voy a ayudar, ¿sí?

      S: Bueno, encargate vos.

      T: Yo me voy a encargar de eso. Vos hiciste un gran trabajo hoy. El mérito es doble porque


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