Terapia de la posesión espiritual. José Luis Cabouli

Terapia de la posesión espiritual - José Luis Cabouli


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que aparezca en el trabajo con la TVP. Algunas personas han hecho pactos de esta naturaleza en vidas anteriores y hoy las fuerzas con las cuales se hizo el pacto reclaman el cumplimiento de éste. Es probable que actualmente la persona se encuentre en el camino de la Luz, pero habrá entidades que la hostiguen por haberlas traicionado. Tengan presente que, en la dimensión del alma, no existe el tiempo. Cualquier pacto que se haya hecho hace mil o dos mil años atrás es como si se acabara de efectuar. A nivel de la energía, el pacto todavía sigue vigente y eso supone una puerta abierta para la invasión por parte de energías oscuras.

      Finalmente, jugar con el tablero ouija o el juego de la copa es una forma de atraer entidades desconocidas a nuestro campo de energía. La consulta o la invocación de espíritus desencarnados puede parecer un juego inocente y atractivo, pero no lo es. Generalmente, las entidades que acceden a estos llamados no son seres de luz precisamente. Los maestros de luz tienen obras más importantes y trascendentes que hacer que satisfacer la curiosidad y la avidez de emociones de algunas personas. Es posible que se manifiesten almas familiares, en cuyo caso debemos suponer que no han ascendido a la Luz, pero lo más frecuente es que acudan seres burlones que sólo buscan divertirse a costa de los incautos. En todo caso, algunas historias de influencia espiritual comienzan así. Al invocar a los seres desencarnados, implícitamente abrimos las puertas para que entren en nuestro campo íntimo. El mismo riesgo corren aquellas personas que invocan maestros o entidades espirituales para canalizarlos sin un entrenamiento o conocimiento de la realidad espiritual. Esta es la vía más sencilla para ser invadidos por energías intrusas porque, ¿quién certifica que el ser canalizado es verdaderamente quien afirma ser? Tendremos ocasión de extendernos en este tema en el capítulo de mistificadores.

      Recordemos ahora los factores que nos hacen vulnerables a la invasión por almas perdidas o entidades extrañas:

       Experiencias traumáticas en general

       Pérdida del alma

       Vínculo afectivo

       Intervenciones quirúrgicas

       Hospitalización prolongada

       Enfermedades desvitalizantes

       Ambiente laboral

       Hábitos y adicciones

       Relaciones sexuales sin amor

       Vulnerabilidad emocional

       Factores kármicos

       Pactos con la oscuridad

       Jugar con el tablero Ouija

       Canalización de entidades ignorando los riesgos implícitos

      Aunque hablemos de la posesión como uno de los efectos que las almas perdidas provocan en las personas vivas, debemos tener claro que no existe la posesión real del cuerpo físico. Nadie se mete en el cuerpo de otra persona aunque esta pueda ser la sensación aparente. Lo que puede llegar a ocurrir, en los casos más graves, es que el alma perdida controle la mente y la voluntad de una persona. Es entonces cuando puede parecer que el sujeto está poseído, pero lo que en realidad está sucediendo es que su conciencia ha quedado desplazada debido a la fuerza psíquica de la entidad invasora y, en lugar de la persona, se está manifestando otra conciencia. Cuando la persona vuelve a la consciencia de sí misma no tiene recuerdo de lo que ha acontecido. Para quien observa el fenómeno, la impresión es como si el individuo estuviese poseído realmente, pero una entidad espiritual no necesita meterse dentro del cuerpo de una persona para influenciarla. Le basta con adherirse al campo vibratorio de ésta. Pero además, el alma perdida tampoco necesita estar presente en su forma completa para ejercer su influencia. Es suficiente con que un fragmento de energía del alma perdida entre en el campo vibratorio de una persona para provocar trastornos en ésta. Esto explicaría por qué una misma alma perdida puede actuar sobre varias personas al mismo tiempo o por qué el bisabuelo de Ramiro se encontró con su hijo que estaba en la Luz, siendo que una parte de éste todavía estaba junto a su nieto.

      Parece ser que luego de desprenderse del cuerpo hay una parte del alma que alcanza la Luz, al tiempo que pueden quedar fragmentos de su energía atrapados en el cuerpo físico o en la atmósfera terrestre. De alguna manera esto es lo que ocurre cuando tiene lugar la pérdida del alma. Una parte se separa mientras la persona sigue viva con el resto de su energía.

      La cabalá enseña que al morir se desprenden tres niveles de energía diferentes del alma. El primero en partir es la Neshamá, el alma propiamente dicha. A los treinta días se va el Rúaj, espíritu o soplo y, al año aproximadamente, se retira el Nefesh, que es el nivel inferior de la energía o energía animal. De modo que una parte del alma puede estar aquí todavía, interactuando y sujeta al plano físico, mientras la parte superior se encuentra en otro plano de existencia o en otra realidad.

      En su definición de fantasma, Joan Grant explica en forma insuperable este fenómeno:

       “Un fantasma es un fragmento disociado de una personalidad que se ha separado del resto y permanece prisionera en un presente eterno mientras que los componentes integrados continúan su proceso normal de evolución.”

      Según la definición de Joan Grant, un alma perdida es un fragmento de energía que se ha separado de su principio superior mientras éste sigue su evolución. Digamos de paso que un fantasma es un alma perdida, sólo que la tradición lo asocia restringido o anclado más a un sitio que a una persona.

      De modo tal que es posible que una persona esté encarnada en su cuerpo físico mientras parte de la energía de su alma todavía está atrapada en otra realidad. De hecho, un aspecto importante del trabajo terapéutico con la TVP consiste en recuperar e integrar esos fragmentos de energía que han quedado atrapados en experiencias traumáticas de vidas pasadas.

      Ahora bien, un fragmento de un alma conserva todas las propiedades y memoria de la personalidad de la cual se disoció, pues se comporta en forma análoga a un holograma donde un trozo contiene la totalidad de la información de la unidad original. Esto significa que ese fragmento disociado del alma conserva no sólo la memoria, sino también las emociones, temores, creencias e inclinaciones de la personalidad de la cual proviene, actuando y comportándose como si fuera ésta misma.

      La bioelectrografía (Beg) nos ha ayudado mucho a comprender el accionar de las almas perdidas. En una Beg, lo que constituye la energía de un alma perdida puede identificarse como una partícula diferente del campo bioeléctrico de una persona por lo cual se las denomina partículas o energías intrusas o transdimensionales. Raúl Torres prefiere el término campo interferente, ya que estas partículas intrusas generan su propio campo de energía, lo que a su vez implica que tienen su propio campo gravitatorio. Por efecto gravitacional, estas partículas pueden atraer hacia su campo de influencia a otras partículas foráneas, lo que explicaría por qué, una vez que un alma perdida ha invadido el aura de una persona, facilita el ingreso de nuevas entidades.

      Cuando estas partículas o energías intrusas están presentes en el aura de una persona, alteran visiblemente el registro de su campo bioeléctrico. No sólo eso, sino que, además, absorben energía vital como si se alimentaran directamente del campo vibratorio de la persona en la que habitan. Incluso pueden tomar energía de la persona aunque se encuentren fuera del campo vibratorio de ésta. De modo que toda energía intrusa, sea lo que sea, sea quien sea, es como un parásito que se alimenta de la energía que encuentra en el campo bioeléctrico de un ser vivo. Esto se manifiesta clínicamente como falta de energía y cansancio o fatiga crónica. Lisa y llanamente se trata de vampiros energéticos. Al mismo tiempo, la interferencia que provocan se traduce en un sinnúmero de síntomas físicos, mentales y emocionales en la persona afectada. Así es como son capaces de influir en los pensamientos y conductas de la persona en cuyo campo energético se han localizado. De modo entonces que, en lugar de un espíritu que posesiona, tenemos una partícula o un campo de energía intruso o interferente que provoca alteraciones energéticas


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