Mujeres de fuego. Stella Calloni
sus teorías, sino ponerse al servicio del pueblo, poner los conocimientos al servicio del pueblo, hacerse oír. Sabía de lo que pasaba en Colombia: 10 o 15 familias eran y son los ciudadanos colombianos, los demás no tenemos derechos. Mi padre tenía voz, hizo sentir que era posible para todos tener esa voz, y cuando lo mataron, cada uno sintió que lo estaban enmudeciendo. En aquel momento, mi generación así lo sintió. Yo viví con el síndrome de la orfandad, como todos, sin posibilidad de realizarse, la orfandad de poder hacer, de poder ser. La generación de mi padre tenía trabajo. Pero nosotros no podemos ser ciudadanos en nuestro propio país, sólo pueden los liberales oficialistas, los conservadores oficialistas. La marginación del gaitanismo fue terrible. Sólo se agrupa después alrededor del general Rojas Pinilla. Generaciones enteras han visto coartada toda posibilidad durante 50 años sin poder ser ciudadanos. Gaitán quería la voz para el pueblo y eso no podían aceptarlo los que condenan a ese pueblo a no ser ciudadano, a no participar. Como la memoria se construye fantasiosamente no hablan de la formación de mi padre, de su doctrina. Él era un catalizador, un organizador y por eso eran multitudes que lo seguían. Y por eso él se sintió muy dolido cuando en los años cuarenta la oligarquía, incluso de su propio partido, se dio cuenta de que no podía detenerlo y él sabía que estaba condenado.
—¿Cómo sería funcional políticamente aquella doctrina de Gaitán, que evalúas como muy avanzada, en estos tiempos de la globalización, en esta dinámica sorprendente y en la situación colombiana?
—Es un tema que hay que tratar sin temores. Podemos también ver el otro lado de la cuestión: aparece la globalización como hecho contundente que podemos transformar en continentalización latinoamericana. Necesitamos ser un bloque, pero no nos conocemos y sólo se ama lo que se conoce. Internet es muchas cosas, pero también una bendición y es posible soñar con la patria grande virtual. No creo en las redes sino en la atarraya, porque su red es lineal con un punto central, es circular, y cada punto de la red está equidistante del centro. En la atarraya todos estamos equidistantes. La atarraya, organización mucho más horizontal. Se acaban las jerarquías de partidos y los centralismos democráticos que terminan siendo la dictadura de unos pocos. Si la estructura no es participativa, no se puede crear una sociedad nueva. Me sentía sola en la idea de una comunidad latinoamericana virtual. La democratización puede estar allí y no lo estamos viendo. No nos preparamos para que sirva a todos, para luchar por esa conquista de la humanidad. Entonces, leo a Juan Luis Cebrián y siento que esto es importantísimo y que mucha gente de la izquierda no alcanza a entender esto.
—¿Qué quería Gaitán?
—No quería democracia representativa sino participativa. Comencé a buscar documentación sobre esto. No puede convivir una democracia participativa con una democracia representativa. No son cambios constitucionales solamente lo que se necesita, sino cambio de cultura. Eso decía Gaitán. Él hablaba de democracia directa, poder moral, poder ciudadano. Ese poder ciudadano sobre tres poderes. Cuando pensamos que en todo barrio pobre hay un televisor y que en poco tiempo internet se verá en televisión y tantos otros elementos, tenemos que hacer algo con todo esto. Debemos hacer algo con lo que tenemos en mano y tener el valor como él lo tuvo de adelantarse a los acontecimientos, de ver hacia adelante, de soñar con los pies en la tierra que nos contiene.
Por esta razón de latinoamericanidad, Gloria Gaitán Jaramillo, presidenta de la Fundación Jorge Eliécer Gaitán —el líder popular colombiano cuyo paso por la política de Colombia dejó huellas tan intensas que aún finalizado el siglo sigue siendo el referente para entender la historia de ese país—, no quiso estar ausente el día en que los panameños recuperaron la soberanía sobre todo su territorio (31 de diciembre de 1999). Gloria estuvo en las calles, en las marchas, en las vigilias, y subió junto al pueblo panameño hasta el cerro donde se izó la bandera panameña cuando finalizó la presencia colonial estadounidense en la Zona del Canal:
“Quise estar en Panamá, en ese día, porque sentía que mi padre hubiera estado en un momento tan maravilloso para un pueblo y porque durante mucho tiempo sólo hemos estado marchando detrás de la muerte y esta vez era estar festejando un acto de justicia, algo logrado con una larga lucha, aunque su resolución fue diplomática. Y también porque todos los latinoamericanos justos estábamos aquí, de una u otra manera. Y era una forma de decir que debemos unirnos y apoyar a los panameños para que esto no se vuelva atrás, ya que costó tantas vidas y tanta lucha”.
También está segura de que un día “más temprano que tarde reverdecerá en Colombia el gaitanismo, en Nicaragua el sandinismo y en cada pueblo aquello que fue semilla y fuerza real, aquello que no mata una bala, ni entierran las matanzas que asolaron nuestra América sólo por intereses inmorales”. Está segura de que América renacerá una y otra vez. Y recuerda aquel debate de Jorge Eliécer Gaitán ante el Congreso (1929) en defensa de los trabajadores contra la bananera norteamericana United Fruit Company: «Se necesitaba la declaratoria del Estado de sitio; matar a los colombianos y, ya turbado el orden público, el gobierno de Colombia haría ese contrato con la United para que después los obreros no pudieran reclamarle a la compañía norteamericana. He ahí cómo el gobierno defiende a sus ciudadanos. No importa que una escritura semejante cueste mil y más muertos, mil y más crímenes. Lo importante era que la compañía quedara complacida. El suelo de Colombia fue teñido en sangre para complacer las arcas ambiciosas del oro americano», dijo mi padre entonces; es como si estuviéramos hablando de esto hoy en nuestra Colombia.
Y recuerda Gloria cómo, en 1931, su padre enfrenta las ideas de un nacionalismo de tendencias fascistas argumentando que «hoy y siempre defenderemos [nuestro espíritu nacionalista] porque creemos que las naciones latinoamericanas tienen un peligro cierto en los imperialismos (...) y no sobra recordar que fue la exigua palabra de quien habla ante vosotros, la que en memorable ocasión logró impedir que las empresas eléctricas de Bogotá pasaran a manos extranjeras».
“Y esto sucedía en 1931”, dice Gloria, quien también advierte la anticipación de su padre en esa misma intervención ante el Congreso cuando dijo: «Yo sé bien que Colombia como todo país débil está amenazada por mil peligros y que se necesita la fuerza brava de todos sus hijos para defenderla contra la avalancha del imperialismo que transita, ante todo, sobre las pasarelas de la economía». Por todo esto y por sus propuestas audaces y revolucionarias de cambio, por su doctrina es que lo asesinaron, y por esa misma razón de las resurrecciones o de la no muerte, o de las transformaciones, como ella las llama, Gloria Gaitán Jaramillo, que se reconoce polémica, sabe que su padre está en cada rincón de Colombia, en cada mesa de los pobres, en los oscuros pasadizos donde transcurren miles de niños de la calle, y exige la liberación del cambio, “la revalorización y actualización de doctrinas que tengan su base en la realidad y en la vida misma y la ruptura con esquemas que esclavizan; la paz y la libertad, la democracia verdadera para Colombia”. En nombre del padre.
1 La Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán, administrada desde el año 2005 por la Universidad Nacional de Colombia, es la casa que habitó Gaitán, en Bogotá, desde 1933 hasta el día de su asesinato, el 9 de abril de 1948. Es un espacio académico de divulgación de su legado, en el marco del estudio, investigación y difusión de la historia contemporánea de Colombia.
ENTREVISTA A FANNY EDELMAN
El 1° de noviembre de 2011, a sólo cuatro meses de cumplir 101 años, murió en la Ciudad de Buenos Aires Fanny Edelman, mítica dirigente del Partido Comunista Argentino, en el que ocupaba la presidencia honoraria y en el que militó durante 80 años hasta sus últimas horas, dejando un ejemplo de lucha, honestidad, humildad, coherencia y moral revolucionaria.
Militante eterna
Su rostro fresco y su mirada azul, cargada de antiguas dulzuras, como su hablar pausado, no parecen coincidir con la historia de esta mujer de 93 años