El propósito del alma. José Luis Cabouli
Me empiezan a tironear acá, de la cola. ¡Ay! ¡No pasa el aire! ¡Ay! ¡Me duele! ¡Me sacan cosas! —comienza a toser—. Uno me puso una máscara y el otro me lava.
T: ¿Qué dicen cuando te lavan?
G: Que el médico es una bestia. Pero este médico es otro, no es el que me sacó. Y hay unas mujeres que se miran con cara de “¡este es un hijo de puta!”. Se dieron cuenta de que el médico se pasó, que casi me muero. Pobrecita, dicen, me acarician. Me duele todo y a mi mamá se la llevaron.
T: ¿Y en qué momento te encontrás con tu mamá?
G: Parece que es más adelante, no sé cuánto tiempo pasó, mamá tiene cara de cansada.
T: ¿Y qué dice tu mamá cuando te ve?
G: Está desesperada por verme. Está re-feliz. Dice: ¿por qué no querías venir? Pero lo dice con la mente, ella sabe quién soy yo. Y me besa, me acaricia, me quiere mucho.
T: ¿Y qué dice tu papá cuando te ve?
G: ¡Está contento! Tuvo mucho miedo de que me pasara algo. Papá me quiere.
T: Muy bien, ahora, a la cuenta de tres, yo voy a cortar el cordón umbilical y vas a completar tu nacimiento. Uno, dos, tres (simulo el corte del cordón). Ahora fijate una cosa más. En ese momento, cuando no podías respirar, ¿dónde está tu alma?
G: Cuando mi alma vio que el bebé se ponía violeta se metió dentro de él.
T: Muy bien, pero con tantas salidas y entradas que tuviste, fijate si hay alguna parte de tu alma que haya quedado afuera de tu cuerpo.
G: Sí, hay una parte que no está.
T: Muy bien. ¿Dónde está esa parte de tu alma?
G: ¡Esa parte ni siquiera bajó! ¡Está en la Luz!
T: ¿Y qué está haciendo allí, en la Luz?
G: Está mirando, está con bronca porque sabe que yo la voy a ir a buscar. Mi alma está mirando y los ángeles están detrás de vos.
T: ¿Cómo es eso?
G: Hay un ángel a cada lado de vos. Son mis ángeles, pero te están ayudando a vos. ¡Los ángeles estaban esperando que preguntaras eso! —riendo—. ¡Tenían miedo de que no lo preguntaras! Ahora están tranquilos.
T: Muy bien. Seguí.
G: Por allá viene la Luz, está bajando bien detrás de tu cabeza. Y mi alma está allá, mirando, y no quiere venir. ¡Me mira y no quiere venir!
T: Hablale a tu alma y decile: “hace treinta y dos años que estoy aquí. Yo hice el trabajo más duro. Ya es hora de que vuelvas conmigo. Necesito que regreses conmigo para estar completa y hacer lo que hemos venido a hacer. No nos podemos quedar en la Luz. Tenemos que estar en la Tierra y hacer lo que vinimos a hacer y, si hacemos todo bien, regresaremos a la Luz”.
G: “Vení, ya lo escuchaste. No estés tan triste. Esto no es tan malo; se puede ser feliz aquí. Yo voy a hacer todo lo que tenga que hacer para ser feliz y no vas a sufrir más. Vení. Yo te voy a cuidar. Yo te voy a proteger. Nadie va a lastimarte”. Ahí está, ya está, dicen mis ángeles. Ahora estoy completa.
T: Ahora hablale a ese médico y decile todo lo que necesites decirle.
G: “¿Por qué no te hiciste carnicero si te gusta tanto la sangre? ¡Y cortabas reses en vez de humanos! ¡Bestia! ¿Qué hacés siendo médico?”. ¡Ah! Pero este tipo está lleno de energías oscuras. ¡Eso le pasa! ¡Pobre tipo, está todo tomado! Esos son los que gozan, los que disfrutan con el dolor. Va a tener que pedir ayuda en algún momento.
T: Pedile que te devuelva la energía que te quitó.
G: “Sí, devolveme la energía que me quitaste cuando me lastimaste a mí y a mi mamá y la hiciste sufrir. ¡Ya vas a venir como mujer, vos! ¡Y te vas a arrepentir! Dame mi energía, ¡ahora!”.
T: Eso es.
G: Los ángeles me están diciendo más cosas que tienen que ver con esto. Me dicen que yo voy a ayudar a los que tienen esas energías oscuras. Esa es mi tarea principal. ¡Y eso es lo que estas energías no quieren que yo haga! ¡Estas energías sabían a qué venía yo!
T: Muy bien, ¿qué te gustaría decirle a tu mamá?
G: “Mamá, yo no compliqué las cosas, yo quería salir. Pero vos siempre sentís que si el cuerpo no te duele, tu espíritu no se purifica. Tenés que aprender que no es así. El cuerpo es para amar, no es para sufrir. El cuerpo es para poder tocar, acariciar, besar, abrazar. El cuerpo no es para que se enferme, ¡ese es nuestro desafío! No enfermar el cuerpo. ¡Amarlo! Cuidalo, mamá, no te enfermes más” —llorando—.
T: Eso es.
G: Mi mamá lo entiende, pero me dice que no conoce otra forma todavía.
T: ¿Hay algo que le quieras decir a tu papá?
G: A mi papá le falta mucho todavía. Él me quiere, pero todavía tiene mucho que sanar, en particular su soberbia. Él tuvo mucho poder y ahora no tiene poder, y yo le estoy enseñando que el amor no es obligar a que los demás sean como uno quiere que sean. Mi papá sufre porque yo no soy lo que él hubiese querido que yo fuese y ese es su aprendizaje.
T: Muy bien, recordá entonces lo que viniste a hacer, tu propósito como Gabriela. ¿Qué te dijeron en la Luz?
G: Tengo que ayudar a la gente a que recuerde que somos luz y que el cuerpo es para estar acá. ¡Pero después no lo quieren dejar! ¡No se acuerdan! Tengo que recordarles eso. Cuando estamos acá, estamos acá, pero a la hora de irse, ¡hay que irse! ¡No retrasar la partida ni quedarse dando vueltas sin cuerpo! Eso es fundamental.
T: Muy bien, ¿hay algo más que quieras agregar?
G: No. Ahora que estoy completa, con mi alma acá, yo voy a estar mejor.
***
Apenas comenzada su experiencia, Gabriela exhibe una actitud que se reitera en la mayoría de las personas cuando llega el momento de iniciar una nueva vida: la resistencia a dejar la Luz para encarnar en un cuerpo físico. Aun así, Gabriela sabe muy bien, desde un principio, cuál será su propósito en esta vida.
Gabriela nos brinda detalles valiosísimos sobre cómo se produce su encarnación. Si bien es cierto que cada persona lo vive a su manera y no todos coinciden en la misma descripción, es a través del relato de cada uno de los protagonistas como podemos hacernos una idea de cómo se efectúa esta transición del plano espiritual al plano físico.
Gabriela afirma que llega al vientre de su madre después de que se unieran las células iniciales, cuando el embrión tenía unas dos semanas de desarrollo. Claro que la valoración del tiempo del embrión es muy subjetiva y es una apreciación que se hace desde la mente racional.
En el proceso de encarnación que relata Gabriela hay un hecho trascendental. Gabriela dice que ella impregna su futuro cuerpo con luz, como si ese cuerpo fuese una carne sin vida. Este detalle es muy importante, a mi juicio, porque nos revela una realidad poco conocida. No basta una buena implantación y la provisión de elementos nutrientes a través de la sangre materna para que el embrión sea viable. Lo que asegura el desarrollo del embrión es la energía vital que el alma le provee. Sin esta energía vital el embrión no puede desarrollarse.
Para entrar en el cuerpo que se está formando, Gabriela dice que toma las medidas del cuerpo en su mente y tiene que hacer un molde exactamente igual para poder pegarse a él. Tal vez se refiera al cuerpo etérico o doble etérico, que es un doble exacto del cuerpo físico. No es esta la única vez que me he encontrado con esta afirmación. Esto nos revela una participación activa del alma durante la embriogénesis.
Parecería que este proceso de entrada del alma en el cuerpo físico lleva su tiempo, ya que Gabriela dice que tiene que entrar de a poco en todos los órganos. Vale la pena recordar este dato ya que, a la hora de la muerte, siguiendo el proceso inverso,