Atrapamiento y recuperación del alma. José Luis Cabouli
de un conocimiento superior, que el alma ya lo tiene. De alguna manera, lo que hacemos es poner por escrito lo que el alma ya sabe.
4 Encontrarán la técnica de Young y diferentes modelos de inducción en mi libro Terapia de vidas pasadas. Técnica y práctica, Continente, Buenos Aires, 2001 (N. del A.)
5 Todos los testimonios de pacientes reflejan la transcripción textual de lo ocurrido en las sesiones, incluyendo los giros idiomáticos o modismos propios de cada país.
Capítulo III
Gladiador
A continuación veremos en forma práctica cómo se llega a la experiencia traumática que está excluida de la conciencia a partir del síntoma. Para hacerlo todavía más interesante examinaremos una situación en la que inicialmente no había un síntoma claro y preciso. En un caso así el terapeuta debe descubrir cuál será la puerta de acceso a la experiencia responsable del síntoma.
Cuando Nicolás (52) me consultó se encontraba viviendo una contradicción en pleno proceso de divorcio. Por un lado advertía la destrucción de todo lo construido durante su matrimonio. Por el otro, se sentía en paz consigo mismo. Nicolás vivenciaba dos realidades diferentes. Conocedor del tarot, la realidad exterior le mostraba la escena de la tierra devastada que corresponde al arcano XVI, La Torre. Experimentaba la pérdida de amigos y de afectos muy queridos, además de atravesar el proceso de divorcio que era devastador en sí mismo. Pero al mismo tiempo, la realidad interior de Nicolás era de calma y serenidad y él deseaba conectarse con su interior y su espiritualidad sin caer en la insensibilidad.
Mientras Nicolás me relataba esta situación se encontraba en calma y sin ninguna emoción o sensación aparente. Entonces le pregunté a Nicolás:
—Y todo esto, la calma interna por un lado y la tierra devastada por el otro, ¿qué te hace a vos?
—Me hace sentir palpitaciones, el corazón late aceleradamente. Es como la ansiedad por salir al combate —contestó.
Inmediatamente tomé la frase de Nicolás “es como la ansiedad por salir al combate” como la expresión literal de una escena que se desarrollaba en otra realidad. Para mí no había necesidad de preguntar o decir nada más. El síntoma de Nicolás era la ansiedad por salir al combate. Ahora solo había que profundizar esta ansiedad para que Nicolás hiciera contacto con la experiencia que estaba excluida de su conciencia.
Jueves 24 de noviembre de 2005
Terapeuta: Muy bien, Nicolás. Sentí la ansiedad por salir al combate. ¿Qué más estás sintiendo?
Nicolás: Sí, quiero salir al ruedo. Estoy por salir al ruedo.
T: Repetí eso más fuerte.
N: ¡Estoy por salir al ruedo! —con vehemencia.
T: ¿Y dónde estás cuando estás por salir al ruedo? (Aquí está la pregunta clave para desplazar la conciencia del aquí y ahora y enfocarla en la realidad en la cual está atrapada.)
N: Estoy en una habitación oscura, de piedra; hay una reja, como si fuera una puerta reja y por ahí se filtra la luz y se escucha el griterío de la gente. Un griterío casi ensordecedor, es como el clamor del combate. (Como pueden apreciar, Nicolás ya está en otro lado y yo doy por seguro que esto es así.)
T: Eso es, sentí el clamor del combate, el griterío ensordecedor.
N: Yo estoy ahí y sé que esa reja se va a levantar como tantas otras veces se ha levantado y yo voy a atravesar ese túnel.
T: Y fijate, ¿cómo es tu cuerpo cuando estás por atravesar ese túnel?
N: Soy alto y robusto. Tengo un cuerpo musculoso, un cuerpo trabajado. Llevo brazaletes, muñequeras, sandalias, un casco en la cabeza y en la mano tengo una espada.
T: ¿Qué sentís cuando tenés la espada en la mano?
N: Es la sensación de entrar en acción —con un dejo de placer y excitación.
T: ¿Y qué sentís cuando vas a entrar en acción?
N: Sentís que te toma todo; el estómago se hunde, se prepara para el combate. Sabés que todo está jugado, ya nada importa. Una vez más vas a matar o morir y, a pesar de que ya lo he hecho tantas veces, no puedo evitar ese nerviosismo, ese temblor.
T: Sentí ese temblor, ese nerviosismo. ¿Qué pasa con la respiración?
N: La respiración se angosta, entonces…. ¡Tenés que salir corriendo!
T: ¿Quién tiene que salir corriendo?
N: Yo tengo que salir corriendo. Te tiembla todo —gritando, jadeando y sacudiéndose—. El temblor te impulsa, y salgo y… ¡ahí está!
T: ¿Quién está?
N: ¡Yo estoy! Veo las gradas. Todos me miran a mí, todos gritan y me miran a mí. ¡Ahhh! Empiezo a caminar hacia el centro, esa plaza llena de arena con gradas. Llego al centro y ahí me quedo, y la gente grita.
T: ¿Qué es lo que grita la gente?
N: ¡Cle-món! ¡Cle-món! ¡Cle-món! Y yo levanto la espada y la agito gritando ¡Ehhhhhhh! Y la gente grita lo mismo ¡Ehhhhhhhhhh! —imitando el vocerío de la multitud en un estadio.
T: ¿Y qué sentís en esos momentos?
N: Siento que la energía de la gente entra en mí y me da ínfulas, fuerza, ¡Cle-món! ¡Cle-món! Es como si la espada fuera una antena que recibe toda esa energía y esa energía te traspasa todo el cuerpo, como si fuera una descarga. ¡Ehhhhhhhhh! —su cuerpo se estremece mientras grita con éxtasis.
T: Y entonces, ¿qué ocurre?
N: Yo pongo el escudo en el piso y lo sujeto y se abre otra puerta reja y ahí aparece mi contrincante. Es negro, también es musculoso, está vestido con ropa de leopardo y viene armado con un tridente y una red. Y ahí pienso: lo tengo que matar.
T: Eso es, seguí.
N: La gente también grita y me doy cuenta de que son estúpidos, gritan por cualquiera, gritan por mí, gritan por el otro. No les interesa nada, solo quieren el combate. Y eso me tranquiliza. El otro se sitúa enfrente de mí, a una buena distancia. En este combate no hay reglas, es a matar o morir. Alguien da una señal, un silbato o un pitido y empezamos.
T: Eso es, seguí, ¿qué más?
N: Comenzamos a movernos, a estudiarnos. Lo miro; él es un veterano, sabe de las guerras, su cuerpo tiene cicatrices. Encuentro su mirada, no hay odio. Él sabe como yo que esto es matar o morir. Puedo ser yo, puede ser él. Y seguimos mirándonos.
T: Seguí.
N: Me tengo que cuidar de la red. Tengo que adivinar si es zurdo o diestro porque tiene el tridente en la mano izquierda y la red en la derecha. Hago una movida con el escudo y él retrocede. ¡Es zurdo! Su primer movimiento fue hacia la izquierda. Sigo, nos estamos acercando un poco. Avanzo dos pasos, él retrocede para un costado. Es hábil, así que no me tengo que acercar mucho, y lo sigo rodeando y la gente grita. Es un griterío ensordecedor, ellos quieren que la lucha comience enseguida, pero yo no. Yo quiero estudiar al contrincante, es peligroso.
T: Sí, seguí.
N: Él amaga con la red; yo pongo mi escudo por encima de mí, pero no le pierdo la visión. Tengo que tenerlo bajo mi mirada, necesito saber dónde está permanentemente. No puedo perder de vista sus pies y su mano izquierda. Amaga con el tridente, yo me cubro y ahí me tira la red y yo me corro. El primer amague pasó, seguimos y yo sigo estudiándolo. Miro dónde se apoya. Yo estoy tratando de encontrar su punto débil y él sabe que lo estoy buscando. Trata de no mostrar su debilidad.
T: Eso es, seguí.
N: