Resistencias noviolentas en América Latina. Esperanza Hernández Delgado

Resistencias noviolentas en América Latina - Esperanza Hernández Delgado


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de la violencia, conocido como “las guerras del yaqui” (Lerma 2011, 25). Esta oposición con violencia, sus logros y su prolongación en el tiempo, incidieron para que los yaquis fueran reconocidos como un pueblo guerrero, tanto por ellos mismos como por otros pueblos y sectores no indígenas (22). No obstante, también fueron notorias y sensibles las pérdidas que sufrieron al ejercer esta modalidad de resistencia. Dentro de las más graves: la ejecución de aproximadamente 600 indígenas por parte del coronel Próspero Salazar en 1668, lo que generó el levantamiento de la tribu yaqui en resistencia; la persecución y represión del Estado durante el porfiriato, que trajo como consecuencia el asesinato de los líderes Cajeme y Tetaviate; la deportación al estado de Yucatán de muchos indígenas para ser vendidos como esclavos; y la pérdida de vidas en las confrontaciones armadas (Taibo 2013). Con relación a estas, se estima que en todo el periodo del porfiriato murieron unos 10 000 yaquis (Tomás Rojo, 2016, entrevista).

      Esta resistencia llegó a su fin en el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, quien devolvió a los yaquis parte de sus territorios ancestrales y reconoció su titularidad sobre el 50 % del río Yaqui (José Moreno; Tomás Rojo, 2016, entrevistas). A partir de este momento, esta tribu empezó una transición hacia la resistencia noviolenta. El testimonio de Tomás Rojo, un líder indígena, resume el núcleo y la evolución de la resistencia yaqui:

      El primer contacto de resistencia violenta por defender el territorio fue ante la invasión de los españoles. En los últimos 400 años la resistencia militar, que duró hasta 1936. Luego que la resistencia militar dejó de ser instrumento, pasó a ser resistencia estructural, que es noviolenta. A lo largo de 500 años hemos luchado por la defensa de la tierra y el agua.

      La resistencia civil de los yaquis

      Abordar la resistencia civil de los yaquis implica incorporar en el análisis rasgos étnicos propios con la praxis de resistencia civil. Diversas razones permiten identificar esta experiencia como noviolencia estratégica o pragmática. Esta resistencia surgió entre 1937 y 1941, de manera específica, de la decisión de esta tribu de transitar hacia una resistencia noviolenta. Esta renovada forma de lucha se ha nutrido de la cosmovisión, la historia particular y las condiciones especiales que caracterizan la vida del pueblo yaqui. Así mismo, ha gozado de reconocimiento significativo entre yaquis, otras tribus y por parte de algunos sectores externos (Lerma 2011).

      Espacio y territorio en la cosmovisión yaqui y en su ejercicio de resistencia noviolenta

      Estudios sobre las resistencias indígenas evidencian rasgos propios de las mismas, relacionados con aspectos inherentes a estos pueblos como sus cosmovisiones, culturas, procesos organizativos e historia (Hernández 2004, 2006, 2017). En el caso de los yaquis, existe una relación directa entre toosa –concepción del espacio–, el territorio –concepto apropiado tardíamente (Lerma 2011)– y su ejercicio de resistencia noviolenta. La cosmovisión yaqui creó imaginarios sociales sobre el espacio y el territorio. Es necesario distinguir entre toosa que equivale a espacio o “nido heredado” y el territorio. Como enseña Lerma, el toosa no puede reducirse al concepto de territorio, porque equivale a una comprensión compleja del universo. “Todo lo que era al principio el territorio” y “todo lo que comprendía el espacio”. Toosa es “herencia divina” y “nido heredado”. Esta última significación se refiere a “la porción de tierra que les fue dado habitar” y cuya traducción más aproximada es territorio (29, 47-48).

      Toosa representó el fundamento de la lucha por la defensa de la nación yaqui, de su autonomía y autodeterminación como pueblo (Padilla 2010; Lerma 2011, 28). En este caso, nación alude a distinciones culturales, como tener una lengua propia, un territorio y una comunidad.

      Debe considerarse que el agua, el espacio y el territorio ocupan un lugar destacado en la Lutuúria yoówe (verdad mayor), palabra que en lengua yaqui equivale a cosmovisión. Ella se relaciona con el pasado inmemorial y las prescripciones de la ritualidad, la organización social y el comportamiento con los otros (Lerma 2011, 34-35). Según los yaquis, en el origen del mundo todo era agua. Un importante mito se refiere a los límites de toosa: Ania baáluútek (el que pintó la raya). En este se hace alusión a la capacidad de resistencia de esta tribu para defender su mundo, pues de la tierra, que es la madre, y del río, que es el padre, obtenían la caza, la pesca, la siembra y la vida para todo el pueblo (Zabala 1985). Este mito sigue presente entre los yaquis. Lo transcribo a continuación en dos versiones: la de un investigador, que recogió mitos y leyendas de este pueblo, y la de un líder yaqui a quien entrevisté en junio de 2016.

      El español pasa el río Mayo el martes 30 de septiembre en busca del yaqui y el 4 de octubre llega a su margen izquierda y el cinco lo cruza […]; sigue el curso del río, aguas abajo y descubre un grupo de yaquis que le sale al encuentro arrojando al viento puñados de tierra, templando los arcos y haciendo señas para que se devuelvan. Son guerreros. En la vanguardia de los indios va su jefe ataviado con fastuoso penacho de plumas multicolores y concha perla […]. Frente a frente los dos ejércitos, se adelanta el capitán indio en actitud arrogante y con su arco traza una línea larga en el suelo, hinca luego las rodillas y besa reverente la tierra de sus mayores, después se yergue en forma altiva y con el brazo derecho extendido invita a los castellanos a que se regresen por el camino que vinieron, porque de no hacerlo y si cruzan la raya, esto significa la invasión de su patria y la guerra, por lo que serían muertos sin piedad (Fabila 1978, 89-90).

      Nuestra lucha no es de cuatro años es más de 500 años. En aquel tiempo nuestros guerreros peleaban a pura flecha y hacha de piedra y su valentía es la que nos ha traído hasta acá. Nosotros le pintamos la raya a los españoles, principalmente los de Cócorit, aunque en aquel tiempo no llevaba ese nombre, pero ahora sabemos que fue el pueblo asentado en Cócorit quien les pintó la raya a los españoles en nuestro río Yaqui. Les dijeron: “Si ustedes pasan o cruzan esta raya van a tener consecuencias”, los españoles cruzaron la raya y fue derrota tras derrota (autoridad yaqui, 2016, entrevista).

      El territorio hace parte del toosa yaqui y por ende siempre ha estado presente en la resistencia de esta tribu. No obstante, fue hasta mediados del siglo XIX, cuando el concepto de territorio adquirió una gran relevancia y se convirtió en el eje articulador y dinamizador de su resistencia, especialmente en las últimas ocho décadas que marcan la estrategia noviolenta (Lerma 2011, 25). Desde la perspectiva de algunos investigadores, los yaquis asumieron que el triunfo de México en la lucha independentista contra España estaba relacionado con símbolos como el territorio, adoptándolo de manera pragmática (29). Con la restitución de tierras a los yaquis por parte de Lázaro Cárdenas en 1937, el territorio se convirtió en el referente del espacio de esta tribu (32).

      La transición a la resistencia noviolenta

      Las experiencias indígenas de resistencia civil generalmente se han nutrido de la resistencia que los pueblos indígenas de América Latina han ejercido desde el arribo de los españoles a sus territorios ancestrales en el siglo XV, en un contexto de colonialismo europeo que los indígenas han calificado como “invasión” (Hernández 2004, 2006). A partir de entonces, algunos indígenas combinaron el ejercicio de la resistencia violenta con métodos de defensa noviolentos. En la historia reciente se han registrado experiencias indígenas de transición de la resistencia violenta a la noviolenta, por ejemplo, la de los pueblos indígenas del Cauca en Colombia (Hernández 2004, 2006). Este también ha sido el caso de los yaquis.

      ¿Qué llevó a los yaquis a transitar a una resistencia noviolenta? Un primer motivo fue la tranquilidad alcanzada al lograr que el gobierno de Lázaro Cárdenas les restituyera parte del territorio ancestral y reconociera su propiedad sobre el 50 % del río Yaqui. Este acontecimiento les llevó a considerar que, asegurado su espacio y su territorio, podrían proyectar otras formas de lucha. En 1937, el presidente Lázaro Cárdenas les ratificó la posesión de 485 235 hectáreas como territorio exclusivo y la propiedad sobre 100 000 hectáreas. No obstante, según diversas versiones, con “muchas mañas” les cedieron solamente 24 000. El 12 de junio de 1939, por decreto presidencial, se reconoció a los yaquis la mitad de las aguas del río. Igual que con la restitución de las tierras, este decreto no se hizo plenamente efectivo, dado que implicaría ampliar el distrito de riego en 15 000 hectáreas, demanda que esta tribu ha hecho desde entonces (Jesús Haro; Alejandro Aguilar;


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