Un verano con Clío. José Luis de Montsegur
a los jóvenes, dominaron el planeta más de 135 millones de años. Comparado con esta cifra, nuestra existencia apenas es digna de mención.
–¡Qué barbaridad! Parece increíble, ¿duraremos tanto nosotros?
–Al paso que vamos es poco probable si no cambiamos la forma de tratar el planeta. Y ahora sigamos con nuestros parientes.
»Los mamíferos tienen una característica especial: sus descendientes se desarrollan dentro de la madre en un órgano llamado útero gracias a la placenta, y cuando nacen se alimentan de una secreción también producida por las madres llamada leche que sus progenitoras exudan de sus glándulas mamarias. Además, las madres y los padres protegen a la prole hasta que esté en condiciones de alimentarse y huir de los depredadores. En un principio los mamíferos eran muy pequeños, como las musarañas y los ratoncitos. Para alimentarse comían insectos, raíces, carroña, y vivían en madrigueras excavadas bajo tierra. Es posible que contribuyeran a la extinción de los dinosaurios al comerse sus huevos. Eran nocturnos y aprovechaban las más bajas temperaturas para salir a comer, cuando los reptiles estaban más torpes.
–¡Qué listos!
–Sí Julio, más que los reptiles. También eran muy fértiles; tenían muchas crías en poco tiempo y se podían permitir algunas bajas sin poner en peligro la subsistencia de la especie. Sin embargo, los reptiles los mantenían a raya; no podían prosperar demasiado ni crecer en tamaño pues todos los nichos ecológicos estaban ya ocupados por los dinosaurios. Y así ocurrió hasta que el asteroide acabó con estos. Y podría haber acabado también con los mamíferos, pero estaban escondidos bajo tierra y resistieron las bajas temperaturas gracias a su sangre caliente y a su pelo. Como eran muy pequeños necesitaban pocas calorías para alimentarse y así sobrevivieron hasta que las condiciones climáticas mejoraron y el planeta se recuperó. Entonces salieron de sus madrigueras y empezaron a crecer y comer a pleno día por el ancho mundo; tenían mucho territorio libre y abundancia de alimentos y emprendieron la aventura de evolucionar ocupando los nichos ecológicos que antes eran exclusivos de los reptiles. Su ADN detectó las señales del ambiente: menos depredadores, más alimentos, más territorios, más oportunidades, y mutó para adaptarse. Entre otras cosas, crecieron de tamaño.
–Fantástico, lo explicas de manera que parece una película.
–De este «filum» de los mamíferos proceden los antropoides, animales que tienen manos y pies prensiles y vista binocular frontal. Generalmente, los simios viven en los árboles o trepan a ellos rápidamente para escapar o para dormir. Deben tener buena visión estereoscópica para saltar entre ramas, calcular las distancias, ver en color (no todos los animales ven en color) para distinguir las frutas maduras, y manos para agarrarse a las ramas y coger el alimento.
–¿No todos los animales ven en color?
–No todos. Por ejemplo, los caballos ven en blanco y negro, aunque tienen un campo de visión mucho más amplio que nosotros.
–Sigue tío.
–Las manos son un logro extraordinario; con ellas se pueden hacer muchísimas cosas que no se consiguen con pezuñas o garras. Obviamente las manos no son buenas para correr. Los animales especialmente corredores tienen una sola pezuña como los caballos, o zarpas terminadas en fuertes uñas como los guepardos, amén de cuatro patas.
–Es verdad. Los monos no corren demasiado bien pero en los árboles son únicos. –Julio imitó con los brazos el movimiento de subir por una cuerda.
–Efectivamente los simios no son buenos corredores, pero son inmejorables subiendo a los árboles y colgándose de las ramas. Según la teoría de la evolución, de este «filum» de animales procede el ser humano. Con el tiempo aparecieron monos que podían caminar erguidos, ya que en lugar de manos al final de las extremidades inferiores, estas se transformaron en pies y las caderas se modificaron para poder andar y correr erguidos. De esta manera se perdían facultades para subir a los árboles pero se oteaban los alrededores mejor, ya que al estar levantados podían vigilar a los depredadores ocultos en la hierba y tener las manos libres para empuñar armas.
–Yo sigo creyendo que en los árboles hubieran estado más seguros.
–Si no hubiéramos bajado de los árboles, incluso a riesgo de perder la vida, no estaríamos aquí tú y yo y seguiríamos siendo monos. Los homínidos aparecieron en la sabana africana, un lugar despejado con alta hierba, rocas y escasos árboles. Si nuestros antepasados hubieran vivido en una jungla como los gorilas, los chimpancés y los orangutanes, nunca se hubieran hecho bípedos. Los «simios» erguidos y con pies se denominan «homínidos», pues son ya de otra especie distinta a los cuadrumanos antropoides.
–Vaya tío, pero en la jungla, subidos a los árboles, estaban más seguros que en la sabana. ¿Por qué bajaron al suelo?
–Es una buena pregunta Julio. No bajaron por su propia voluntad, sino que el clima los obligó a ello.
–¿Cómo?
–Pues al parecer hubo un cambio climático muy drástico en una zona al Este de África, en el gran valle del Rift, y la jungla se transformó en sabana, ya sabes, una llanura enorme con altas hierbas. Las lluvias se hicieron menos frecuentes y la mayoría de los árboles y matorrales fueron desapareciendo. Con ellos se acabaron también la fruta y las hojas tiernas. No quedaba más remedio que adaptarse a un nuevo ambiente natural, la sabana, y en esta es mejor ser alto para otear a larga distancia si hay depredadores, y permanecer unidos los miembros del clan con el fin de protegerse unos a otros y coordinar estrategias.
–¿También fue un asteroide lo que hizo cambiar el clima?
–No se sabe con certeza, pudo ser, pero lo más aceptado es pensar que la causa del cambio fue la deriva de los continentes y los movimientos sísmicos asociados a la tectónica de placas. Un gran terremoto pudo haber cambiado el curso de ríos y alterado la altura de las montañas. Como consecuencia, una región del planeta, el valle del Rift en África, pudo haber dejado de recibir abundante lluvia para convertirse en una sabana.
–Ahora lo entiendo mejor, sigue, es apasionante como un cambio de clima pudo ser el origen de la Humanidad.
–El desarrollo de la vida que preconiza la teoría de la evolución por selección natural, postula que las especies aparecen tras oportunas mutaciones aleatorias en el ADN, algunas de ellas beneficiosas, que permiten a sus portadores adaptarse mejor a los nichos ecológicos de su medioambiente y escapar más a menudo de sus depredadores, al mismo tiempo que los ayuda –si son carnívoros u omnívoros– a cazar más presas para comer.
–Pero, ¿por qué se dice que hay una selección natural?
–A este proceso se le llama «selección natural» porque la propia naturaleza es la que selecciona a las especies más adaptadas eliminando a las que ya se van quedando desfasadas en cuanto a su capacidad de adaptación a los cambios del medio ambiente. Las especies que experimentan mutaciones «erróneas», es decir, aquellas que se producen pero no sirven para que sus portadores «mejoren», simplemente son cazadas fácilmente por sus depredadores o no pueden competir por la comida con los mutantes mejor adaptados, y por lo tanto se extinguen.
–¿Quieres decir que las mutaciones del ADN se producen al azar y que muchas no sirven para nada? –inquirió Julio.
–Así se propone en esta teoría evolucionaria, aunque se postula también una ley de «complejidad creciente» por la cual las nuevas especies son cada vez más complejas en cuanto a estructura orgánica y adaptación. Sin embargo, últimamente están saliendo a la luz científicos que preconizan otra teoría que permite la conciliación y el surgimiento de nuevas especies recordando la teoría de Lamarck que decía que «la función crea el órgano», de tal manera que si un animal encontraba comida, cada vez más alta en los árboles, estiraba el cuello generación tras generación, hasta surgir una nueva especie como, por ejemplo, la jirafa.
–Parece más lógico.
–De la misma manera, el órgano que no se usaba quedaba atrofiado. El problema de Lamarck era saber cómo se realizaba esta adaptación, pues por mucho que