Mirando al cielo. Juan de Mora

Mirando al cielo - Juan de Mora


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      © Juan de Mora

      Diseño de edición: Letrame Editorial.

      ISBN: 978-84-18344-68-8

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      PRÓLOGO

      Este libro viene del cielo.

      Cada día han ido llegando las palabras y el desarrollo de la historia de su protagonista principal sin saber cómo continuaría al día siguiente.

      Es un libro lleno de Fe, de esperanza, de alegría, de dolor, de conocimiento. Toca muy de cerca el sufrimiento humano para hacerte ver que, estés pasando por lo que estés pasando, todo tiene una perfecta razón de ser.

      Si ha llegado a tus manos, enhorabuena, porque el cielo así lo ha querido y siento que su lectura traerá bendiciones para ti.

      Quizás haya cosas que se escapen de tu comprensión, pero no dudes que se estarán sembrando en ti semillas de consciencia que germinarán en el momento adecuado. Otras, van a traer luz a tu vida en asuntos como el miedo, la muerte, la abundancia, el propósito, el amor… Te va a ayudar a comprender. Ya sabemos que cuando tomamos consciencia de algo y lo entendemos, se alivia el sufrimiento pues este pierde su razón de ser.

      No es casualidad que vayas a leerlo, está escrito para ti. Está predestinado a elevar tu percepción de la vida y sus acontecimientos.

      Tras su lectura tienes una importante misión, la de compartir con otros los conocimientos que te ha aportado el libro. Así el cielo lo quiere. Si lo sientes en tu corazón, ayuda a expandir este movimiento de amor, de luz, y de esperanza, que es tan necesario en nuestras vidas.

      Juan de Mora.

      1

      Se había quedado solo en aquella sala de espera. Siempre había odiado los hospitales. Esas luces frías, esas batas blancas, y esa sensación de poder oler la enfermedad en el aire que allí se respira.

      Le habían dicho que a Lucas le quedaba muy poco. Ese maldito tumor cerebral había terminado por derrotar a su amigo, y allí estaba él, esperando para darle su último adiós antes de que se marchara para siempre.

      En esa larga espera, Martín repasaba su vida. Lucas decía que cuando uno muere lo primero que hace es un repaso de su vida al completo, para ver el dolor o el amor que había dado a otras personas y sentirlo en su propia alma. Él no creía esas bobadas espirituales, pero allí se encontraba, vivo, tomando consciencia de toda la destrucción que había causado y había recibido. No había sido un santo, pero tampoco merecía que la vida se cebara con él de ese modo. Y encima, la única persona que era capaz de poner algo de luz en su oscuridad, estaba en una habitación contigua esperando a dar su último suspiro. Se sentía hundido.

      —Señor Martín, su amigo Lucas ha pedido que pase a verle. Normalmente no permitimos visitas a esta hora de la noche, pero ha sido su última voluntad. Acompáñeme a su habitación, por favor.

      La enfermera lo acompañó hasta aquella habitación número 777 donde agonizaba su amigo, su gran amigo Lucas.

      Hacía días que no le veía y Martín se llevó una profunda impresión, Lucas estaba muy demacrado, con un gesto en el rostro que denotaba los grandes padecimientos que la enfermedad le había causado estos últimos meses. Sintió una punzada de dolor en su corazón.

      Lucas aún conservaba algo de fuerza para hablarle.

      —Martín, amigo mío, pasa por favor. —La enfermera los dejó solos.

      —Hola, Lucas.

      —Martín, me queda muy poco tiempo y te he mandado llamar. Voy a partir a un sitio donde voy a estar mucho mejor, te lo aseguro, pero no puedo irme aún, porque estoy preocupado por ti. —Martín se estremeció. Aquel hombre moribundo, a punto de enfrentarse a algo tan temido como la muerte, se preocupaba más por él que de sí mismo.

      —Lucas, tranquilo. Ya sabes que no lo estoy pasando bien estos últimos años, pero sigo luchando.

      —Eso es precisamente lo que me preocupa. Has convertido tu vida en una lucha, en una pelea, pero te has olvidado de vivir. Tenemos un tiempo limitado, Martín, solo tienes que mirarme a mí para darte cuenta de ello. No malgastes ese tiempo convirtiendo tu vida en un campo de batalla. —Martín no sabía que decir. Sus problemas, esos de los que hablaba cada día, se habían empequeñecido en aquel momento ante lo que estaba enfrentando su amigo. Guardó silencio.

      —La muerte ya ha venido a buscarme. De hecho, ayer estuvo mi padre ahí muy cerca de donde estás tú y me pidió que partiera con él.

      —Lucas, amigo, tu padre murió hace tres años, es imposible que estuviera ahí. —Martín pensó que posiblemente fuera una alucinación causada por los medicamentos que le daban para sedarlo.

      —Sé muy bien que mi padre murió hace tres años, pero pude verlo ayer perfectamente. Me estuvo contando que está también con su padre, y que se encuentran en un sitio de descanso y recuperación. Me pidió que me fuera con él, pero no pude, tienes antes que hacerme una promesa. —Martín no daba crédito a lo que oía, pero aquel era Lucas, su Lucas. Un extraño escalofrío le recorrió la espalda de arriba abajo.

      —Haré lo que me pidas.

      —Bien, dentro de ese cajón del mueble que tienes justo detrás, hay un sobre cerrado. Cógelo. No lo abras todavía. En él, tienes un billete de avión que te llevará a un sitio muy especial. Hay también unas instrucciones específicas de lo que tienes que hacer. Voy a pedir al hospital que te informen cuando mi alma decida partir de este plano terrenal. Cuando eso suceda, tienes mi permiso para abrir el sobre y el compromiso de hacer lo que te pido por extraño que te parezca.

      Martín asintió con la cabeza. Era un momento muy triste, uno más en esa letanía de tristezas que acumulaba en estos últimos años. Sin duda la más dura, la muerte de su hija Raquel con solo tres años. Y ahora su mejor amigo también se marchaba, para dejarlo aún más triste, más solo.

      —Lucas, de buen gusto te cambiaba el sitio. A ti que eres pura vida te lleva la muerte y a mí, siendo un muerto en vida, me deja aquí.

      —Todos tenemos nuestro tiempo. El mío ya llegó, hice lo que vine a hacer y me marcho con esa paz interior de haber cumplido con mi propósito vital. Sin embargo, a ti, amigo, creo que aún te falta encontrar eso que has venido a dar al mundo y estoy seguro de que lo harás.

      —Ya sabes que no te entiendo cuando me hablas de propósitos vitales, aprendizajes, y momentos divinos. Solo sé que ahora también te pierdo a ti, y que dudo mucho que esto no sea lo que acabe de hundirme totalmente.

      Se sorprendió abochornado. Seguía volcando su rabia sobre la persona que más le había ayudado a intentar comprender todo lo que estaba viviendo. Se le humedecieron los ojos cuando se dio cuenta de su egoísmo, su amigo se iba para siempre y él seguía solo quejándose de sus problemas. De sus tristezas. De sus necesidades. ¿Se había vuelto un egoísta amargado? Concluyó en su interior que sí.

      Mientras, Lucas lo miraba compasivamente. Sentía pena de su amigo, pero a su vez sabía que todo era para su mayor


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