Mirando al cielo. Juan de Mora
veo al Martín de toda la vida…
—No empieces con tu ironía que ya sabes a qué me refiero. Esa ironía que empleas no es más que miedo a mostrarte vulnerable.
—Soy muy vulnerable.
—¡Pues deja que se vea! No hay nada de malo en ello. Al contrario, muchos se alegrarán de ayudarte.
—¿Y tú dónde estuviste? Si no es mucho preguntar.
—Pues pasé el día en la cueva. Necesitaba un poco de soledad, de reencontrarme yo también conmigo misma. Meditar en el proyecto que se acerca y calmar mi estado emocional.
—¿Las maestras espirituales también necesitan calmar sus emociones?
—No sé el resto de maestras, pero yo, aunque te parezca increíble, me enfado, me confundo, lloro, me alegro… sigo viva.
—Créeme, tenía una imagen de los maestros espirituales como seres imperturbables y a los que las cosas mundanas no les afectaban para nada. Y esto te lo digo sin ironía. Vulnerable como a ti te gusta.
—Mientras esté en el mundo y en su forma humana, un maestro tiene que gestionar sus emociones. También cae de vez en cuando porque sigue teniendo desafíos, y a veces pierde los papeles y olvida que es un maestro. A no ser que te retires a un monasterio o que te vayas a una cueva al Himalaya, ahí seguramente te sea todo mucho más fácil.
—Me pregunto entonces por qué todos los maestros no lo hacen. Una vez que alcanzas esa maestría y esa paz, retirarte donde el mundo no te afecte.
—Si te retiras donde el mundo no te afecte, tu maestría tampoco podrá afectar al mundo. La tierra necesita maestros que se pongan el mono de trabajo y se manchen si es necesario. Para eso hay que estar en la sociedad y convivir con los demás. Más aún, si asumiste el compromiso de mejorar la experiencia terrenal de tus hermanos. Ten presente una máxima, no quieras nada para ti que no incluya a los demás. Si la sigues habrás ganado muchos puntos en el cielo.
—Entiendo. Sigamos ahora la máxima de desayunar cada mañana.
—Ja, ja, ja, eres imposible.
Llegaron las 11:11 y Manuela como siempre lo esperaba puntual.
—Buenos días, Martín, ¿hoy cómo estás?
—Buenos días. Me siento muy bien, pero por favor hoy nada de sorpresas ni emociones fuertes.
—Tranquilo, el cielo sabe cómo racionarte los platos fuertes… te los darán de a poco.
—No sé si eso me deja mucho más tranquilo…
Manuela sonrió, daba gusto trabajar con Martín a pesar de sus resistencias y miedos.
Iniciaron la meditación como de costumbre, llegado el momento comenzó a escribir:
«INDIVIDUALIDAD
Vives en una sociedad, por lo tanto, prima lo colectivo a lo individual.
En lo colectivo se ve tu estado de evolución interno. Cómo tratas a los demás, cómo te comportas, cuáles son tus valores, hasta dónde eres capaz de llegar.
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