Mirando al cielo. Juan de Mora

Mirando al cielo - Juan de Mora


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adelante.

      —Pues sinceramente, Salvador… tengo muchos ciclos pendientes de cerrar. ¿Significa eso que no tengo futuro?

      —No hay santo sin pasado ni pecador sin futuro. Eso que tienes pendiente de cerrar te impide por ahora avanzar. Pero la vida no da puntada sin hilo, estás aquí y eso quiere decir algo.

      —¿Cómo se cierra un ciclo?

      —Perdonando.

      —¿Y ya? ¿Así sin más?

      —Si te parece fácil yo te diría que hay gente que llegó al lecho de muerte sin ser capaz de perdonar.

      —¿Y si el daño lo hice yo?

      —Perdonando.

      —¿A mí mismo?

      —Así es.

      —Hay cosas que no puedo perdonar, me niego a ello. Ha habido injusticias en mi vida, me han tratado mal. Tampoco puedo perdonarme ciertas cosas que he hecho. Sinceramente lo veo imposible.

      —Te diré algo sobre el perdón a los otros. Cuando guardas rabia o rencor contra alguien que te hizo daño, esa rabia interior te consume. Curiosamente, algo que haces como para «vengar la afrenta», a la otra persona no le causa ninguna molestia. Sin embargo, a ti te consume por dentro y te aleja de la felicidad.

      —Sí, pero es que a esas personas las quiero alejar de mi vida. Debo estar enfadado para que lo sientan. Además, me hirieron. ¿Por qué tendría que perdonarles?

      —Que los perdones en tu corazón no significa que tengas que incorporarlos a tu vida. Tú eres el dueño de tu vida y eliges quién participa en ella. Si quieres alejar a alguien de tu vida, perdónale. Cuando perdonas, la energía que te ata a esa persona se libera, te dejas libre. Mientras guardes un sentimiento de rencor o de rabia hacia alguien, la energía de esa persona sigue presente en tu vida y eres esclavo de ella. ¿Comprendes? Perdonar no es un acto físico, es un acto energético. Perdonar es un acto de amor hacia ti mismo.

      —¿Y por qué me tuvieron que hacer daño? ¿Es el karma?

      —Es un tema muy amplio, pero te diré dos cosas que te ayudaran, aunque quizás no las comprendas. La primera es que hay gente que actuó contigo lo mejor que pudo respecto a su nivel de consciencia aun cuando te hizo daño.

      —No entiendo.

      —Te pongo un ejemplo. Imagina que a tu padre le pegaban. Lo maltrataban física y psicológicamente cuando era todavía un niño inocente. Ese niño que más adelante se convertiría en tu padre, si su nivel de consciencia es bajo, repetirá el patrón contigo. Descargará sobre su hijo lo mismo que le hicieron a él. Y no es por deseo de hacer daño, es que a ese hombre le enseñaron el mundo así y no supo hacerlo de mejor manera. Y esto no justifica el daño que alguien cause a otro, pero ayuda a comprender. Mucho del daño que hacemos a otras personas lo hacemos sin ser conscientes de lo que estamos haciendo. Cuando llega la toma de consciencia, el arrepentimiento de estas personas es grande y doloroso.

      —En cierta medida, veo coherencia en lo que dice, Salvador.

      —Bien. La segunda cosa que te ayudará con el perdón es saber que algunas personas que te dañaron, pactaron contigo antes de venir a este plano el comportarse de esa manera.

      —Uy, ahora sí que no comprendí nada.

      —Antes de venir a este plano terrenal, a esta gran escuela que es la vida en la tierra, las familias de almas se reúnen para diseñar el plan y los propósitos que traerán aquí. Hay almas que vendrán a acompañarnos durante muchos años de esta encarnación y otras que solo aparecerán para darnos una «ayuda» puntual y no volverán a nuestras vidas. Debes saber que algunas de estas almas pueden traer en su plan de vida causarte dolor o hacerte daño en un hecho concreto para ayudarte en tu evolución. Te diré también que a veces esas almas que te dañan aquí, en el otro plano te aman profundamente y no quieren hacer ese trabajo desagradable, pero finalmente suelen aceptar hacerlo para tu mayor bien.

      —Y sería yo tan tonto de pactar con alguien… ¿que me haga daño queriendo?

      —Ja, ja, ja, Martín, debes ver las cosas con mayor amplitud. Ya te dije que encarnamos con distintos propósitos a nivel personal y a nivel global. Uno de tus propósitos incluye la evolución de tu alma y a veces para que se produzca esta evolución tenemos que hacerlo por el camino del sufrimiento. El alma quiere vivir la experiencia completa de la encarnación terrenal, esto implica que quiera conocer también el dolor, la rabia, las emociones bajas, y no solo el amor. Esto la completa, hace al alma más sabia y le supone un gran avance en su evolución. Quizás después de muchas vidas, el alma no tenga la necesidad de encarnar tan seguido en la tierra y pueda quedarse haciendo otras funciones en el cielo, como, por ejemplo, ser guía de otra alma que sí encarne aquí.

      Resumiendo, quien te hizo daño en tu vida terrenal quizás sea uno de tus mayores aliados en el plano espiritual. Comprender esto te ayuda a perdonar.

      —Y qué me dices del perdón a mí mismo.

      —Te diré que sea lo que sea que hiciste en el pasado, lo hiciste lo mejor que sabías respecto a tu nivel de consciencia. Y te diré que quizás a nivel inconsciente, simplemente cumpliste el pacto de ayudar a otra alma en su evolución, aunque sea de una manera dolorosa.

      —Gracias, Salvador.

      —Todo es perfecto, incluso lo que no alcanzamos a comprender. Algún día lo entenderemos.

      Los dos hombres se dieron un abrazo y Martín, como siempre después de estos encuentros, se sintió más libre, menos pesado.

      6

      Los rayos de un sol radiante lo despertaron por la mañana. Había soñado con Lucas y fue rápido a por papel y bolígrafo para que no se le olvidaran los detalles del sueño. Estaba en una calle muy grande y vacía, Lucas llegaba de frente, le daba un abrazo y lo saludaba. Pudo sentir en el sueño el cálido abrazo de su amigo. Lo sintió real. «Martín, ¡estoy curado! Donde estoy soy feliz. Me alegro mucho de tus avances, vas por buen camino. Por cierto, mañana vas a recibir una visita muy especial». Transcribió el mensaje a una hoja de papel y se quedó un rato ensimismado. No había sido un sueño como los que acostumbraba a tener cada noche, había sido muy lúcido, muy real.

      Se puso unos vaqueros y una camisa blanca, hoy era el día libre con Marta y de alguna manera quería sentirse atractivo para ella. Sentía que la chica estaba fuera de su alcance y ni siquiera pensaba que pudiera volver a amar, pero con ella se sentía vivo de nuevo. Aparecían dentro de sí emociones que no conseguía identificar.

      —Buenos días, Marta.

      —Buenos días, Martín. ¿Cómo has dormido?

      —He descansado bien, pero he tenido un extraño sueño con Lucas.

      —¿Con Lucas? Qué bueno, después me contarás. Desayuna bien que hoy nos vamos a Barcelona.

      —No la conozco.

      —A eso te llevo, a conocerla. Y, sobre todo, a que te despejes un poco de aquí. Debes de estar muy harto de nosotros ¿no? —Se echó a reír.

      —Bueno, siempre he sido un tío paciente… —Y le hizo un guiño.

      Entre ellos había mucha complicidad. Eran de ese tipo de personas que hablan dos veces y pareciera que se conocen desde siempre.

      Marta estaba radiante, se había recogido el pelo y se había maquillado suavemente. Sus ojos relucían aún más brillantes y oscuros. Un carmín rosa completaba el maravilloso rostro capaz de enamorar al espejo donde se mirara. Martín no se quedaba atrás. Siempre había sido un hombre aparente, no muy alto, pero de complexión fuerte, moreno y con ojos verdes. Era atractivo, pero su luz se había apagado. Hoy de alguna manera volvía a brillar. Tenía un destello en los ojos especial.

      Pasearon hasta el pueblo y allí entraron a una cochera donde estaba aparcado el coche de Marta. Era un BMW modelo X1 en blanco. La chica subió al coche.

      —Bueno,


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