Mirando al cielo. Juan de Mora

Mirando al cielo - Juan de Mora


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he procurado siempre trabajos y relaciones estables. No me gusta lo inesperado, me estresa.

      —Sin embargo, ese control, y corrígeme si me equivoco, no te ha ayudado a mantener las cosas tal como tú querías, ¿no?

      —Más bien, nada ha salido como yo quería, Manuela.

      —Exactamente. Lo que controlamos en este plano terrenal es mínimo, apenas podemos controlar nuestro pensamiento, nuestras palabras y nuestras acciones. Todo lo demás escapa a nuestro control. Grábate esta frase a fuego Martín, que sea como tu pequeño mantra personal con el que estar en paz cada día: «Todo está perfectamente descontrolado».

      —Ya, pero… ¿no te parece un poco irresponsable? Si no intento controlar yo, ¿quién lo hará por mí?

      —Te aseguro que cuando tú cedes el control a esa fuerza que es más grande que nosotros y que además sabe lo que es mejor en cada momento, las cosas van mucho mejor. Pero bueno, basta ya de cháchara que me estoy metiendo en el terreno del abuelo… vamos a trabajar.

      Manuela comenzó a guiarle a una meditación profunda, le indicó que soltara todo control y se dejara hacer. Lo fue relajando conforme guiaba la meditación y colocó unos folios con un bolígrafo al lado de Martín. Cada vez se iba haciendo más profunda la relajación de ambos, la sola presencia de la energía de Manuela hacía que los canales más sutiles de Martín se abrieran poco a poco. Estuvieron cerca de una hora en meditación profunda con el objetivo de llevar a Martín ante su propio guía espiritual, en principio iban a trabajar la canalización de información.

      —Bien, Martín, ahora, sin abrir los ojos, quiero que me digas la primera palabra o frase que te venga a la mente.

      —El lobo interior.

      —Perfecto, pide a tu guía que te hable del lobo interior. Abre los ojos y escribe en el papel todo lo que vaya surgiendo en tu mente, sin juicio, y continúa por raro o extraño que te parezca. Adelante.

      Martín comenzó a escribir:

      «EL LOBO INTERIOR

      Todos tenemos un lobo dentro que domesticar.

      Tiene cualidades nobles. Quiere a la manada, se sacrifica, tiene una visión amplia… pero también es salvaje, capaz de devorarse a sí mismo como cualquier bestia, o de devorar a los demás.

      Domar tu lobo es apaciguar tus deseos, poner la fuerza adentro y no afuera. Domar tu lobo es controlar el primer instinto y saber que influimos en el mundo a través de nuestro pensamiento, la palabra, y la obra. Domar tu lobo es confiar en tu interior, en el instinto de supervivencia innato que llevas dentro de ti.

      El lobo sabe cuidar de sí mismo y también de los demás. Es solitario a veces, pero sabe que su fuerza es más grande en la manada. Sabe retirarse de peleas inútiles y dosifica sus fuerzas para usarlas en el momento oportuno. Sabe poner la atención en lo importante.

      El lobo tiene su espacio, pero sabe que cualquier espacio es su espacio también. Es precavido y valiente, pero sabe que si tiene un camino debe recorrerlo hasta el final, ya haga buen o mal tiempo. Sabe que a veces hay tormenta, pero sabe que siempre pasa. Si la resiste, sabe que de cada tormenta sale más fuerte, más grande, se agranda su figura. Sabe que deja huella, por lo que usa sus energías siempre para bien».

      —Maravilloso, Martín, sin duda tienes un don, como puedo apreciar en ti. No leas lo que has escrito, por la tarde ve con Salvador y se lo muestras. Mañana seguimos.

      A la tarde salió por la puerta trasera que daba al jardín, ahora pudo contemplarlo más tranquilo y se maravilló del lugar. Cada flor, cada árbol, le daba un toque mágico y le hacía sentir como aquel niño que fue, lleno de bondad, de inocencia, y de pureza. Hizo una mueca triste con la boca, qué lejos quedaban aquellas virtudes de él. Se preguntaba si no las habría perdido para siempre.

      Cruzó el puente y a lo lejos divisó al abuelo sentado en el banco.

      —Buenas tardes, Salvador.

      —Hombre, Martín, te esperaba. Buena tarde para ti también. ¿Qué tal estás?

      —Mmm no sabría decirle, me siento como raro. Si me permite el comentario, Manuela me parece una mujer… diferente.

      —Y tanto que lo es, en su diferencia encontré yo poderosas razones para amar. Y tanto que lo es, amigo.

      —Le entiendo, pero yo me siento abrumado en su presencia. Me siento pequeño.

      —Convendrás conmigo que, en este caso, el asunto no es Manuela, ¿verdad? Cuando te veas a ti mismo realmente no te sentirás pequeño ante nadie. Tampoco más grande. No hay nadie más importante que nadie, todos cumplimos una parte fundamental en la vida de los demás y en la propia creación.

      —Me gustaría creerle, de verdad.

      —Bien, me ha contado un pajarito que has escrito algo en la meditación de hoy.

      —Sí, aquí lo tiene. —Salvador leyó con mucha calma el escrito. Sin duda, estaba ante un texto canalizado.

      — Progresas adecuadamente, muchacho. El texto tiene mucha sabiduría, ahora lo importante es que comprendas su significado.

      —Me resulta curioso porque justo hablaba ayer de lobos con Marta y hoy escribo esto, y le puedo asegurar que no sentía que lo estuviera escribiendo yo, no de manera consciente.

      —Ambas cuestiones son correctas. La primera es una sincronía. Las sincronías son el lenguaje del universo, por lo tanto, está muy bien que aparezcan y, sobre todo, que te des cuenta de ellas. Cada vez aparecerán más y más. Lo segundo también es cierto, canalizar es conseguir información del plano espiritual cuando llegas a un estado «alterado» de conciencia. La meditación guiada con Manuela te ha llevado a ese estado donde sueltas un poco la mente consciente y das paso a que se manifieste el subconsciente.

      —Que un determinado número me aparezca siempre últimamente… ¿es una sincronía de esas?

      —Por supuesto, los números es uno de los lenguajes en los que el universo puede comunicarse con nosotros. ¿Qué número es?

      —El 33.

      —A ver…dime tu fecha de nacimiento.

      —Diecinueve de enero de mil novecientos setenta y cinco.

      —Veamos…1+9+0+1+1+9+7+5 = 33. Todo en orden. —Martín no daba crédito.

      —Vaya, ahora sí que me quedo sin palabras.

      —La numerología trae implícitas estas curiosidades, pero por si no lo sabes, el número 33 está considerado un número maestro, al igual que el 11 y el 22. Cuando tu fecha de nacimiento suma estos números quiere indicarnos que viniste aquí con un plan «especial».

      —¿Y se puede saber cuál es mi supuesto plan?

      —Lo sabrás a su debido momento. ¿Qué otras dudas tienes sobre lo vivido con Manuela?

      —¿Qué es un guía espiritual?

      —Hombre, por fin me lo preguntas. Antes de encarnar en la tierra, a todos se nos asigna un guía espiritual que nos acompañará en el trayecto. Según los propósitos a nivel individual y a nivel colectivo que tu alma se haya marcado cumplir, se te asignará un guía indicado para ti y para que te ayude en el cumplimiento de esos objetivos. Puede ser uno o varios, dependiendo de la magnitud de lo que vengas a hacer. Incluso puedes pasar media vida con uno y cuando empieces a realizar tu propósito colectivo, cambiar de guía para ello. Tu guía se encarga de hacerte saber cuándo estás yendo por el camino correcto y cuándo te estás desviando. Ellos no pueden interferir en tu libre albedrío, pero digamos que, si te desvías del camino que elegiste, harán todo lo posible por hacértelo saber.

      —Y digo yo, ¿cómo sé que me quieren hacer saber algo?

      —Pues utilizan distintos medios. Uno de ellos son las sincronías o lo que tú conoces por casualidades. Un mensaje que de pronto se repite mucho, una canción que suena cada vez que te subes


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