Almácigo. Gabriela Mistral

Almácigo - Gabriela Mistral


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lateral; secuenciar estrofas desparramadas –en fin, guiarse por la métrica, oír los versos y seguir el desenvolvimiento del tema.

      Manuscrito de Grúas II

      Gabriela Mistral en un escrito titulado “La gracia en la poesía”, opina que la inspiración creativa se despliega desde un estímulo inicial y lo visualiza con la imagen de una vértebra con la cual hay que construir todo un tigre. De esta manera concilia el milenario credo en la Musa, con el moderno credo en el poeta como fabro o artesano. Muchas veces al comenzar la transcripción de un poema, se percibe en los primeros versos “la vértebra” que irá suscitando “el tigre”. La vértebra suele ser un ritmo, una rima, una secuencia sonora que suscita ideas líricas: un verso que atrae otros versos.

      La sorprendente profusión de poemas inéditos puede deberse a olvido, a trashumancia, a rechazo. En sus últimos años, Gabriela Mistral, tenía ya la memoria empañada por la arterioesclerosis. Esto se puede constatar en las grabaciones hechas por Doris Dana ¿en 1948? mientras Gabriela Mistral revisaba sus manuscritos secundada por Margaret Bates y Marta Salotti. No recuerda poemas de Lagar; ha olvidado dónde tiene la versión de “La Bailarina”, (también titulada “La Danzadora”, escrita el 21 de junio de 1948 en Santa Bárbara y reproducida aquí en Locas Mujeres); ignora cuántos poemas constituyen el Poema de Chile y no sabe si debe ser publicado dentro de Lagar o en libro aparte. Su propio desorden y amnesia la saboteaban. Por ello, para poder recuperar y pasar a limpio sus enrevesados manuscritos le era necesaria la asistencia de cultas colaboradoras que hablaran castellano.

      Pareciera que su memoria ya estaba algo empañada a los treinta años, pues Doris Atkinson revisando la biblioteca heredada, al abrir una edición de La vida nueva, de Dante, halló en su contratapa los sonetos manuscritos que hemos colocado en la sección Amor: “Fuimos entre los árboles” y “Junto a una fuente”, que están fechados “21 de agosto de 1919”. Por su esplendor verbal merecían en 1922 haber sido incluidos en Desolación, pero acaso por estar escritos dentro de un libro y no en un cuaderno, Gabriela Mistral no los haya tenido a mano o ya no los recordara.

      El otro sabotaje fue la trashumancia. Equipajes llevados y traídos, mudanzas de hotel y casa, todo ello ocasionaba desorden y extravío. Los papeles sobrevivientes demuestran que Gabriela Mistral viajaba con ellos, incluso que los coleccionaba. No existen pruebas de que la totalidad de los cuadernos y libros de la época anterior a Desolación hayan llegado con ella a México en 1922, e ignoramos cuántos la acompañaron en sus ulteriores desplazamientos.

      También hay que considerar que Gabriela Mistral se auto-exigía excelencia literaria y cuanto ella escogiera en 1948 para ser copiado a máquina constituye Lagar I y Poema de Chile. Lo excluido fue guardado, quizás para futuras elaboraciones.

      He declinado construir Almácigo evolutivamente, para mantener su índole de conjunto en elaboración, es decir, de almácigo, y para que en los cambio de estilo se sienta mejor la vastedad de su visión poética.

      En los inéditos se constata cuán inmersa en lo americano estaba su poesía, no solo en la Naturaleza: con su botánica, zoología y geografía, sino también en su Política, con los forjadores de patrias: Lincoln, Bolívar, San Martín, O´Higgins, Sandino y Martí y con cuánta solidaridad sintió el descalabro de la Segunda Guerra Mundial en España, Grecia e Italia; además se aprecia su respuesta al Cristo del Corcovado, a los mitos amazónicos, a los ceno-

      tles de Guatemala y a las ruinas de Chichén Itzá.

      La sección griega, con mujeres antes y después de Cristo, enriquece junto con los poemas a Polonia, la temática bélica. Y ahora 11 poemas completan el friso de las 15 “Locas Mujeres” de Lagar, enriquecido además por el conjunto que he titulado “Locos Hombres”.

      Los poemas con variaciones (como “Mano”o “Catedral”) realmente constituyen poemas autónomos pero vinculables, pues se irradian a partir de una misma “vértebra”. Apreciaremos así una obra que da origen a más obras, tal como el Aria de las Variaciones Goldberg de Bach, o los girasoles de Vincent van Gogh. Recalco, así, el sucesivo dinamismo de tales poemas, su plasticidad creativa, su fuerza orgánica. En ellos se aprecia la exuberante imaginación de Gabriela Mistral, incluso su locura, que es aun más apreciable en los manuscritos, donde se pueden hallar las fantasías que ha descartado. Viendo qué ha escrito rápidamente y qué ha transformado, uno vislumbra el proceso creativo, el brain-storm con el que genera un poema.

       La accesibilidad de esta edición, insta a un recalibramiento de su obra: asimilar lo que se desconocía, reevaluar lo que se creía saber. Tras cincuenta años de invernación, el almácigo rebrota poderosamente y completa la obra de Gabriela Mistral.

      LUIS VARGAS SAAVEDRA

      Alucinación

      Así no me quisieron antes

      y ando por eso desatentada.

      Sería que era otro el valle

      y que se vería menos mi alma

      y que eran otras las montañas.

      Me miraban de otro mirar

      y me hablaban con otras hablas.

      Me quemaban con vista y tacto.

      Siempre era fuego, nunca era agua.

      Por eso vivo en este azoro

      y estoy así tan asombrada.

      Serían aquellos colores

      cobre y hierro en las montañas.

      Serían otros alimentos:

      limón no piña, cactus no palmas

      y me amaban como se odia

      y el Amor mismo se asombraba.

      Ahora no sé si esto es Amor

      y con ese nombre se le llama.

      Grillo en muñecas no me pesa,

      hierro en la marcha no me cansa

      y se levantan como juncos

      pisoteados mis espaldas.

      Por eso ando así como ando

      y a gentes y aire preguntara

      si no temiese a lo que mira

      a lo que toca y a lo que habla.

      Porque así no era lo que fue

      ni los mirares ni las hablas

      y hay que aprenderse sin morir

      ahora mesa y almohada

      y hay que ensayar como los niños

      sin que se rompa en cuerpo el alma

      con gemido como de herido

      y miedos de resucitada.

      Antes de ahora también vine.

      Era otra la Tierra dorada.

      Serví a los dioses cuarenta años

      con ojo y oído y garganta.

      Me dijeron para decirlas

      sus voluntades en palabras.

      Dije cosechas, dije ruinas,

      regalé soles y desgracias.

      Los cerros van de soslayo.

      El ganado corre huido.

      Los higuerales y la alameda

      van resbalando desvalidos.

      En el patio caen herramientas

      y


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