Viaje al centro de tu ser. Ramón Vila Ventayol
Ya que lo tenemos agarrado y controlado lo comenzamos a desfragmentar, es decir, a separarlo en distintos pensamientos más pequeños, comenzar a ver cuáles son las partes buenas de la situación y cuáles las malas, y sobre todo sustituirlo por un pensamiento opuesto y positivo. Al hacer esto comenzamos a reducir el estrés y nos quitamos una venda de la mente que nubla nuestro pensamiento y lo obliga a generar este pensamiento. Una vez en calma, comenzamos a notar que el problema ya no es tan grave como antes y que comienza a tener una salida.
Desfragmentar, básicamente, significa quitarle al pensamiento toda la basura, el drama y la actitud de víctima que solemos añadirle gracias a nuestra naturaleza humana, ya que buscamos empatía o lástima de las demás personas para ver si encontramos una solución fácil y rápida al problema, y eso nos hace ver como una persona débil. Al notar que la solución no nos la dará nadie y comenzamos a quitarle toda esa basura al pensamiento, el problema queda solo e indefenso ante nuestra mente y nos damos cuenta de que podemos solucionarlo o, por lo menos, comenzar a buscar una solución en el momento que lo decidamos. Esto significa que estamos dejando de identificarnos con el problema.
En el diccionario hay una definición de la palabra «identificación» que me parece relevante rescatar: «Mecanismo por el que el individuo tiende a adoptar características que pertenecen a otra persona o grupo». Cuando una persona nos inspira un comportamiento o pensamiento y comenzamos a imitarlo decimos que nos estamos identificando con ella.
En palabras de Sigmund Freud la identificación es: «el proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente». Este proceso lo vivimos a lo largo de todo nuestro crecimiento y educación, y comenzamos a formar nuestro carácter a base de identificarnos con ciertos patrones que nos van insertando, ya que así lo aprendieron nuestros padres, maestros y la sociedad en general, pero los tiempos van evolucionando y nosotros vamos creciendo y tomando consciencia de nuestro entorno y ciertos patrones empiezan a no encajar en nuestra vida.
Así como nos identificamos con las costumbres de nuestros padres, de nuestra sociedad y con ciertas personas que nos hacen sentir bien, también nos identificamos con nuestros pensamientos, aún si estos no son favorables ni positivos.
Tal vez estamos viviendo una situación desfavorable y generamos un pensamiento negativo o destructivo, pero lo justificamos diciendo que nos pasa eso porque «nos lo merecemos» o porque «estamos pagando una mala acción», o tal vez porque «no tenemos suerte», o frases como «a la gente como nosotros no nos pasan esas cosas». Eso quiere decir que te estás identificado con tus pensamientos generados por tus costumbres y tu educación.
Muchas veces, nuestro problema no es tan grande pero los pensamientos periféricos generados alrededor de este problema son más graves que el problema mismo. Así que para poder encontrar una solución y cambiar nuestra perspectiva hacia el problema debemos primero eliminar estos pensamientos periféricos que solo se consideran como basura mental.
Dejar de identificarse con un pensamiento es agarrarlo y ponerlo en perspectiva, es decir, intentar verlo desde afuera, sin involucrar sentimientos, emociones ni nada que afecte su verdadera naturaleza. Para eso sirve, en ocasiones, hablarlo con alguien y pedirle su opinión, esto nos ayudará a ver que hay otras formas de ver el mismo problema, y la mejor de todas, repito, es escribir estos pensamientos en un cuaderno, sacarlos del sistema y leerlos en otra ocasión cuando no estemos tan afectados y así nos daremos cuenta de que no son tan graves o de que definitivamente no nos pertenecen y podremos, al fin, eliminarlos.
Una vez que los reconocemos, los detenemos, los sustituimos, los desfragmentamos y nos dejamos de identificar con ellos podemos comenzar el proceso de eliminación.
Este proceso requiere de voluntad y de esfuerzo, pero se puede lograr en menos de lo que piensas. Si haces esto con cualquier pensamiento negativo por mínimo que sea y lo practicas a diario, te convertirás en un experto y será más difícil que estos pensamientos ensucien tu mente, y tus «problemas» irán desapareciendo poco a poco.
Este proceso de desprogramación mental es muy efectivo y te ayudará a tomar las cosas con más calma y a enfrentar la vida con más valentía y sin miedos. Estos procesos se irán dando naturalmente con la práctica y muchas veces sin pensar mucho, solo tienes que sentarte por unos minutos a meditarlos.
RESUMEN
1. Al crecer vamos adoptando pensamientos, costumbres y limitaciones mentales que «aprendimos» del exterior, pero que al llegar a cierta edad no concuerdan con nuestro pensamiento: esto es programación mental, pensamientos insertados del exterior, no generados por mí.
2. El primer paso para cambiar un pensamiento, para desprogramarnos de una conducta aprendida sin darnos cuenta es hacerlo consciente. Hacer un pensamiento consiente es darnos cuenta de que lo estamos pensando y analizar qué sentimientos o emociones nos produce y aceptar qué es bueno o qué nos hace daño.
3. Identificación: mecanismo por el que el individuo tiende a adoptar características que pertenecen a otra persona o grupo.
4. Dejar de identificarse con un pensamiento es agarrarlo y ponerlo en perspectiva, es decir, intentar verlo desde afuera, sin involucrar sentimientos, emociones ni nada que afecte su verdadera naturaleza.
5. Una vez que los reconocemos los pensamientos negativos o que no nos pertenecen, los detenemos, los sustituimos, los desfragmentamos y nos dejamos de identificar con ellos podemos comenzar el proceso de eliminación.
REFLEXIÓN
Este proceso mental parece complicado y suena muy tardado, aquí está explicado con mucho detalle y parece que lleva semanas o años, pero no es así. El proceso en sí es muy rápido, el cambio puede llevar semanas o años si no practicas. Es como poner un guardia de seguridad en tu mente, viene un pensamiento que nos molesta y lo detenemos: ¿Ey, a dónde vas?, le pedimos su identificación, si no lo conocemos lo metemos al banquillo de los acusados y le hacemos preguntas: ¿por qué me molestas?, ¿quién te puso ahí en mi mente? Esto suena a broma, pero es real.
¿No les ha pasado que quieren hacer algo, pero piensan que sus papás, pareja, maestro o quien sea se van a molestar, decepcionar, etc.? Eso quiere decir que ahí tu conducta está condicionada por un pensamiento insertado. Ahora, ¿quiero hacerlo por rebelde? ¿O porque es mi sueño? O que alguien te pregunta: «¿Y por qué no lo haces?», y tú respondes: «Es muy difícil» o «es que somos pobres» o «es que en mi familia no es bien visto». Todas esas respuestas fueron insertadas en tu crecimiento y no son tuyas en realidad, así que eso no significa que no se puede, ¡sí se puede si tú lo deseas y crees en ello. Inténtalo, no importa lo que nadie más piense!
Cuando sientas que algo no tiene sentido o algo no concuerda con tu forma de ver la vida o con tus sentimientos… ¡cuestiónalo! No te quedes viendo, ten la fuerza de levantar tu voz y exponer tu forma de ver las cosas y hacer lo que sientas que es correcto, claro sin declarar la guerra, ni agredir a nadie. No hablo de violencia, hablo de buscar nuestro camino y darnos cuenta de si lo que pensamos es generado por nosotros o por alguien más.
¿Has dejado de hacer algo porque le va a molestar a alguien?, ¿lo hablaste con esa persona antes de decidir no hacerlo?, ¿te identificas con todas las enseñanzas de tus padres y maestros?, ¿no? Háblalo con ellos, pregunta por qué te enseñaron algo que no concuerda contigo hoy. Seguramente fue algo que pasó hace muchos años y que en esa época era lo correcto, pero hasta ellos muchas veces cambian su pensamiento. Te sorprenderían las respuestas y verás que muchas veces esos aprendizajes solo son fantasmas que rondan por tu mente y que es hora de decirles adiós.
CAPÍTULO VI
PRESENTE, PASADO Y FUTURO
Hay una antigua historia. En los días de los Upanishads había un gran rey, Yayati. Le llegó la hora de la muerte. Tenía cien años. Cuando la muerte llegó, empezó a sollozar y a llorar y a gemir. La muerte le dijo: «Esto no encaja contigo. Un gran emperador, un hombre valeroso, ¿qué estás haciendo? ¿Por qué lloras y gimes como un niño? ¿Por qué tiemblas como una hoja al viento? ¿Qué te ha sucedido?». Yayati dijo: «Tú has llegado y yo aún no he sido capaz de vivir.