Ética promiscua. Dossie Easton

Ética promiscua - Dossie Easton


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tus relaciones puede convertirse en la práctica que te cure.

      La información sobre cómo cuidarte en relación con los desencadenantes que encontrarás en el capítulo 15, «Guía para gestionar los celos», también es aplicable cuando decides enfrentarte a otros campos de minas emocionales. Si es tu pareja quien está luchando por recuperar su sexualidad tras una fea historia de violencia, esperamos que te alíes con ella en esa lucha y que encuentres la paciencia para apoyar el trabajo que hace falta hacer para reivindicar una sexualidad feliz.

      Para las personas que han sido acusadas

      Si has hecho algo que ha traumatizado a una de tus relaciones, tienes un problema diferente. Nuestra tendencia natural cuando nos acusan de haber hecho algo mal es adoptar una actitud muy defensiva y desear fervientemente contar nuestra versión de la historia. Pero si las personas a quienes les gustabas lo suficiente como para tener sexo contigo ahora se han enfadado contigo y están pidiendo a voces un castigo ejemplar, quizá quieras echar un vistazo y ver si hay algo que te gustaría cambiar de tu comportamiento.

      Puede que te hayan enseñado que «acostarte con alguien» es conseguir hacer algo sin que te pillen. Desde ese punto de vista, tener una vida sexual activa puede parecerse al consumismo: ¿cuánto consigues? ¿Cuánto esfuerzo necesitas para conseguirlo? ¿Significa eso que tu amante, o amante potencial, es una mercancía? Haberlo aprendido así no significa necesariamente que seas un problema, pero comportarse con esas ideas en mente sin duda lo será.

      ¿Cómo empezarías a hacer cambios en ti? Y más adelante, ¿cómo harás para que quienes te conocen sepan que has hecho cierto trabajo personal y que ahora es seguro darte la bienvenida de nuevo?

      Si estás en esta situación, por favor, recuerda tener presente que eres una persona completa. La conducta que puede haber atemorizado o herido a alguien forma parte de ti, y tú tienes muchas partes. Dedica un tiempo a reflexionar sobre tus propias fortalezas y tus valores éticos. ¿Cómo quieres emplear tu fortaleza? ¿Qué puedes hacer que sea acorde con tu ética?

      Para todo el mundo

      Estas son algunas de las estrategias que sabemos que no funcionan:

      Patologizar. Se refiere a convertir una respuesta o reacción en una enfermedad, como si etiquetarlo fuese una especie de antibiótico. ¿Es esta persona depredadora, sociópata, víctima del síndrome de Estocolmo, víctima del patriarcado? (Casi todo el mundo actúa de todas esas maneras en alguna ocasión.) ¿Estamos defendiendo la violación si no aislamos inmediatamente a quien haya violado? Cuando definimos un problema como una enfermedad, a menudo actuamos como si el diagnóstico fuese la solución. Pongamos una etiqueta y zanjemos la discusión como si se hubiese conseguido algo. Pero nada cambia.

      Escisión. Esta es la defensa psicológica por la que una persona intenta sentirse más segura asumiendo que toda la buena gente lo es en su totalidad, por lo que, si parte de una persona no es buena, eso supone que toda la persona debe ser mala y debe ser desterrada permanentemente, sin reconciliación posible tras un cambio o crecimiento personal. La escisión puede dividir comunidades enteras, en las que todo el mundo elige bando en lugar de preguntarse qué podrían hacer para mejorar las cosas.

      Buscar la verdad. En muchos de estos problemas hay una persona diciendo que «alguien me engañó, me hirió, me provocó dolor o daño», mientras la otra insiste en que esa persona se ha enfadado con ella y que se lo está inventando, que lo hace por venganza o que en realidad lo quería. ¿A quién crees? Va a ser duro intentar encontrar soluciones cuando no podemos saber la verdad absoluta de un problema. Debemos entender que somos una comunidad, no un sistema de justicia penal, y que nuestras acciones deben centrarse en lo que podemos hacer ahora, con los medios que tenemos hoy, para hacer que esta situación sea un poco mejor.

      Culpar ¿De quién es la culpa? ¿Quién hizo qué en primer lugar? En muy pocas ocasiones nos autoinculpamos. Todo el mundo tiene maneras de racionalizar y de encontrar razones por las que su conducta resulta justificable. Pero cuando intentamos sentir más seguridad minimizando nuestra responsabilidad y culpabilizamos a otra persona, nos desempoderamos. Le damos a otras personas todo el poder cuando decimos que solo ellas pueden hacer que las cosas mejoren. Mucha gente, profundamente incómoda al oír cómo una persona ha sido víctima de algún abuso, se distancia buscando alguna razón para culpabilizar a la víctima: Por tener un aspecto demasiado provocativo, por haber bebido demasiado, ¿qué esperabas si te gusta un tipo de sexo que es más extremo que la mayoría? Y para hacer las cosas todavía más confusas, lo que una persona siente como un abuso podría ser algo cómodo para otra, y una tercera persona puede verlo como un juego y disfrutarlo.

      Pero hay una serie de estrategias de resolución de conflictos en las que nos parece útil inspirarnos. Un maravilloso acervo de conocimientos está surgiendo de los esfuerzos para enseñar inteligencia emocional y justicia restaurativa en algunos centros de educación secundaria. Los alumnos que participan en estos programas reciben información para convertirse en orientadores de sus compañeros y mediadores de conflictos. De este modo podrán intervenir en conflictos que podrían volverse violentos o destructivos. Muchos estudios han recogido unos resultados muy positivos, incluso en institutos «complicados», fruto de estos programas, tanto en la reducción de peleas y expulsiones como en el aumento del porcentaje de estudiantes que terminan sus estudios.

      Algunos institutos disponen hoy de una sala tranquila donde los jóvenes que estaban causando problemas pueden sentarse a un pupitre y escribir sus respuestas a preguntas como estas: «¿Qué ha sucedido?»; «¿Cuál fue mi papel en lo que ha sucedido?»; «¿Qué puedo hacer para solucionarlo?»; «¿Cómo puedo hacer que sea menos probable que suceda de nuevo en el futuro?». A lo mejor, cuando hay un problema relacionado con los límites sexuales, podamos preguntarnos lo mismo —tanto «la víctima» como la persona «culpable»— y ver si eso lleva a un diálogo más productivo.

      Durante la época de las protestas de la década de 1960, solíamos decir: «Cuando no quieras ser parte del problema, debes convertirte en parte de la solución». Los recursos para apoyar el cambio se están dando por todo el mundo y tenemos que adaptarlos a nuestras comunidades con una visión positiva del sexo: talleres de comunicación no violenta, clases de gestión de las emociones, clases de resolución de conflictos, clases de autodefensa donde puedes aprender a aclarar tu «no», grupos de apoyo para quienes han agredido y para supervivientes, y más.

      Nos parece muy bien que haya comunidades que ofrecen a sus nuevos miembros información sobre los valores y límites de su comunidad, y también sabemos que aplicar solamente las normas nunca será suficiente. Hemos de estar dispuestos a implicarnos en un proceso en constante desarrollo que se ocupe de estos problemas y fomente el cambio, la curación y el crecimiento personal. Cada cual habrá de contribuir con lo que pueda y estar dispuesto a participar sin pausa en la negociación de consentimientos y límites. Tenemos el derecho a dirigirnos a aquellas personas propensas al acoso, el hostigamiento de los límites de los demás y otras conductas problemáticas y pedirles que aprendan lo que necesitan aprender —ya sea asistiendo a un taller o una clase, uniéndose a un grupo que esté trabajando en maneras de cambiar conductas compulsivas o antisociales, asistiendo a terapia, o dejando de emborracharse— antes de que puedan ganarse poder volver a nuestras comunidades.

      No podemos evitar que haya algún problema, pero es la mejor forma de crear una cultura positiva respecto al sexo que se relacione de manera proactiva y constructiva con los problemas en lugar de barrerlos bajo la alfombra de la vergüenza.

Amor limpio¿Puedes imaginarte un amor sin celos, sin sentimientos de propiedad? ¿Un amor libre de toda la dependencia y deses-peración? Intentémoslo.Podemos tomar algunos pensamientos del budismo: ¿Cómo sería un amor sin apego? ¿O abrir nuestros corazones a alguien sin otra expectativa que otro corazón abriéndose como respuesta? ¿Amar solo por el placer de hacerlo, sin importar lo que podríamos obtener a cambio?Imagina ver la belleza y virtudes de la persona a quien amas y olvidarte de cómo sus fortalezas podrían coincidir con tus necesidades o cómo su belleza podría hacerte parecer mejor.
Imagina ver a la otra persona bajo la luz limpia del amor, sin hacer una lista de las maneras en que esa persona se corresponde o no con la fantasía que llevamos siempre encima sobre la pareja perfecta o el amante soñado.Imagina
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