Ética promiscua. Dossie Easton

Ética promiscua - Dossie Easton


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infancia.Pero... ¿Qué pasa si abres tu corazón a alguien y no te gusta lo que sucede después? ¿Y si la persona se emborracha? ¿Y si trata tu cariño sincero con desprecio? ¿Qué pasa si la persona no hace realidad tus sueños? ¿Qué pasa si esta es exactamente igual que la anterior? Supón que suceden todas esas cosas, ¿qué has perdido? Un poco de tiempo, una breve fantasía. Déjalo ir, aprende de ello y aléjate habiendo aprendido algo nuevo.Al amor no le gusta demasiado estar embutido en moldes, que es lo que son las fantasías e imaginaciones de todo el mundo: planes a medida para un individuo inventado que hemos creado a fin de resolver todos nuestros problemas. Tus autoras también tienen amantes ideales. Pero las personas no están hechas de arcilla o piedra, y no vas a salir bien parado si te acercas a ellas con un cincel en la mano.¿Cuántas veces has rechazado la posibilidad del amor porque no tenía el aspecto que tú esperabas? Quizás faltaba alguna característica que pensabas que no podía faltar oquizá estaba presente algún otro rasgo que nunca soñaste aceptar. ¿Qué sucede cuando tiras a la basura tus expectativas y abres los ojos al fantástico amor que está brillando delante de ti con la mano tendida? Amor limpio: amor sin expectativas.Limpiar tu amor no requiere una espiritualidad superior o sesiones de psicoanálisis cada semana. Probablemente nunca podrás librarte de todas esas ataduras; al menos nosotras nunca hemos sido capaces. Pero quizá puedas dejarte ir un instante: tu pasado, preocupaciones, inquietudes y anhelos seguirán ahí para poder regresar cuando los necesites. Pero, por ahora, mira a la maravillosa persona que está delante de ti.

      7. Infinitas posibilidades

      La primera edición de este libro llevaba el subtítulo «Una guía para infinitas posibilidades sexuales». Ahora que somos más mayores y un poco más sabias, una afirmación tan amplia nos parece un poco limitadora: la promiscuidad significa infinitas posibilidades de todos los tipos, no solo sexuales. Si piensas que un «putón célibe» es una contradicción entre términos, tenemos algunas sorpresas reservadas para ti: la promiscuidad reside en el cerebro, no entre las piernas, y puede encajar confortable y alegremente en cualquier relación consensuada y patrón de relación que elijas.

      Asexualidad y celibato

      La gente que dice «no, gracias» al sexo se está convirtiendo en una minoría cada vez más visible. La asexualidad se refiere a las personas que simplemente no experimentan atracción sexual, y celibato a quienes sienten atracción pero prefieren, por la razón que sea, no actuar en consecuencia. Nosotras pensamos que cualquier clase de libertad sexual debe incluir la libertad de no tener sexo, sin que la persona sea incordiada o patologizada.

      La asexualidad se considera una orientación sexual. Algunas personas asexuales pueden tener sensaciones sexuales que prefieren expresar teniendo sexo solo consigo mismas; otras no experimentan sensaciones sexuales en absoluto. Algunas están dispuestas a tener sexo con otra persona simplemente por darle placer; otras prefieren evitarlo totalmente. Algunas disfrutan de relaciones eróticas no genitales como el bdsm, el tantra o los juegos de rol; otras prefieren mantenerse alejadas de la idea por completo.

      El celibato, por otro lado, es una opción; una que puede ofrecer una vía para centrarse en asuntos emocionales, intelectuales o espirituales. Las personas a quienes el sexo o las relaciones les han causado problemas pueden elegir tener un período de celibato como un camino hacia el autoexamen: «¿Qué tipo de persona soy cuando estoy a solas conmigo?».

      Algunas personas son célibes pero no por elección: las que están en la cárcel, enfermas o discapacitadas, se hallan aisladas geográficamente, son socialmente inhábiles o menores de edad pueden tener problemas para encontrar parejas para el sexo consensuado. Otras son célibes simplemente porque no tienen, por la razón que sea, ganas de ser sociables o sexuales durante una temporada, o quizás para siempre.

      No vemos «ser un putón célibe» o «putón asexual» como una contradicción en absoluto. Hay infinitas maneras de relacionarse —románticamente, íntimamente, domésticamente, etc.— y si has abierto tu vida y corazón a tantas de esas maneras como sea posible, estás de nuestro lado.

      Relaciones platónicas, también conocidas como amistades

      Un amigo nuestro nos vuelve locas quejándose: «¡No tengo una relación... solo todas estas amistades!». Tenemos noticias para él, y para ti; la amistad es una relación, una relación importante que ofrece tremendas oportunidades para lo que más necesitamos en nuestras relaciones: intimidad, compañía, apoyo en los malos momentos, y otras cosas.

      Nos divierten las personas escépticas respecto a la promiscuidad, a menudo mujeres heterosexuales, que se sienten horrorizadas por la idea de amar a más de una persona... y quienes de todos modos tienen una amistad del alma, alguien con quien comparten sus secretos más ocultos, que puede ser una parte tan importante de sus vidas como su pareja o amante. Si tienes una pareja y una amistad del alma que no son la misma persona, ya estás poniendo en práctica muchas de las habilidades de la promiscuidad puesto que manejas las necesidades de intimidad, tiempo y cariño de cada una de ellas.

      Sexo amistoso

      Si una de esas buenas, íntimas amistades se convierte en amante... ¿qué sucede entonces? ¿Estropeará la amistad? ¿Llevará a algo más, algo que amenaza otra parte de tu vida? Estas son las preocupaciones de muchas personas cuando se encuentran con la posibilidad de tener sexo con sus amistades por primera vez.

      La prohibición social de tener sexo con nuestras amistades es una derivación inevitable de la creencia de la sociedad de que la única razón aceptable para tener sexo es que conlleve una relación monógama similar al matrimonio. Creemos, por el contrario, que la amistad es una razón excelente para tener sexo y que el sexo es una manera excelente de mantener la amistad.

      ¿Cómo aprendes a compartir intimidad sin enamorarte? Te propondríamos que nosotras sí amamos a nuestras amistades y, particularmente, aquellas con las que compartimos sexo; esos individuos son nuestra familia, a menudo más permanentes en nuestras vidas que los matrimonios. Con la práctica, podemos desarrollar una intimidad basada en la cordialidad y respeto mutuo mucho más libre que la desesperación, la necesidad o la locura ciega de enamorarse. De ahí que las relaciones entre «amistades con derecho a roce» sean tan inmensamente valiosas. Cuando reconocemos el amor, respeto y aprecio que compartimos con amantes con quienes nunca nos casaríamos, la amistad sexual se convierte no solo en posible sino en la preferida. Así que mientras estás preocupándote de que tu deseo sexual podría costarte tus mejores amistades, un putón más experimentado podría estar preguntándose por qué eres la única amistad a la que no se ha follado.

      Dossie, al principio, cuando empezó a ser feminista, hizo votos por mantenerse sin pareja durante cinco años para averiguar quién podía ser ella cuando no estaba intentando ser la «señora» de alguien. Tuvo muchas relaciones maravillosas durante esos años, un abanico de intimidades, incluido el compartir la crianza de los niños, la convivencia, la reparación de coches y, por supuesto, una gran cantidad de sexo maravilloso y mucho cariño. Decidió que si se aseguraba de ser cariñosa, para hacer saber a las personas lo que le gustaba de ellas, la mayoría encontraría la manera de estar cómoda con ella sin necesitad de ser territoriales; y funcionó. Su búsqueda le ayudó a descubrir nuevas maneras de estar en el mundo como mujer, y como ser humano sexual; la base de quien ella es y de lo que enseña hoy en día.

      De forma parecida, hay quien limita su intimidad a una o dos personas durante toda su vida, y puede parecer arriesgado incluir a más personas en ese marco de conexión íntima. Nada intensifica más la intimidad que compartir vulnerabilidades, lo cual puede a veces provocar cierto temor. Pero cuando te arriesgas a compartir con alguien esa aprensión, consigues que la conexión sea más profunda y con frecuencia recibes respuestas como «¡Yo también tengo miedo!» o «Lo entiendo, cuéntame más». No existe razón alguna para que cualquier relación de nuestras vidas no pueda disfrutar del milagro de la intimidad.

      Cada relación busca su propio nivel, y lo encontrará si le dejas. Como el agua, tú y la persona de la que te has encaprichado podéis fluir en unión mientras permitáis que suceda de la manera que os vaya mejor.

      Anarquía relacional

      Uno


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