Ética promiscua. Dossie Easton

Ética promiscua - Dossie Easton


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ser como clínicas; quienes empiezan en el trabajo sexual podrían aprender de quienes tienen más experiencia; se podrían ofrecer servicios con descuento realizados por aprendices con supervisión cuyo aprendizaje dependiera de profesionales con más experiencia.Si el trabajo sexual fuese legal, la persona que estuviese sometida a la explotación de un «chulo» o traficante podría dejar el trabajo, denunciar abusos y querellarse o incluso sindicarse, como cualquier otra persona trabajadora. Si dejásemos de saturar nuestro sistema legal con casos de adultos que se dedican al trabajo sexual consensuado, quizá nuestra policía podría tener más tiempo y recursos para terminar con los delitos sexuales propiamente dichos, como las violaciones, abusos, explotación sexual y prostitución infantil.Si el trabajo sexual fuese legal, quienes lo ejercen serían libres de exigir el nivel de sexo seguro que les pareciese apropiado en su caso —quienes se dedican al trabajo sexual son especialistas en muchas maneras de pasar horas de placer sublime y aun así no propagar dañinos virus a su alrededor— y buscar tests y tratamientos para evitar la transmisión de infecciones.El trabajo sexual legal permitiría establecer colaboraciones, a menudo impedidas por la presión de una relación a largo plazo en la que la pasión ha decaído, para reavivar la llama sexual recurriendo a los servicios de especialistas en reavivar llamas. Los terapeutas podrían derivar a sus clientes a especialistas para exploraciones de primera mano de sus deseos más profundos y sus miedos más antiguos, como haría cualquier profesional. Dossie ha trabajado con clientes cuyos cónyuges les pagaron una sesión con una dominatrix profesional por su cumpleaños.Un gran número de profesionales del sexo han trabajado duro para adquirir unas habilidades que muchas personas ni nos imaginamos que son posibles: poder elegir nuestras respuestas físicas, controlar el ritmo de los orgasmos, facilidad para tener erecciones, eyaculaciones del punto g, las increíbles posibilidades de la musculatura pélvica para provocar placer de tantísimas maneras. Como terapeutas sexuales nos podrían ayudar a liberarnos de los miedos e inhibiciones aprendidas en una sociedad con una visión negativa del sexo y mostrarnos los increíbles genios sexuales que todos podemos llegar a ser. Curar la vergüenza, superar el trauma, disfrutar de un sexo increíble a pesar de haber sufrido abusos, el poder de nuestras fantasías... hay tanto que podríamos aprender y en lo que podríamos crecer. El sexo puede ser un viaje poderosísimo hacia la curación y la bondad, y hay profesionales que nos pueden enseñar cómo.Alguna gente cree que el sexo a cambio de dinero es algo sucio. Una y otra vez, nuestras amistades que se dedicanal trabajo sexual son prueba de lo contrario. Pagamos a nuestros sacerdotes, rabinos, imanes y gurús, así que, ¿por qué no pagar a nuestros sacerdotes y sacerdotisas del sexo?Nuestros terapeutas y guías espirituales y sexuales se merecen poder vivir de ello a cambio del valioso trabajo que hacen.Actualmente, algunos tipos de sexo profesional son legales en el Reino Unido, Países Bajos, Alemania, Australia y Nueva Zelanda. Hemos observado que a todos estos países parece irles bien el hecho de dejar a profesionales con talento y dedicación ganarse la vida haciendo lo que hacen mejor, para la mejora personal de sus clientes y de la sociedad en general.

      6. Construyendo una cultura del consentimiento

      En todo el mundo la gente está tomando conciencia de la enorme frecuencia con la que se dan los delitos sexuales y otras agresiones sexuales menores. Pero normalmente tomar conciencia de algo sobre lo que hemos estado evitando pensar requiere cierto esfuerzo. Cuando reivindicamos nuestra libertad sexual y comenzamos a construir comunidades donde podemos expresarnos sexualmente de manera positiva, enseguida chocamos con la realidad de que vivimos en una sociedad que defiende unos valores enfermizos sobre el sexo y el consentimiento. Cuando no es seguro, aceptado o bienvenido decir «No, gracias» al sexo, puede ser imposible construir una cultura con una visión positiva del sexo.

      Dossie, durante una conferencia sobre el consentimiento a la que acudieron unas doscientas personas, le pidió a quienes no habían sufrido nunca agresiones sexuales que se levantasen. Solo un cuarto de sala se levantó, en su mayoría hombres y algunas mujeres. Había muchos hombres así como mujeres entre quienes no se habían levantado. Es admirable el coraje y determinación para liberarse, incluso sexualmente, de ese gran número de personas que siguieron sentadas, incluso cuando alguien las había herido.

      Nuestra tan maravillosa libertad sexual depende de dos condiciones muy importantes: libertad frente al sexismo y libertad frente a las violaciones. Estos cambios deben tener lugar a ambos niveles: individual y comunitario. Llevar a los tribunales las violaciones y abusos sexuales a menores es complicado, por lo que en nuestras comunidades necesitamos trabajar en nuestra propia seguridad. Pocas veces podemos enviar a la cárcel a los agresores, pero podemos dejar de invitarles a nuestras fiestas y eliminarles de los entornos que controlamos, tanto en internet como en el mundo físico.

      Las infracciones más graves incluyen drogar a una persona para violarla, la violación violenta, los abusos sexuales a menores y cualquier vulneración intencionada de los límites expresados por otra persona. Todo ello entraña delitos muy graves, aunque sean a menudo complicados de llevar a juicio. Otras infracciones requieren cierto debate, porque a veces la persona acusada no siente que haya hecho nada equivocado. Las infracciones verbales —ligar de manera agresiva, discutir con alguien que ha dicho «no, gracias», cosificar o menospreciar a la gente— pueden causar menos daños que las agresiones físicas, pero pueden suscitar un ambiente de peligro en nuestras comunidades. Forzar los límites de la gente, o probar cosas que no se han acordado explícitamente, puede romper relaciones y tener un efecto dominó que a veces destruye las comunidades en las que esas relaciones tienen lugar.

      Gran parte de este conflicto es consecuencia de nuestra absurda exigencia cultural de que en el sexo los hombres deben ser quienes lo inician y las mujeres las que se contienen. Así, algunas personas aprenden que deben ser ellas quienes presionen y otras que decir cualquier cosa que no sea «no» es, bueno, ser un putón. Este patrón lleva a que un «no» sea interpretado como una invitación a presionar más, con el desastroso resultado que era de esperar. A fin de liberar la sexualidad es preciso someter a examen estas creencias culturales sobre qué significa ser una persona de tu género y quizá hacer algunos cambios, a menos que quieras pasar el resto de tu vida viviendo de acuerdo con los estereotipos de tu género. ¿Qué sugeriríamos a las personas de todos los géneros para que aprendieran a comportarse mejor? Ojalá pudiéramos decir que hay una terapia de grupo a la vuelta de la esquina para este tipo de cosas, o una clase a la que poder asistir, pero en el momento en que escribimos estas líneas los recursos siguen siendo escasos. Algunos miembros de la comunidad se han puesto manos a la obra para llevar a cabo este tipo de trabajo. Nos encantaría ver más ejemplos de ese tipo.

      Para supervivientes de abusos sexuales

      Demasiada gente de todos los géneros, edades y culturas es víctima de traumas sexuales. Agresiones sexuales, violaciones, abusos a menores y a veces incluso traumas médicos, nos pueden plantear obstáculos para disfrutar de nuestra sexualidad. Entre tales obstáculos se cuentan, por ejemplo, los flashbacks, la disociación, el estrés post-traumático y el puro miedo.

      Las personas que han sobrevivido al trauma, especialmente cuando eran menores, tienen vulnerabilidades concretas y pueden sentirse inseguras o víctima de abusos más fácilmente que la mayoría. Puede que se trate de una respuesta adquirida, y un individuo puede estar respondiendo a una infracción relativamente leve como si fuese algo terrible que le sucedió en el pasado, o como si fuese todavía la criatura que era cuando sufrió el abuso. El miedo puede parecer irreal o desproporcionado visto desde fuera, pero esa no es la cuestión: el miedo en sí mismo es real, normalmente no es erótico en absoluto y puede dejar a una persona en tal situación de pánico que una discusión, o incluso recibir una disculpa, puede ser imposible en ese momento.

      ¡No te rindas! Tu autora y terapeuta Dossie está especializada en curar viejas heridas de supervivientes de trauma y le alegra decir que muchas personas encuentran la manera de sobreponerse a su historia de violación, cuidarse a sí mismas y disfrutar de una sexualidad libre y feliz.

      A veces todo lo que se requiere es algo de colaboración en relación con la seguridad, estableciendo acuerdos claros sobre límites, creando un espacio seguro y brindando apoyo y comprensión. Supervivientes y sus relaciones necesitan estar dispuestos a manejar las interrupciones que puede haber si la persona necesita


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