Las imprentas nómadas. Alessandro Corubolo

Las imprentas nómadas - Alessandro Corubolo


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propias dotes poéticas unió también las de ser una hábil impresora.

      Otra fuente (Timperley, 1839: 648-649) nos informa que en su primera juventud ella fue una “excelente cajista y una admirable experta en el arte de la impresión”, que todos los años producía versos que hemos traducido libremente, impresos luego con una prensa colocada sobre un carro y distribuidos al público en ocasión del desfile de los impresores de Dublín en el Lord Mayor’s Day:

      ¡Salve, arte mística que enseñaron hombres similares a ángeles

      para hablar a los ojos y pintar pensamiento encarnado!

      Conforta, arte bendito, a sordos y mudos.

      Hagamos contigo que el sentido se multiplique.

      […]

      Así, las letras, llenas de nociones vitales,

      muestran al alma el telescopio del pensamiento;

      dan honor inmortal a la vida mortal

      e imponen que cada acción y mérito dure y viva.

      Nosotros probamos la eternidad en la breve vida,

      vemos los primeros años y anticipamos los últimos;

      con una mirada adquirimos arte, historia, leyes

      y como hace el Destino, conservamos todo el mundo en un libro.

      Todo el mundo en un libro, palabras que también se fundamentan con la feliz metáfora del telescopio para aludir a la facultad de la imprenta de inspirar y de elevar el pensamiento, y que aparecen como la suprema síntesis de los elogios dirigidos al arte de la imprenta, a la que, a través de una serie de antítesis e hipérboles, se atribuye la capacidad de superar los límites humanos: honor inmortal contrapuesto a la vida mortal; la eternidad, a la brevedad del vivir; las imperfecciones de los sentidos superadas al permitir que la vista haga oír también a los sordos (a través de la lectura) y hablar a los mudos (a través de la escritura).

      PRENSAS EN ACCIÓN DURANTE LA FIESTA SOBRE EL TÁMESIS CONGELADO

      Dirigir la mirada a realidades diferentes respecto de Italia (tales como las de Londres y Nueva York) induce a reflexionar acerca de cuán numerosos eran los usos de las prensas que se trasladaron y usaron durante esos desplazamientos, dando a veces la ocasión para que se participara en verdaderas fiestas.

      En este gélido invierno también tú podrás

      ver sobre el duro hielo a un impresor que trabaja,

      que con su arte espera ganar algo

      que tal vez no pensaba obtener.

      Son estos los pensamientos de tono popular aparecidos en una hoja volante (61) que representan uno de los tantos reclamos que se encuentran en los impresos que celebraron la feria sobre el Támesis helado en el invierno de 1683-1684, o bien en la primera Frost Fair. En ella apareció la absoluta novedad de las prensas que se sacaron del interior de los respectivos talleres tipográficos y que se pusieron al servicio de cualquier transeúnte que demostrara interés en ellas.

      En efecto, las heladas del Támesis fueron verdaderas ocasiones festivas –algunas incluso duraron más de tres meses– en las que el hielo alcanzó tal espesor que hizo posible que sobre su superficie se realizaran danzas, juegos invernales, concursos, o bien todo un aparato propio de las fiestas más relevantes y extraordinarias. De a poco surgía sobre el río helado otra Londres, efímera; se formaban calles flanqueadas de puestos, con diversos tipos de mercadería en venta o de atracciones, y toda el área se caracterizó por haberse convertido en una concurrida feria. Las impresiones de la época nos acercan vivaces imágenes del río transformado en una especie de nueva ciudad: se destaca una carroza con seis caballos, un buey entero asado sobre un espiedo, una cacería del zorro y tantas otras actividades “festivas”, cada una de ellas señalada con publicidades numeradas.

      Sensatos impresores comprendieron que allí habría imprevistas ocasiones de ganancia, y se llevaron sus propias prensas al hielo para ofrecer souvenirs impresos que recordaran lo extraordinario del hecho, ya sea imprimiendo el nombre del cliente, o bien personalizando el documento, además de insertar la constancia de que el folleto había sido printed on ice (‘impreso en hielo’) en la fecha indicada.

      En las Frost Fairs participó una población heterogénea, con una singular mezcla de clases sociales, pero es seguro que muy pocos asistentes hubieran tenido ocasiones previas de ver el procedimiento de impresión. Asimismo, el hecho singular de las prensas que operaban al aire libre o bajo una tienda provocó un gran interés que se hizo más evidente con la presencia de las impresiones.

      Las crónicas narran que las primeras ferias sobre el Támesis helado se realizaron a mediados del siglo XVI. Virginia Woolf, en su novela Orlando, hizo una sugestiva evocación del río helado en 1608, pero fue solo en la Frost Fair de 1683-1684 cuando por primera vez se vio operar a una prensa de impresión. El tipógrafo George Croom la llevó a su quiosco sobre el río helado y comenzó a vender los folletos conmemorativos. Fue un verdadero éxito: un cronista de la época, John Evelyn (1620-1706), contó que el impresor pedía seis peniques por cada una de las pequeñas impresiones y que solo por estos particulares souvenirs ganó cinco libras esterlinas al día (1901: 193), una suma muy elevada para la época. El rey Carlos II visitó el puesto, acompañado por la reina y por otros personajes de la familia real, como también testimonia un folleto específico impreso sobre el río helado el 31 de enero de 1684, del que se conserva una copia en el Museo de Londres.

      Un buen número de pinturas e impresiones nos devuelven las imágenes de aquella Frost Fair, en cuyos epígrafes muchas veces se indica, con una llamada al número correspondiente del dibujo, el puesto del impresor y, en algunos casos, también el del fundidor de caracteres, como se observa en el grabado de James Moxon (fl. 1671-1708), en el que también están representados fielmente una prensa tipográfica común y una calcográfica. (62)

      Visto el éxito obtenido la primera vez, en cada una de las sucesivas ferias sobre el Támesis helado (1715-1716; 1738-1739; 1783-1784; 1814) (63) fue necesario que diversas imprentas fueran abiertas sobre el río. El récord se registró en la Frost Fair de 1814, cuando trabajaron sobre el hielo entre 8 y 10 prensas. (64) En los museos y bibliotecas del Reino Unido se conservan numerosos ejemplos de los ephemera o non-book printed materials, los materiales menores, impresos en variadas circunstancias.

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      Prensas tipográficas y calcográficas sobre el Támesis helado, 1683. Detalle de James Moxon, A Map of the River Thames… as it was frozen in the Memorable Year 1683…, grabado, publicado en Londres por Joseph Moxon en 1684.

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      Copper Plate printing (grabado en cobre) y Letter Press printing (estampa tipográfica), en la ilustración A view of Frost Fair as it appeared on the Ice on the River Thames, Feb.y 3d 1814, Londres, John Pitts, 1814.

      La contradicción entre la excepcionalidad, el carácter temporal de la situación en la que se encontraban los visitantes de las ferias sobre el hielo y la capacidad de la imprenta de conservar el recuerdo durante largo tiempo y de forma tangible eran destacadas por los hábiles impresores que publicitaban sus folletos como “adaptables para ser encolados en cualquier libro, con el propósito de transmitir el recuerdo de la época a las edades futuras”. Las invitaciones resultaban ser cada vez más cautivantes:

      Tú que aquí paseas y y proyectas relatar

      a los hijos de tus hijos lo que aconteció este año,

      vete a imprimir tu nombre y a tomar algo adentro

      dado que un año como este rara vez se ha visto. (65)

      En estos recuerdos tipográficos no faltaron las referencias a la historia de la imprenta y a su nobleza, aunque con evidentes imprecisiones ortográficas y verdaderos errores históricos. El 17 de enero de 1715 fue otorgado a William Robins un elegante certificado, “Printed on the River Thames” (‘Impreso


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