Las imprentas nómadas. Alessandro Corubolo

Las imprentas nómadas - Alessandro Corubolo


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de una imprenta de viaje con todo el equipamiento útil para producir los importantes documentos, alojada en una casa en la que la comitiva se detuvo a lo largo del recorrido.

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      Prensa tipográfica y prensa calcográfica montadas sobre carros, imágenes extraídas de Solenes fiestas, que celebro Valencia, a la Immaculada Concepción de la Virgen María (1663) Valencia, Geronimo Vilagrasa, pp. 284 y 289.

      PRODUCCIÓN PARA EVENTOS RELIGIOSOS

      Una fuente literaria nos permite, en cambio, entrar en un escenario diferente. Esta vez vislumbrar de cerca la atmósfera efervescente de una fiesta de gitanos en Valencia, en 1662, durante la cual una procesión avanza en un revuelo de cantos y bailes, y en medio del pueblo de los fieles aparece un carro sobre el que se ha montado una prensa en plena labor. La Virgen María, a quien está dedicada la jornada, no podía ser celebrada de mejor modo. ¿Y qué mayor publicidad que esta, sagrada y profana, donde se muestra en toda su potencia un imbatible arte de comunicación, capaz de producir material de consumo de manera veloz y en movimiento?

      El conjunto de grabados de la procesión informa mejor que cualquier otra documentación no solo acerca del estado en el que parece que se realizaba la impresión de los materiales distribuidos al público de los fieles, sino también sobre su magnificencia, sobre la maravilla con la que se desenvuelve la procesión de las Solenes fiestas. Es una respuesta a episodios de gran importancia no solo para la ciudad. En efecto, toda Valencia se encuentra en estado de agitación por un breve –esto es, un documento papal– que había emitido recientemente el papa Alejandro VII acerca de la Concepción de la Virgen Inmaculada: honor y gloria, pues, para María y para el papa unidos en la exaltación colectiva. Y honor también para el cronista Juan Bautista de Valda, atento observador y narrador de los sucesos de Valencia, así como para Jerónimo Vilagrasa, que firma como tipógrafo de la ciudad a partir de 1660, e imprimió la obra al año siguiente del desfile y enriqueció de este modo su catálogo.

      De una prensa montada sobre un carro que imprime in itinere materiales para celebrar con gran pompa un evento religioso pasamos ahora a una ceremonia episcopal solemne que se realizó en Imola, en la que trabajó Giacinto Massa, librero y vendedor de papel y luego tipógrafo y editor, especializado en la impresión de materiales necesarios para la comunidad y para la diócesis, sobre todo en la época de la gran efervescencia de normas que se difundieron luego del Concilio de Trento. En Imola, pequeña ciudad de Romaña, en parte oprimida por Bolonia, las prensas comenzaron a chirriar ya en 1471. Allí se establecieron los primeros tipógrafos, aunque recién en 1587 llegarían aquellos provenientes de otros lugares. Encontramos al primer operador autóctono solo en 1629 en la figura de Giacinto Massa. Como solía hacerse por entonces, en 1651, Massa unió a la actividad de impresión la de librero de la ciudad junto con su socio, el forlivés Giovanni Cimatti.

      Impresor de documentos oficiales, Massa está ligado a la ciudad por una exclusividad comercial, gracias a los siempre presentes beneficios institucionales, refugios detrás de los cuales se abarrotaban muchos operarios de la prensa. Se transforma en el protagonista de la imprenta in itinere de su ciudad cuando el boloñés Costanzo Zani, obispo de Imola de 1672 a 1694, le encarga imprimir las fes de confirmación durante su visita pastoral a la propia diócesis. Se trataba de preparar y vender material burocrático referido a los sacramentos, que documentara la identidad y la situación jurídica del confirmando. Tales noticias debían transcribirse de forma sucesiva en los registros parroquiales. Massa abrió, pues, una especie de registro ambulante de personas, según parece muy eficiente también para el patrocinador, que debió encontrar esta actividad particularmente interesante, ya que los consejeros comunales acusaron al obispo de haber lucrado con las impresiones de las fes y de haber obtenido “notable ganancia”. El obispo se defendió, pero no conocemos el final de la pelea. La iniciativa es digna de ser señalada una vez más por la novedad que ella representó para Italia en ese momento del siglo XVII.

      Es también cierto que las impresiones realizadas en las particulares condiciones de la actividad emprendida por Massa en el ámbito de la diócesis de Imola fueron materiales menores, tanto políticos como religiosos –verdadero “pan” de los tipógrafos del período–, pero es sobre todo el modo en que fueron hechas lo que las hace particulares, comparándolas con la habitual producción de los tipógrafos ya establecidos. En efecto, en el caso particular de la imprenta in itinere y para convencerse de desplazar el equipo, los impresores debieron aprovechar de ocasiones favorables para ahorrar en los gastos y en los capitales invertidos, con una indudable ventaja: que los materiales de ese tipo se podían vender con gran facilidad y en cantidades inimaginables respecto de los de otras publicaciones, aunque fueran devocionales. En este caso creemos que la ganancia estaba garantizada mucho más allá del simple retorno de los gastos, y de que esta fuera prácticamente inmediata.

      Sin embargo, si bien las investigaciones se han concentrado en los archivos, bibliotecas, instituciones italianas de varias regiones y numerosas ciudades, nunca más se nos concedió el permiso de registrar un fenómeno análogo de las fes de confirmación impresas por un tipógrafo durante una visita pastoral.

      EN EL CORTEJO DE UN CARNAVAL

      Siguiendo con el caso italiano, allí el éxito de la imprenta itinerante fue tal que, como veremos, el antiguo régimen tipográfico continuó por mucho más tiempo. Aun en el siglo XIX encontramos un caso célebre en el que se imprimió sobre un carro durante el Gnoccolare, (59) que se realizaba en Verona el último viernes de carnaval; es el único ejemplo encontrado en relación con festejos carnavalescos.

      Aquí es necesario imaginar el carro de la Tipografía Provincial de la ciudad tirado por cuatro bueyes, sobre los cuales se encontraba una prensa para imprimir y vender sonetos de la “bacanal”. Como tantas otras diversiones populares, el Gnoccolare hunde sus raíces en los siglos pasados; en efecto, nace en 1530, en ocasión de una de las tantas carestías, para transformar en una fiesta la rebelión popular contra los panaderos. Con gran “visión de futuro” se decide salvar a los panaderos distribuyendo pan, vino y ñoquis hechos con agua y harina frente a la iglesia de San Zenón, mientras una persona vestida de rey sostiene, en lugar del cetro, un gran tenedor en el cual se encuentra clavado un ñoqui. Pues bien, siglos más tarde, en 1838, encontramos en el carnaval de Verona la prensa itinerante de Paolo Libanti, también él papelero y luego tipógrafo provincial y editor, quien aunaba este tipo de producción a la ya consolidada de obras serias destinadas a la escuela y a los textos clásicos. En los años siguientes, la publicación de una gran ilustración litográfica con el desfile de los carros fue replicada cada año, al menos hasta 1847. Pero, a excepción de la de 1838, el carro tipográfico no volvería a aparecer en ninguna de las representaciones de sucesivos desfiles carnavalescos. Esa imagen, aunque aproximativa en los detalles, deja entrever sin embargo a un impresor que parece bajar el tímpano, e inclusive muestra a obreros enmascarados que lanzan folletos al público. De estas hojas, así como de otros éphémères, nada se ha conservado en la Biblioteca Cívica de Verona, que, por el contrario, es depositaria de otros documentos, entre los que se encuentra la imagen del desfile con el carro tipográfico. (60)

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      Baccanale dei gnocchi dell’anno 1838, litografía impresa en la Litografía Guelmi, Verona, Biblioteca Civica. Detalle con el carro de la Tipografía Provincial de Paolo Libanti, sobre el que se imprimen sonetos y se distribuyen al público durante el desfile.

      ENTRE POESÍA E IMPRESIÓN: UNA MUJER EN LA PRENSA

      Mucho antes de que se tuviese plena conciencia de cuánto la imprenta en sí misma interpretaba valores significativos, que iban de la libertad individual al progreso industrial y de la alfabetización a la democracia extendida, fueron múltiples los escritos de los tipógrafos acerca de las funciones taumatúrgicas de su propio arte y en elogio del inventor de la imprenta. Muchos de ellos fueron impresos durante desfiles celebratorios.

      Entre esos tantos nos gusta recordar uno en particular, porque su autora, Constantia


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