Las imprentas nómadas. Alessandro Corubolo
que lleva una piedra litográfica sobre un caballete, litografía, 1818, National Gallery of Arts (Rosenwald Collection), Washington D. C.
También en otros países europeos (Alemania, Francia, Italia) fueron construidas pequeñas prensas de impresión rotativas, muchas de ellas con el cilindro móvil y el plano del molde fijo, usadas para realizar galeras, pero también como pequeñas máquinas de mesa. Aun hoy, para ofrecer soluciones actualizadas al revival de la imprenta tipográfica, (46) se producen y ofrecen en el mercado modelos de reciente construcción, con formatos y pesos variables, fácilmente transportables (un modelo que tiene una superficie de impresión de 21 x 30 cm pesa 25 kg).
PRENSAS LITOGRÁFICAS
Un bello dibujo de Horace Vernet de 1818 (47) pone en evidencia, por un lado, cómo la litografía estaba ya en esos años bastante difundida, pero por otro también subraya su complejo uso en condiciones de movilidad, dado el gran peso de las piedras usadas como matrices.
Sin embargo, la posibilidad de obtener impresos de distinto género sin que fuera necesaria la intervención de un grabador que copiara un dibujo (quizás una partitura musical, un mapa, una pieza artística) en una matriz lista para ser impresa de forma directa había despertado gran entusiasmo. Inclusive los textos podían ser reproducidos de manera directa desde el manuscrito realizado o llevado a la piedra. (48) Esto compensaba el peso y la dificultad inicial de encontrar piedras adaptadas para tal fin. La publicación en Londres, en 1819, del dibujo de una prensa litográfica portátil, construida por el mismo Senefelder, demuestra que se deseaba adaptar la técnica litográfica a la situación de movilidad. La Society of Arts, a la que había sido presentado, le entregó una medalla de oro en reconocimiento del proyecto. (49)
Uno de los principales usos itinerantes de las pequeñas prensas litográficas de ese tipo se dio, por cierto, en el ámbito militar. Un ejemplo significativo de esto es la adquisición en Londres de dos prensas litográficas portátiles (50) por parte de Simón Bolívar (1783-1830), quien, durante las batallas, llevaba una siempre consigo (Arana, 2013: 243).*
Prensas tipográficas italianas, para usos militares, fueron las dos descriptas por Federico Bardet di Villanova en las Istruzioni sui tre principali metodi dell’arte litografica (1830) (‘Instrucciones acerca de los tres métodos principales del arte litográfico’). Gracias al interés demostrado por Bardet, “Primer teniente del Cuerpo Real del Organismo técnico encargado de la Oficina Topográfica”, algunas prensas litográficas fueron instaladas en los años veinte en su oficina para realizar publicaciones de interés militar. (51) En el citado volumen, además de explayarse sobre los aspectos técnicos, el autor da una precisa idea de la manera en la que se usaban estas máquinas en el ejército borbónico:
Para poder […] multiplicar los así llamados papeles de comercio, es decir aquellos compilados en base a relaciones y memorias, los pequeños planos, los reconocimientos militares, las órdenes del día, las circulares y los estados de cualquier naturaleza, también para el servicio de un ejército en campaña [la cursiva es nuestra], la litografía suple las necesidades de la tipografía y de la calcografía, y se ha constatado bien que ella ofrece modos más fáciles, rápidos y económicos; ya que un simple dibujante calígrafo puede […] dibujar y escribir un trabajo litográficamente, y obtener así unos papeles que de otra manera habrían costado gasto y fatiga mucho mayores. (1830: 6)
Bardet describe de manera detallada los dos tipos de prensas en uso en la litografía militar, uno de los cuales, el que más interesa para nuestro estudio, es “apto para transportarse […] puede ser activado por una sola persona” (100).
En la bella portada se observa claramente una tienda con militares borbónicos que usan un delantal de impresor sobre el uniforme, mientras trabajan con una prensa litográfica. El prensista y dos asistentes se ocupan de varias tareas: colocar la hoja entre el tímpano y el marginador, entintar la piedra, verificar que la impresión se haya realizado con éxito. Si la precisión técnica se reserva para las ilustraciones internas, la imagen de la portada, delineada con suavidad de trazo, tiene un acabado pictórico sugestivo y evocador. La ambientación bajo una tienda hace más verosímil la representación de una imprenta de campaña.
En los años sucesivos la sustitución de verdaderas piedras litográficas por láminas de zinc u otro material artificial demostró ser “de gran utilidad en los casos en los que el transporte de las piedras fuese costoso y difícil. Por ejemplo, para las imprentas militares y de campaña, pues permitían multiplicar rápidamente las órdenes y los planos militares a través de matrices livianas y de una pequeña prensa portátil”. (52) Desde Francia a Inglaterra, desde Europa a los Estados Unidos, se dio una proliferación de modelos de máquinas portátiles para la impresión litográfica, que habrían permitido “copiar, litografiar y autografiar […] en todas partes, aun viajando […] sobre la primera mesa obtenida sin fijar la prensa, sin escribir el original ni en el reverso ni sobre la piedra y sin utilizar caracteres de impresión”. (53) En Inglaterra, en los primeros cincuenta años del siglo XIX, fue muy publicitada y tuvo gran éxito la Waterlow’s Autographic Press, pequeña prensa litográfica de la que se ha señalado no solo su capacidad para ser transportada, sino incluso su utilidad en los casos en los que se quisiera hacer personalmente un mayor número de copias de documentos de carácter reservado.
Federico Barbet di Villanova, Istruzioni sui tre principali metodi dell’arte litografica, frontispicio, 1830, Nápoles, Reale Tipografia della Guerra.
POLÍGRAFOS
El color azul morado, las imprecisiones de entintado repasadas con la tinta para escribir, la intensidad poética, la fantasía incluso gráfica de su autor, nos dan la pauta de lo que fue el más singular y precioso producto de un “polígrafo”. En junio de 1915, en el frente de Champagne, “frente al enemigo”, Guillaume Apollinaire imprimió 25 copias, utilizando el duplicador del diario de trinchera del 38.vo regimiento de artillería de campaña, de Case d’Armons, un frágil librito que contenía 21 de sus más recientes poesías, las que más tarde integrarían la antología de los Caligramas. (54)
Esta referencia poética nos induce a detenernos en el tema de los “polígrafos”, término con el que pretendemos identificar a los aparatos para copias cuya difusión, sin embargo, se remonta a varios decenios antes:
Los pequeños medios de reproducción, que ya se veían de manera abundante en la Exposición Universal de 1878, continuaron multiplicándose durante el transcurso de 1879, aunque con la aparición de la pluma eléctrica de Edison, se decía que el público no habría sabido qué hacer con ellos. Los polígrafos –que se llaman con nombres diversos, según el capricho de los respectivos productores– ya habían penetrado en todas las oficinas o bancos de alguna importancia […]. Autopolígrafo, velocígrafo, hectógrafo, etcétera, son casi la misma cosa. Cartitas, breves circulares, direcciones, pequeñas facturas y otros diminutos papeles del mismo estilo, escritos una sola vez, se pueden reproducir en unos 50 ejemplares. (Bobbio, 1880: 29-30)
Detalle de la página de un opúsculo publicitario del velocígrafo Anghinelli, Florencia, Civelli, s/f (ca. 1880).
Así se expresaba Giacomo Bobbio (1848-1924), por entonces director de la Tipografía del Senado, en sus Osservazioni publicadas luego de la exposición milanesa de los productos de la tipografía y de las industrias afines de 1879.
Polígrafo, autopolígrafo, hectógrafo, velocígrafo, mimeógrafo, duplicador, lineógrafo, opalógrafo, ciclostil, etc., y sus correspondientes nombres en las distintas lenguas; aun hoy, tanto a partir de las descripciones como del examen visual de originales y reproducciones, no es fácil distinguir las características peculiares de los productos obtenidos con estos pequeños aparatos, normalmente destinados a ser utilizados para realizar un modesto número de copias, dibujos y textos manuscritos o escritos con la máquina de escribir. Sin embargo, todos los modelos permitían evitar la composición en caracteres móviles y podían reproducir