Las imprentas nómadas. Alessandro Corubolo

Las imprentas nómadas - Alessandro Corubolo


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aspectos esenciales, se ha buscado identificar su tipología y los motivos que justificaron su uso, los que siempre –creemos– hemos intentado relacionar con particulares eventos históricos.

      Es verosímil que, desde los inicios de la imprenta, los mismos prototipógrafos que llevaban su actividad de ciudad en ciudad advirtieran la existencia de prensas y equipamientos no muy grandes ni muy pesados, más pequeños y fáciles de transportar y maniobrar. Tal era el caso de las prensas de un golpe, más adaptadas para producir materiales efímeros como bulas e indulgencias. Entre estas, las impresas por Gutenberg ya habían demostrado su importancia en el contexto político-religioso de la época.

      Con el pasar del tiempo surgieron otras necesidades, y con ellas llegaron las respuestas de inventores y productores. Se requerían no solo máquinas que pudieran ser transportadas adonde era importante imprimir de manera ocasional o a lugares donde el espacio era limitado, sino que incluso se hizo necesario encontrar soluciones para aquellos aficionados que pretendían imprimir, o bien lograr máquinas que se adecuaran a ser escondidas sin esfuerzo, evadiendo las disposiciones de ley que en todas partes de Europa regulaban con rigidez la posesión de prensas. Junto con estos aspectos “privados” y el aumento en el siglo XIX de la demanda de pequeños trabajos tipográficos, se sumó la necesidad de recurrir a máquinas que respondieran a la posibilidad de imprimir “minutas”, como circulares, boletines, tarjetas de visita, módulos de facturas y similares, tipología de productos de la prensa que en el mundo anglosajón se define como job printing, o bien, en el léxico tipográfico, “trabajos corrientes”, comprendidos en la amplia franja bibliográfica de los llamados materiales menores.

      Como es obvio, fueron justamente las máquinas “portátiles” las que respondieron, más que ninguna otra, a las exigencias específicas de la imprenta itinerante. Sin embargo, es necesario relevar que para cierta imprenta en movimiento, en aquellos casos en los que el problema del peso o del espacio no era fundamental –vale decir, hasta el siglo XVIII–, fue suficiente servirse de las prensas normales de madera con rosca y palanca. Se llegó luego a las prensas de hierro –desde las Stanhope hasta los modelos sucesivos–, producidas a lo largo de todo el siglo XIX. Estas compensaban su mayor peso con una mayor precisión y un uso menos dificultoso, y se transformaron en los instrumentos utilizados en las imprentas móviles o “de campo” de los ejércitos europeos, así como en la Marina militar y en las naves civiles.

      En cambio, para el uso privado o clandestino fueron construidas expresamente prensas a fuelle, o bien prensas de madera de muy pequeñas dimensiones, cuyo ejemplo más conocido es la presse de cabinet del siglo XVIII, de la que aún hoy puede verse un ejemplo en el Museo de la Imprenta y de la Comunicación Gráfica de Lyon. Como ya se ha dicho en la introducción, ella corresponde a la descripción de la presse portative de la que habló Malesherbes, la que, gracias a sus pequeñas dimensiones, fue muy empleada en especial durante la Revolución francesa.

      La imprenta litográfica, no obstante las dificultades técnicas que se encontraban en la práctica, y aunque no respondía plenamente a los requisitos de economicidad y simplicidad, también fue considerada adecuada para su transporte. En Inglaterra, desde los años veinte del siglo XIX, prensas tipográficas portátiles de pequeño formato fueron proyectadas y ofrecidas al público. Las necesidades militares (dibujo e impresión de mapas) hicieron que, incluso durante las dos guerras mundiales, se utilizasen máquinas litográficas que, si bien no eran en absoluto transportables, se lograron montar sobre trenes o camiones y, por lo tanto, se desplazaron una y otra vez hasta las cercanías de los frentes donde se combatía.

      Hacia mediados del siglo XIX, en los Estados Unidos se inventó una serie de máquinas muy adecuadas para realizar de manera veloz pequeños trabajos tipográficos caracterizados por una modesta superficie de impresión y una tirada limitada. Tales máquinas, llamadas “de platina”, se difundieron rápidamente en Inglaterra y luego en Europa continental, en primer lugar en Francia y Alemania. En ellas, la hoja era colocada sobre la platina, que se ponía en contacto con el molde para lograr, además del entintado manual, también el entintado automático. En los modelos más costosos, el movimiento –que, en principio, se hacía posible mediante un pedal– luego fue mecanizado. La versión manual de la máquina de platina, en la que la impresión se obtenía a mano por medio de una palanca, con o sin entintado automático, convirtió a esta particular prensa en un instrumento idóneo para ser transportado con facilidad.

      En principio, para obviar la larga y compleja composición manual con caracteres en plomo y, al mismo tiempo, para ofrecer una solución a las necesidades de obtener más copias de un mismo texto o dibujo, se utilizó la litografía. Luego, a partir de los años setenta del siglo XIX, se desarrollaron los “polígrafos” (desde este momento usamos expresamente la definición más genérica). Dichos polígrafos realizaban una transferencia química de tintas a la anilina, desde una base gelatinosa a las hojas de papel, o bien entintaban matrices específicas (también obtenidas con máquinas de escribir) que más tarde derivarían en el moderno ciclostil o mimeógrafo. Tales “duplicadores” de copias fueron proyectados en dimensiones modestas, adaptados para operar en cualquier condición.

      PRENSAS PARA REYES, ARISTÓCRATAS Y HOMBRES DE CULTURA EN EL SIGLO DE LAS LUCES

      Si bien el uso y la producción de esas prensas no forman parte plenamente del plan general de nuestro trabajo, las mencionamos para ofrecer una visión general orgánica de todo lo que hemos expresado hasta aquí, pero también porque algunos modelos fueron modificando sus usos, lo cual justifica nuestra necesidad de hablar de ellas.

      Se tiene noticia de prensas de pequeñas dimensiones ya desde principios del siglo XVI (Moran, 1978: 228), pero fue durante el siglo XVIII cuando se verificó su gran desarrollo gracias al encendido interés por la imprenta, entendida como distracción de la aristocracia. A las prensas normales de las imprentas instaladas en los palacios de los nobles, en las que trabajaban expertos cajistas e impresores, se agregaron y se difundieron en toda Europa pequeñas presses de cabinet construidas para el uso personal de los aristócratas, a partir del ejemplo de reyes y príncipes que, ya desde niños o por un breve período, se divertían en sus habitaciones realizando trabajos de impresión.


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