Sentado en la cuneta - Una carta. Claudio Bertoni
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ISBN: 978-956-9131-99-8
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Sentado en la cuneta | Una carta
Claudio Bertoni
De esta edición © Alquimia Ediciones, 2015
Colección: Calles de Mano Única
Dirección colección: Guido Arroyo González
Edición: Cristóbal Riego
Diseño editorial: Estudio Navaja
Sentado en la cuneta
N. DEL E.: Sentado en la cuneta se publicó originalmente en 1990, en Santiago de Chile. Con esta obra se inició la labor de la editorial Carlos Porter, comandada por Roberto Merino, Carlos Altamirano y Fernando Balcells. El texto ha sido incluido, con muchas modi caciones, en las antologías Dicho sea de paso (Universidad Diego Portales, 2006) y Qué culpa tengo yo (Universidad de Talca, 2012). Esta edición se basa en la versión original e incorpora algunos elementos, acordados con el autor, de la reedición del 2006. A su vez, Claudio Bertoni sugirió varios cambios nuevos que pretenden agilizar algunas asperezas de la obra sin comprometer su atmósfera inicial.
Quéi será será
whatever will be will be
tarirá larí lará
quéi será será.
Doris Day, disco 45 rpm
Año milnovecientosesentaytantos
Qué será de la Ernestina
y de la dulce Alicia qué será
y del Gordo y
del Flaco Valenzuela
¡Qué será!
y del Cachoto
y del Práctico Pantruca
y del Ángel Face
y de la Pati
tan calientita
tan chiquitita
tan “paquita” como diría la Erna
y sobre todo tan deseadita por todos nosotros
en su negro suéter nocturno
¡Qué será!
y del Cacerola
y su trompeta de oro de cobre
y de su hermana Cecilia en bluyines prietos “pescadores”
con zapatos de charol negro puntudos dados vuelta para fuera
y de su papá baterista en el Nuria de esos días
¡Qué será!
y de la Colorina
vecina del Cacerola
y hermana de la robusta y buenamoza y nívea Ana María
a las que una vez intentamos seducir por vía oral con Marcelo
en el cine California practicamos un forado en un caramelo Ambrosoli
en forma de barrilito mediante una broca fina
para mezclar con su licor nuestra poción de amor al millonésimo
ya que la dosis normal era bestial
en buen romance era un afrodisíaco para vacas
de cuyo nombre ignoro la ortografía
y no se lo comieron
¿quién se lo comería?
y del Tarzán en Pelota
y del don Mota
y del don Willy
y de la Romana
tan pintiparada
tan tetiparada
tan culiparada
¡Qué será!
y del Juanillo
que se cortaba los primeros pelos de su bigote
en sus camisas fuera del pantalón con bahías de aire
laterales y con el cortaúñas que había traído de su periplo
en motonave al puerto de Arica
y que fue mi segundo “mejor” amigo
¡Qué será!
y del Patillitas Presley
con su jaguar violeta con su pantera de lava en la espalda
y con su primer cortaplumas
¡Qué será!
y del Avión a Chorro
y del Bigotes a la Firulí y a la Firulá
que pedía permiso para pasar al baño
y como en el pasillo estaban las cajas de cerveza
entraba con un destapador y salía más cocido que la cresta
y don Valerio alias el Avión a Chorro jamás lo comprendió
y de la Anita
y de su violinista doce años mayor
–y ella solo tenía once–
y de su novio en bluyines norteamericanos envidiados
por todos los que usábamos burdas copias nacionales
o pecosbiles
y al que seguía de árbol en árbol
así
en la punta de los dedos de los pies
o a toda velocidad
como en una película de monos animados
¡Qué será!
y de don Julio paseándose muy del brazo con su Julietita
por la vereda de Cirujano Videla de ida y vuelta
bordeando el muro de la entonces cancha de fútbol de Los Tigres,
todos los días todos los crepúsculos de todos los días
como si tuvieran quince años
en circunstancias que sí los tenían o más,
pero de casados
y que me trajo de regalo una lapicera negra
cuando volvió de su viaje a la Unión Soviética.
De nuestro querido don Julio y de su igualmente querida Julietita
como él cariñosamente le decía
¡Qué será!
y del Pato Loco
(¡y de su hija estudiante de leyes a la que a gritos confesé
mi amor adolescente una madrugada de Año Nuevo desde
un medidor de agua potable mientras el W y el M rodaban
por la vereda de la risa y ella me miraba desde su DFL 2
entre sorprendida ebria y divertida!)
¡Qué será!
y del Gumoti
y de su hermana con el Johnny esa noche primaveral sin
calzones y un dedo invasor en la azotea
¡Qué será!
y