Sentado en la cuneta - Una carta. Claudio Bertoni
Naranjo riéndose por supuesto
y a su hijo Rafael colgándose de los travesaños para sujetarse
y a mí mismo sentado por ahí o colgándome también de esos
travesaños
y sin duda pasaba el Jorge o el Juani por ahí
o cualquier otro
y por supuesto las mellizas andaban siempre por ahí
y la Isabel Margarita
y mi hermana Carmen y la más chica
y en general pululaba toda esa gente y otras
buscando sitio en este living calientito
y un día hubo en que don P descubrió el negocio de las sandías
y este bus se inundó de sandías
se transformó en un envoltorio de sandías
en un vientre de sandías
en un acuario de sandías
en un carretón de sandías.
Al principio se las transportaba
pero después se taimó de nuevo el OM
y se las almacenaba solo se las almacenaba
se las traía hasta aquí
y se las introducía en el bus
entonces yo me sentaba en la vereda frente a mi casa
y veía este bus verde inmenso repleto de sandías también verdes
pero más brillantes y más peladas como zepelines jugosos
saliéndose por las ventanas
asomándose por las ventanas
y sofocándose contra el vidrio de las puertas de aire allá abajo.
Y un día las mellizas
la A y la P
dos piscucias así de este porte –“las más chicas de todas”–
y que ahora están casadas y con piscucias propias
nos dijeron que don P tenía unas cajas con “vitamina” debajo de la cama
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