Sentado en la cuneta - Una carta. Claudio Bertoni

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      depende para dónde mire la punta del escudo chileno que constituye la filigrana

      y sin filigrana también, claro, como todo en la vida.

      Donde don P la tina de baño era siempre una laguna sobre la que

      cual nenúfares o envoltorios de caramelo

       otaban sobres y papelitos de los que se despegarían las estampillas

      que después había que poner a secar en vidrio

      en las ventanas del baño

       en el lavatorio

       en los ancos del lavatorio

       en el espejo del botiquín

       en el espejo retrovisor de la camioneta Ford que posteriormente tuvieron

      ¡hasta en los espejitos para pintarse los labios de sus lindas hijas!

      En todas partes había sellos de boca secándose

       incluso en los ventanales del living donde estaba el milenario

      piano vertical que tocaban él y sobre todo su esposa la señora O

       que era concertista y profesora del Conservatorio y su hijo

       mayor un día llegó nada menos que con Miguel Zabaleta (de Los

       Red Juniors) y otro día llegó con Pat Henry (de Los

       Diablos Azules), el que cantaba “Poesía en movimiento” (o en la

       lengua de no Cervantes: “Poetry in Motion”).

       Pero volviendo a don P

       la filatelia fue un leitmotiv de su vida

       entre otras cosas fue el primer allendista que conocí

       sus mellizas eran ahijadas de don Carlos Ibáñez del Campo

       alias el Paco Ibáñez

       y para esas elecciones todos andábamos en el barrio con una escobita en la solapa

       (el símbolo de su candidatura era una escobita)

       y para esa otra

       puso un letrero luminoso de Salvador Allende en el frontis de

       su casa y escribió en grandes letras blancas su nombre sobre

       los ladrillos del muro de la entonces cancha de fútbol y

       recuerdo haberlo visto escuchando un disco 45 de Fidel

       Castro y llorando.

       Pero don P

       era un inventor

       inventó que podía hacer seda

       y pobló su casa de gusanos de seda

       uno abría un cajón de la cocina

       –para buscar cuchillos o

       servilletas–

      y encontraba un gusano de seda y la correspondiente baba o

      hilos nísimos de seda.

       Uno abría un cajoncito de la

       máquina de coser para encontrar un al ler y se encontraba

      con un nido de gusanos de seda y con su telaraña,

      miríada de transparentes hilitos de seda.

      En fin,

       todo y por todas partes

       y cualquier cavidad

      con gusanos de seda.

      Después inventó el Litosol

       una sustancia en polvo para lavarse las manos y también la ropa

       y también la loza creo

       pero era muy fuerte para lavarse las manos era una suerte de desollador

       además de muy liviano y polvoriento

       y todo esto sucedía en su casa en su domicilio

       con siete hijos y tres o cuatro gatos

       y con un canario al nal que tuvo

       para el que cerraba todas las puertas de la casa y las ventanas a una hora del día

      para que volara

       y la central del Litosol era el comedor de la casa

       el centro neurálgico del Litosol era la mesa del comedor de caoba partida en dos

      al centro un arnero

       y a su comando don P

       dele que suene

       y encima de todos el harinoso Litosol

       y nuestras familias y mamaes o mamases

       lavaron su ropa

       o al menos lo intentaron,

       y su loza

      con Litosol

       y un día el Litosol pasó a la historia también

      y quedó amontonado en sacos por ahí por el garage por el pasillo por todas partes

      y otro día

       don P descubrió o inventó una máquina para transformar el aceite quemado

       en aceite vivito y reluciente,

      una especie de alquimia del aceite

       o una especie de ave Fénix del aceite

      que renace de su propia roña

      y la instaló en el garage.

       Recuerdo que este invento tampoco funcionó

       o funcionó defectuosamente

       y solo se pudieron limpiar o metamorfosear

       unos pocos vasitos de aceite

       y a nivel del vecindario

       y algunos de nosotros parecíamos güaipe

       y un buen día se compró un bus verde italiano OM

       y contrató a Olivares

       y Olivares con su peinada a la gomina brillantita

       y su pancita

       y sus zapatos negros puntiagudos y sus calcetines de hilo blanco

       se mandó guardar a la Inés,

       una doméstica de ojos verdes o azules y rubia que había en mi casa

       y que se apellidaba Errázuriz

       según ella era hija de un dueño de fundo

       y además se mandó guardar Olivares a otra doméstica que tuvimos después

      muy blanca y que tenía un colmillo en el paladar y dos tetas

       como ya dije muy blancas y donde las debía tener y deliciosas

       y que era crespa y medio tontona y jorobada y andaba siempre sacando la guata

      y Olivares era chofer de don P además

       pero esto fracasó también

       y el bus terminó quedando detenido ahí frente a mi casa

       y frente a la suya

       (éramos next door neighbours en una blind street)

       y los fines de semana los sábados y los domingos después de

       almuerzo el solcito en otoño y sobre todo en invierno y sobre

       todo en primavera a lo mejor y a lo mejor en verano y en más

       de un día también y en las mañanas también y con seguridad

       en más de un rosado atardecer también se transformó este

       bus en una especie de espontáneo living comunal

      


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